“Lo más peligroso es que la violencia se vea como una mala racha”
La psicóloga Irune Bonilla advierte de que el maltrato más dañino suele confundirse con amor
Muchas veces, la violencia de género no tiene golpes ni gritos. Se esconde en lo cotidiano: en silencios que castigan, en celos que se presentan como interés, en críticas disfrazadas de preocupación. La psicóloga Irune Bonilla Pérez, experta en violencia de género y trauma con más de veinte años de experiencia atendiendo a mujeres víctimas, advierte que las formas más dañinas del maltrato suelen confundirse con amor, y que esta invisibilidad es lo que hace que muchas mujeres queden atrapadas sin darse cuenta.
“Las dinámicas violentas más frecuentes y difíciles de detectar son las invisibles, aquellas incrustadas en la vida cotidiana y que se llegan a confundir con amor, cuidado o carácter”.
Bonilla, que trabajó durante dos décadas en el servicio foral Hegoak y actualmente ejerce en el ámbito privado, explica cómo el control, la culpa y el aislamiento se instalan gradualmente, erosionando la autonomía y la autoestima de las mujeres.
“No temía lo que él pudiera hacerme, sino que, con cada desprecio, me hiciera sentir que nunca sería suficiente”
“Las dinámicas violentas más frecuentes y difíciles de detectar son las invisibles, aquellas incrustadas en la vida cotidiana y que se llegan a confundir con amor, cuidado o carácter”, dice y añade: “Las señales más frecuentes son las conductas de control disfrazadas de protección –preguntas constantes, opiniones sobre la ropa y/ o sobre las amistades– que gradualmente restringen la libertad de la mujer.
“La doble cara del maltratador es una de las características que más desconcierta a las víctimas”
A esto se suma el aislamiento emocional, donde la mujer va perdiendo red social porque él desvaloriza a quienes la apoyan o genera conflictos cuando ella intenta relacionarse. Otra forma invisible es la culpabilización continua: todo recae sobre ella, desde los enfados hasta el malestar de los hijos e hijas”. “Con el tiempo, la mujer termina dudando de su propio criterio y creyendo que exagera o que es demasiado sensible. La desvalorización, a través de comentarios que minan la autoestima, contribuye a que sienta que no merece nada mejor o que nadie la va a querer. También es parte de la violencia invisible el silencio castigador, la indiferencia, los celos normalizados, los cambios bruscos de humor o el trato desigual, que generan miedo y confusión sin que haya agresiones explícitas”.
“Con el tiempo, la mujer termina dudando de su propio criterio y creyendo que exagera o que es demasiado sensible. La desvalorización, a través de comentarios que minan la autoestima".
Según cuenta, la permanencia en una relación de maltrato no puede interpretarse como una elección libre ni como una falta de fuerza de voluntad. “Es necesario entender que las mujeres no se quedan porque quieren, sino porque se encuentran atrapadas en un entramado complejo de factores psicológicos, relacionales, sociales y estructurales que condicionan profundamente su capacidad de decisión. La pregunta adecuada no es por qué no sale, sino qué factores están operando tanto dentro de ella como a su alrededor para que terminar una relación de violencia resulte tan difícil o incluso peligroso”.
Contra la violencia de género: el amor romántico y sus trampas
“Mantenerse en una relación de violencia no es un signo de debilidad, sino muchas veces es la estrategia más segura que ha encontrado la mujer para sobrevivir. La salida no suele ser un acto puntual sino un proceso gradual que requiere seguridad, apoyo, acompañamiento y un entorno que no juzgue. La mirada profesional y social debe centrarse en entender, sostener y acompañar, nunca en culpabilizar”. En cuanto las consecuencias, la experta asegura que “las mujeres que sufren violencia de género suelen presentar consecuencias psicológicas profundas y persistentes. Lo más frecuente es el desarrollo de síntomas postraumáticos como ansiedad, hipervigilancia, insomnio, pesadillas y una sensación constante de amenaza”.
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