is conocimientos sobre microbiología son tan extensos como mi mata de pelo. Aún así, y tras estar un año y pico larguísimo escribiendo sobre el bicho del demonio, me veo con capacidad moral y técnica para opinar sobre todo lo relacionado con la gestión de la pandemia, muy al estilo de los galenos televisivos, todos ellos ya virales -nunca mejor escrito-, que ponen a parir a tantos gestores políticos como estrellas hay en el cielo, sin compasión y a todas las horas posibles de las escaletas en las que se divide la programación de los canales generalistas estatales. Los citados están hasta en la sopa, de mañana, de tarde o de noche, doblando turnos si hace falta y haciendo horas extra sacando lustre a los títulos de crédito que aparecen junto a su cara y a su discurso en las pantallas de las que son colaboradores habituales, casi con el rango de Belén Esteban y compañía. En este punto es, precisamente, donde el menda no acaba de entender cómo es posible que esos mismos médicos que han ascendido al púlpito mediático y que no tienen pudor en autodefinirse como luchadores en primera línea contra el covid, son capaces de hacer tiempo para las varietés y para el prime time casi a diario. Supongo que sigo siendo un mal pensado. En fin, confío en corregirme pronto.