El periodista deportivo José María García solía presumir de haberse marchado de Televisión Española cinco minutos antes de que le echasen. Algo me dice que la dimisión de Odón Elorza como diputado en Madrid tiene bastante de lo mismo. De un largo tiempo a esta parte, todo hacía indicar que no repetiría en las listas al Congreso en las elecciones previstas, si no hay giro de guion, para finales de año. Como él mismo afirma en su carta de despedida a sus compañeras y compañeros, se veía a la legua que sus aportaciones no resultan útiles. Y eso es una forma muy suave de decirlo. Resultaba evidente que su papel de eterno verso suelto ya no le hacía ni puñetera gracia al sanchismo oficial.
El remate fue su atrevimiento de disputarle a la designada por el aparato la candidatura a la alcaldía de Donostia. De esa contienda salió muy chamuscado y, como no sabe callarse, tras la humillante derrota, echó unos cagüentales que, a la postre, lo retrataron, más si cabe, como aquello que Xabier Arzalluz llamaba michelines. Enternece leer la nota del PSE de Gipuzkoa agradeciéndole los servicios prestados y recordando su dilatada trayectoria. Entre las líneas, quedaba patente el alivio que ha provocado este inusitado paso a un lado. Está por comprobar si lo será realmente. Ayer se cruzaban apuestas sobre la posibilidad de que se presentara con una candidatura propia a las municipales de su querida ciudad. Francamente, me cuesta mucho creer que vaya a embarcarse en una aventura de semejante calibre. Bien es verdad que también se me hace cuesta arriba imaginármelo lejos de la primera línea política.