Apenas veinte horas después de haber desbloqueado –¡con 2.000 días de retraso!– la renovación del CGPJ, los líderes de los partidos firmantes del acuerdo estaban, como de costumbre, atizándose de lo lindo en el Congreso.

Así, Pedro Sánchez le dio a Alberto Núñez Feijóo “la bienvenida al cumplimiento de la Constitución”. Antes, el aludido le había asegurado que el pacto no era para salvarlo a él y, ya con juego subterráneo del de costumbre, le conminó a acordar también una comisión de investigación sobre las actividades de la esposa del presidente del Gobierno.

Si todos los plenos de control en las cortes españolas son una sucesión de sobreactuaciones, el de ayer lo fue en grado máximo. Ambos líderes necesitaban tratarse con dureza mutua para calmar a sus respectivas parroquias y, en el caso del PSOE, a varios de sus aliados, que andan denunciando la vuelta del bipartidismo.

Otra vez, reparto

En cuanto a Feijóo, y pese al esfuerzo ímprobo de la prensa diestra en vender la moto de que había hecho morder el polvo al malvado Perroxanxe, tenía que convencer al ala dura de que no se había bajado los pantalones. Vano esfuerzo, pues Ayuso no se lo va a perdonar.

Todo esto, después de haber perdido y haber hecho perder cinco años y medio. Ya pueden pintarlo como quieran, que el folio y cuarto rubricado y sus anexos no incluyen más novedades que las meramente pirotécnicas.

Se fía todo a una futura ley que elaborará en plan Juan Palomo el propio Consejo y que luego se aprobará en Congreso y Senado con la misma mayoría reforzada de tres quintos.

Y como gran novedad, se asegura que los nombramientos de jueces del Supremo y los Superiores de las comunidades se llevará a cabo a través de una comisión de evaluación compuesta por cinco vocales del CGPJ.

Ahí es donde está el truco: en la composición de ese órgano, pues nos canten la milonga que nos canten, los nuevos integrantes no son seres virginales e inmaculados.

Con más o menos o menos intensidad, todas y todos tienen una ideología definida. De hecho no han sido consensuados uno a uno por PSOE y PP, sino propuestos (repartidos) al 50 por ciento por cada partido. Poco que esperar.