Angélica Joya, experta en psicología infantil, busca en sus publicaciones ayudar a padres/madres a criar a personas capaces, resilientes, seguras de sí mismas y, al mismo tiempo, interesadas en cooperar con los demás. En su último libro Educar sin desesperar (Ed. Planeta) ofrece ejercicios prácticos y herramientas fáciles de interiorizar, “para aprender a prevenir y gestionar las conductas que te irritan o preocupan en tu día a día”, explica. “Hay que aprender a entender y a saber gestionar las conductas que nos irritan, y lograr educar desde la calma y el respeto mutuo. Primero hay que tener claro que respeto no es igual a obediencia y sumisión. Nuestros hijos e hijas tienen las mismas necesidades y merecen el mismo respeto que una persona adulta. Y desde ahí, transmitir el conocimiento del mundo que te da la experiencia de la edad. Además, una autoestima sana incluye siempre la estima a los demás”, sostiene con convencimiento la psicóloga.

¿Cuáles son los principales motivos por los que los padres/ma-dres acuden a su consulta en busca de ayuda?

La desobediencia y las faltas de respeto. Llegan agotados y frustrados, a veces con la sensación de estar fracasando, otras con una gran culpabilidad y otras con impotencia. Lo que todos comparten es una gran desorientación respecto a cómo afrontar los retos educativos sin recurrir al estilo autoritario, pero sin caer tampoco en la permisividad ni la laxitud.

Cada vez se produce más bullying entre niños/as y adolescentes. ¿Cómo se puede atajar?

Una de las cosas que podemos hacer para ayudar en esta problemática es no pensar en términos de víctima y victimario. Es sobre todo un problema de grupo. Si lo trabajamos así podremos ayudar mucho mejor no sólo al que en ese momento acosa, sino también al que está sufriendo el acoso. Es muy importante trabajar con el grupo el respeto mutuo y tener muy claro cuáles son los límites y también el respeto por los diferentes. Hoy en día, lamentablemente, como socialmente estamos muy polarizados cada vez es más difícil que los niños aprendan a respetar las diferencias porque no lo ven en el mundo de los adultos.

Es preocupante ver los datos de violencia contra las niñas por parte de otros niños. ¿Qué está fallando?

Todos los fenómenos sociales están influidos por muchas cosas. A veces, los padres tendemos a pensar que si nuestro hijo hace algo malo, independientemente de la edad, es nuestra responsabilidad. Afortunadamente o desafortunadamente no somos culpables al cien por cien de lo que hace. La educación no es el único factor involucrado en esos fenómenos sociales. Lo que no podemos hacer es normalizar la violencia; todavía seguimos haciéndolo en el trato con la infancia. Mientras esto no se trabaje será muy difícil que ellos, cuando sean mayores, sepan poner los límites de una relación tóxica. Si han crecido normalizando que la persona que más les ama y les cuida tiene sus momentos de violencia, será difícil que no reproduzca lo que ha vivido.

Existe entre los propios niños esa justificación contra la violencia hacia las niñas. ¿Cómo encauzar esto para que los pequeños no deriven hacia ella?

El trabajo empieza en casa, pero también en el colegio donde se pasan muchas horas. Esa justificación es muy humana. Cuando yo hago algo que se aleja de esa persona que yo quiero ser, me justifico. Son como los mecanismos de defensa para proteger mi propia autoestima. Que un adulto pida perdón a un niño es muy importante; no está perdiendo autoridad, sino al contrario, le está educando en muchos valores que son muy importantes.

¿Cómo acertar en poner bien los límites de los niños?

En primer lugar, hay que separar entre límites y normas para que de este modo sea más fácil poder asumirlo. Los límites son más fijos y tienen que ver con preservar su seguridad y su integridad. Las normas dependen mucho del sistema de valores de la familia, pero van cambiando en función de la edad del niño y de las necesidades que tenga. Ahí entran los pactos. Hay muchas normas que puedo y debo consensuar con mi hijo y que funcionarán mejor cuanto más lo involucre. Puede haber otras que quizás no consulte con él, pero se las explico e intento ser empática cuando a él no le agraden.

Hay un cambio de paradigma en la familia. Existen muchos modelos. ¿Una persona debe de pensar antes en sus hijos que en su pareja o en ella misma?

