Mientras la prensa de orden echa las muelas porque Bélgica ha negado la extradición del rapero Valtònyc, Alfonso Ussía se desmarca por la banda derecha. Para el columnero estrella de El Debate, se trata de una gran noticia: "Hay que agradecer de corazón a Bélgica que se haya quedado con Puigdemont y Valtónyc. Extrema generosidad. He visitado Bélgica en numerosas ocasiones y siempre he sentido la alegría del despegue del avión con retorno a Madrid. Pero si mantiene a esa pareja de delincuentes españoles durante un buen espacio de tiempo, prometo viajar en señal de agradecimiento a Bélgica, y quedarme tres días. Y se trata de una promesa en firme", termina la cuchufleta.
Como les anoto arriba, las cabeceras de la diestra ortodoxa no lo ven exactamente así. "Santuario europeo de prófugos", titula La Razón su segundo editorial. Habla de Bélgica, pero como verán, también de otros países cuyos órgannos judiciales vienen dando calabazas al Supremo español: "El ámbito comunitario, especialmente Bélgica, se ha convertido en un santuario de fugados y de inmunidad para determinadas conductas perseguidas y sancionadas en nuestro país, que es cuestionado y abochornado por decisiones incomprensibles que violentan en todo caso el espíritu comunitario. Es una realidad que algunos tribunales y sistemas judiciales del viejo continente alteran los principios que deben regir la cooperación entre los órganos togados europeos en favor siempre del delincuente".
En ABC, la pieza de desfogue se titula "Bélgica, cobijo seguro para delincuentes españoles". Después insinuar que el presunto artista es un cagueta, el editorialista nos soprende con una curiosa comparación: "En cuanto supo la condena, salió corriendo y ahora los jueces belgas no acceden a su extradición y le permiten hacer piña allí con el también fugado Puigdemont y otros dos compinches del 1-O. Hoy, en Europa, Bélgica es para los delincuentes españoles lo que la isla Tortuga en el siglo XVIII para los piratas, un sitio seguro".
España se rompe, esta vez por lo sanitario
Si ayer El Mundo acusaba al PNV (y más concretamente, al lehendakari Iñigo Urkullu) de liderar una revuelta cantonal por haber consensuado con otras cinco comunidades medidas para frenar el virus, hoy es el pontificador de ABC Ignacio Camacho el que suelta la misma cometa. Eso sí, no nombra a los jeltzales. Lo que hace es acusar de secesionismo sanitario a los territorios que dieron el paso que no se atrevió a dar el gobierno español: "Crearon sobre la marcha una suerte de confederación provisional ‘de facto’ que suplanta la autoridad del Estado y establece un improvisado ámbito común de control sanitario. A saber: Navarra, La Rioja, Cantabria, Asturias y País Vasco. Pura física política, la teoría de la ocupación inercial de los espacios. Un sorprendente ensayo de autogestión mancomunada: la 'descojogobernanza' al cuadrado".
De vuelta a las páginas de El Mundo, vemos que sigue su obsesión con el lehedakari. La bofetada de hoy tiene olor a naftalina: "El País Vasco es la única comunidad que no ha pedido la ayuda de las Fuerzas Armadas para combatir esta sexta ola del coronavirus. El territorio es uno de los más afectados por la variante ómicron, pero el lehendakari antepone la obsesión nacionalista a preservar la salud de los ciudadanos".
Y lo último que les cuento es que el director de La Razón, Francisco Marhuenda, se ha contagiado de covid. Como tantas decenas de miles de personas, sí. Lo que pasa es que él dispone de una columna diaria para explayarse. A fe que lo hace. Después de darnos detalles de los síntomas, aprovecha para dejarnos el recadito ideológico. Dice no entender por qué no se le permite ir contagiando a todo hijo de vecino: "Es absurdo. Una enfermedad es siempre algo no buscado. Es una carga que tenemos que asumir. En este caso con consecuencias leves. A pesar de ello, se nos limitan los movimientos, cosa que no sucede con la gripe o cualquier otra dolencia, impidiendo nuestro libre albedrío. Nos convertimos, gracias al omnímodo poder del Estado, en sujetos bajo sospecha". Que se recupere. Del covid, digo. Lo otro me temo que es irreversible.