Marlaska, claro

– De las diez veces (si no he perdido la cuenta) en que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos ha tirado de las orejas a España por no investigar denuncias creíbles de torturas, en siete el juez instructor que se hizo el remolón fue –tachán– Fernando Grande-Marlaska. Así que, por mucho que ahora la caverna la haya tomado con su otrora héroe, no hay lugar para el despiste ni para la interpretación benévola. Es muy coherente con su bibliografía presentada que el hoy ministro de Interior del Gobierno español premiara con un ascenso de campanillas a uno de los oscuros beneméritos que en 1985 tuvo una participación de primera fila en el secuestro, tortura, muerte y abandono del cadáver en el río Bidasoa de Mikel Zabalza.

Robles también en el ajo

– Arturo Espejo es el nombre de este fulano que, pese a estar acreditado que integró el siniestro retén de guripas a las órdenes del general Rodríguez Galindo que perpetraron la fechoría, ha ido trepando sin la menor dificultad por el escalafón de los tricorniados. De teniente en aquellos días oscuros y no purgados a teniente general, el grado más alto de todos, al que lo aupó –vaya, vaya– la ministra española de Defensa, Margarita Robles. Diría que los que la conocimos y tratamos cuando era azote de los GAL (“No te doy dos hostias porque eres mujer”, le soltó el infame titular de Interior del felipismo José Luis Corcuera) no damos crédito a su comportamiento. Pero, lamentablemente, mentiría. Hace mucho que Margarita, la amiga de los vascos a tanto cada intervención en las tertulias de Radio Euskadi de mi época, se quitó la careta. Y hoy es el día en que amadrina sin perder el sueño a tipos como este del que estamos hablando.

¿Memoria Democrática?

– Pero el ascenso firmado por Robles fue solo el entremés. El remate, como hemos conocido estos días gracias al buen trabajo de Naiz y Gara –soy de esa antediluviana escuela que sabe reconocer el mérito incluso a quien no le quiere bien– fue que el ínclito Marlaska había elevado a Espejo a jefe del Mando de Apoyo de la Guardia Civil. Hablamos de la mismísima cúpula de los del uniforme verde oliva. No por nada fue uno de los cuatro condecorados que secundó a María Gámez cuando anunció su dimisión hace un par de semanas. O el que compareció en el Congreso para dar cuenta de los mil marrones de su cuerpo, que fue cuando saltó la liebre: ¿Pero ese no es…? Y sí, era él, pero apuesten que hoy, cuando el ministro de la porra responda a la batería de preguntas al respecto de PNV, EH Bildu y Unidas Podemos, tendrá un justificación perfecta. Memoria Democrática. Ja.