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Mesa de Redacción

Carlos González

Póntelo, pónselo

Póntelo, pónselo

a quedada fue el lunes por la tarde. En un claro ejemplo de explotación infantil y juvenil, nuestro amado templo del cortado mañanero se llenó de adolescentes imberbes y jóvenes llenos de granos. Frente a estos nietos cuidadosamente seleccionados de entre la descendencia de la veterana parroquia del local, un numeroso grupo de viejillos, móvil en mano. A las seis y media empezó la operación Póntelo, pónselo, nombre que se le ocurrió a nuestro querido escanciador de café y otras sustancias, que puso el espacio gratuitamente para llevar a cabo semejante empresa pero que cobró hasta el último céntimo de los botellines de agua que se suministraron a los empleados ocasionales. El plan de ataque era claro. Se les ocurrió a los venerables que cenaron el viernes por la noche en el local. Ya entonces, las cabezas pensantes tenían claro que más tarde o más temprano, eso del pasaporte covid iba a llegar. Ante la posibilidad de verse privados de entrar en el bar al no poseerlo y la incapacidad manifestada para hurgar en el teléfono y averiguar cómo descargarlo y dónde guardarlo luego, se ideó esta movilización de tropas nietiles. No se pidieron voluntarios entre los jóvenes. Solo se hicieron prisioneros. Unos doscientos mil viejillos y pasaportes después, las criaturas fueron devueltas a la sociedad.