Puede que al común de los mortales le importe la ola de calor, o si van a caer o no unas cuantas tormentas en el Azkena, o si los contenedores ilustrados por Agatha Ruiz de la Prada están perdiendo el color o si lo de Mercedes va a terminar como todo el mundo sabe. Puede. Pero en nuestro amado templo del cortado mañanero, los viejillos solo tienen ojos para el calendario. En los próximos días, cada uno de ellos va a encarar su particular tortura estival. Llegan las vacaciones de los nietos. Tras dos veranos pandémicos, varios han optado por usar la excusa de volver al pueblo para hacer lo que más temen los progenitores de los querubines: es decir, llevarlos lejos a que se asilvestren de sol a sol sin que nadie esté permanentemente pegado a ellos para comprobar que no les pasa ni el más mínimo problema. Pero hay venerables que no tienen esa posibilidad, lo que nos va a llevar a que en diferentes momentos del día, el local se convierta en guardería temporal. Así que se quiere establecer un plan de ataque para evitar que nuestro escanciador de café y otras sustancias pierda la paciencia como de costumbre, pero sin que eso signifique recurrir a tener a los enanos pegados de manera permanente a la pantalla del móvil. Veremos qué pasa.