Flojea la memoria en Diestralandia. No recuerdan que todas las anteriores vitoreadas detenciones de Puigdemont quedaron en nada. Por eso festejan con cohetes y guirnaldas la captura más reciente. Nada menos que en Alguer, la pequeña Catalunya de Cerdeña. Ahí tiene que haber una señal, viene a decirnos Rubén Amón en El Confidencial: "Debía sentirse tranquilo Carles Puigdemont en Cerdeña. No es Cataluña, pero la isla italiana aloja un territorio de minoría cultural y lingüística que permitía al prófugo sentirse igual que en casa. Se habla catalán en Alghero, allí donde han detenido al pirata. Y debía pensar el patriarca de Waterloo que la burbuja nacionalista en territorio italiano le preservaba de la orden de captura de Llarena".

El editorialista de ABC palmea con las orejas. "Ahora toca hacer justicia", reza el encabezado de una pieza que comienza así: "La detención en Cerdeña del que fuera presidente de la Generalitat y autor principal del golpe secesionista en Cataluña, Carles Puigdemont, no es solo una buena noticia para España, sino que era una deuda pendiente de nuestra democracia que se había cronificado con un galimatías jurídico provocado por la rebeldía de Bélgica a aplicar la euroorden".

Agustín Pery, cazado a lazo para opinar de urgencia en el vetusto diario, acaba sosteniendo la tesis contraria del editorial. Según él, ha sido el detenido el que se ha echado sobe las esposas: "Lo suyo no ha sido una detención, ha sido el final buscado de la escapada con la esperanza de seguir viviendo del cuento del presidente mártir que nunca existió".

Sin llegar a tanto como a proclamar que ha sido una entrega, el inefable Salvador Sostres la interpreta como un triunfo de ERC: "La detención de Carles Puigdemont es una victoria para Esquerra, y una respuesta a la sempiterna burla de Junts porque Junqueras se entregara a la Justicia". Unos párrafos después, redondea el juicio de intenciones metiéndose en la cabeza de Aragonés y Junqueras: "Sea cual sea el muy incierto recorrido que esta retención tenga, para entender de verdad la política catalana hay que tener claro que si Aragonès y Junqueras pudieran, pulsarían un botón para que de Puigdemont nunca más se supiera, como si se lo hubiera tragado la tierra".

En El Español, Ferrán Caballero apunta por el cuantopeormejorismo. Según él esta detención le viene como anillo al dedo al capturado y a su partido: "Su detención podría suponer, claro está, su derrota definitiva. Pero de momento, y mientras siga abierto el proceso, Puigdemont vuelve al centro de la escena y al centro del debate y lo hace por la puerta grande, como recordatorio permanente de todo lo que prometieron y no han cumplido ni cumplirán".

El Senado, mancillado por las 'lenguas vernáculas'

No cesa el cabreo por la reforma del reglamento del Senado que permitirá con cuarenta años de retraso que en la cámara alta se usen las lenguas propias. He perdido la cuenta de las columnas que en el encabezado, en el cuerpo o en los dos sitios tiran de la trillada comparación con Babel. Una de ellas es la del director de ABC, Julián Quirós, que se rasga las vestiduras así: "Es una forma de satisfacer a la izquierda y al nacionalismo que no creen en España, que inventan eso de la nación de naciones, o incluso imaginan una confederación de naciones donde el Estado no es una nación. Es la manera de presentar al Senado como una suerte de Parlamento Europeo pequeñito al que acuden representantes de distintos países con sus idiomas consiguientes. El Senado cede; después de tolerar la violación organizada de derechos fundamentales".

Unas páginas más allá, Ignacio Camacho vuelve con la cantinela del oprobio que supone que un senador de Cuenca tenga que ponerse pinganillo para entender a otro de Reus. Según él, tóquense los pies, esto es una muestra más del expansionismo periférico: "La brigada de intérpretes del Senado, que pretenden ampliar al Congreso, es la expresión de ese espíritu de conquista, la pica clavada en el centro de la vida política como alegoría de su posición decisiva en el entramado de poder sanchista".

En La Razón, Jorge Vilches, acogiéndose al comodín de marras, se mesa los cabellos porque España se está rompiendo: "Los nacionalistas han ideologizado la lengua, única herramienta de su diferenciación ahora que todo, desde las costumbres hasta la cultura, está globalizado. Por eso se empeñan en convertir el Senado en una falsa Torre de Babel, donde, a pesar de que todos tienen la obligación y el derecho de conocer el español como lengua común, va a haber traductores".

Franco le da sopas con honda a Sánchez

Como fin de fiesta, les regalo un par de bocados rancios recolectados en un delirante artículo de La Razón titulado, ojo al dato, "Franco y las novatadas". Su autor es el recalcitrante José Ignacio Palacios Zuasti, que nunca ha ocultado su admiración por el bajito de Ferrol. La tesis que viene a defender el fósil navarro es que mucho antes de que a Sánchez se le ocurriera poner coto a las novatadas, Franco las había prohibido en la academia militar que dirigió primorosamente. "La Academia General dirigida por Franco, que era la única guarnición militar de Zaragoza en la que se vivía al margen del apasionamiento político de esos años convulsos, se convirtió en la escuela militar mejor orientada de las que hasta entonces habían existido en España y en ese momento no había ningún centro de enseñanza oficial en nuestro país que a ella se pudiera comparar en organización técnica, en perfección pedagógica, en disciplina y compañerismo", anota para abrir boca, antes de llegar a la moraleja: "En materia de novatadas, pocas son las lecciones que el Gobierno de Pedro Sánchez le puede dar a Franco de lo que hay que hacer". Pueden ir en paz.