Lo importante es que la persona se pueda escuchar a ella misma, porque si no está bien, no podrá educar bien. Además, hay que hablar de respeto mutuo, porque si tú estás solo enfocado en las necesidades del niño no le estás enseñando a poner límites, a escucharse tampoco. Es cierto que pasar por divorcios y separaciones es difícil, pero yo les diría a esas personas que tienen que pensar en lo que es mejor para ellas también. De todas esas dificultades, siempre puedes sacar cosas positivas y enseñárselas a tus hijos. 

En su libro indica algunas claves para que los niños y niñas se sientan útiles para las familias.

Si queremos que un niño crezca bien y a gusto a nivel de salud mental, es necesario que su crecimiento esté asentado en dos pilares. Uno es la conexión y el otro, la contribución. La contribución quiere decir que se sienta capaz de hacer cosas. La familia debe de dejarle que las haga y que se equivoque. Además, hay que pedirle sus ideas y su opinión. Los niños pequeños suelen querer contribuir, lo que ocurre es que las personas adultas no se lo permiten, por falta de tiempo. Por otro lado, otro aspecto de la contribución es la soberanía; precisan sentir que son soberanos de su propia vida. De pequeñitos, no vas a dejar que decidan todo, sin embargo, puedes ofrecerles opciones para que elijan. Y a medida que van creciendo vas ampliando esto. Estas son cosas sencillas de permitirles sentir esa contribución.

¿Históricamente no se ha tratado a los niños con el mismo respeto que a los adultos?

Un adulto puede gritar, amenazar e incluso pegar a un niño y muchas personas dirán que es una “medida educativa” e incluso aplaudirán. Sin embargo, si un niño o un adolescente expresa desacuerdo con un adulto o se niega a complacer sus demandas, muchos lo considerarán inmediatamente una falta de respecto. Esto se debe a que durante mucho tiempo se ha equivocado (y se sigue haciendo) el respeto con la obediencia y la sumisión. Y, por si esto fuera poco, también hemos normalizado conductas hacia la infancia que atentan directamente contra la dignidad humana.

¿Qué estrategias propone para Educar sin desesperar?

Los niños pueden concluir que solo están seguros cuando son el centro de todo: dejan de ver a los demás y sienten inseguridad si las cosas no se hacen como ellos quieren y cuando ellos quieren. Esta es la manifestación de que están cojos de contribución. Y, al contrario de lo que quizás puedas pensar, ningún niño es demasiado pequeño para trabajar este aspecto. De hecho, las bases más sólidas de la personalidad de los seres humanos se forjan en los primeros años de vida.

¿Cuándo recomienda acudir a un profesional?

Cuando se ha intentado poner en práctica las distintas estrategias que propongo en el libro como fomentar el respeto y los límites y evitar las luchas de poder; la responsabilidad y cooperación, fomentar la autoestima sana y asertiva, entre otras, y no se ven cambios en el niño. No se puede esperar un cambio de un día para otro, pero si la situación no va a mejor hay que ir a un especialista que para que ayude a la familia y al niño a valorarse.

¿Qué necesitan para aprender a valorarse, a tener una alta autoestima y asertividad?

Precisan sentirse amados, percibir que los aceptamos y los valoramos solo por el hecho de existir. Porque es muy fácil amar y respetar cuando todo va bien, pero ¿qué pasa cuando la conducta de tu hijo no te parece adecuada? ¿Sigues demostrando amor incondicional? Recuerda que el orden, la puntualidad o los modales siempre pueden quedar en un segundo plano, porque lo importante es la conexión. Hacerlo así no es malcriar, sino educar en la aceptación incondicional y conociendo el funcionamiento cerebral. La corrección, el enfoque en soluciones o la posibilidad de entrenar o llegar a acuerdos vendrán después, pero la conexión siempre tiene que ser nuestra prioridad. Una autoestima sana incluye siempre la estima a los demás.

¿Un límite que nunca se debe sobrepasar?

El respeto mutuo. 

QUIÉN ES

Angélica Joya es una psicóloga clínica y educadora. Forma parte de la Asociación Disciplina Positiva España. Es miembro de la Asociación de Disciplina Positiva Americana (Positive Disciplina Association) y fundadora de implique, donde realiza terapia y apoyo grulla a familias y adultos, así como formación y conferencias a docentes, familias, parejas y profesionales del deporte. Es autora de numerosos libros y publicaciones que buscan ayudar a los padres y educadores. Además, es entrenadora de disciplina positiva.