El propio Iñaki Kerejazu lo ha dicho estos días: Celedón constituye, seguramente, el fenómeno más transversal que existe en Gasteiz.
Y como no podía ser de otra manera, el regreso a la ciudad del aldeano de Zalduondo ha vuelto a ser este lunes el cenit de esa transversalidad. Por cómo esta celebración puede unir en el éxtasis colectivo a personas tan diversas y por las múltiples formas de vivirla que existen.
No han importado las sofocantes temperaturas que han golpeado la capital alavesa este 4 de agosto para que la Plaza de la Virgen Blanca presentara ya más de hora y media antes de la llegada de Celedón un aspecto de lo más concurrido. Abanicos, pistolas de agua y outfits ligeros han sido algunos de los mejores aliados contra el calor.
El grupo formado, entre otros, por Carlos, Amer, Sebastián, Jon, Ibai, Imanol y Tom, mezcla de vitorianos y donostiarras, bien protegidos con sombreros de paja y ataviados con crop tops de I love Nirvana, se prepara para vivir un arranque festivo al que no acostumbra a faltar. “Para eso trabajamos todo el año. Ahora vamos a pasarlo bien”, verbaliza el primero antes de la foto colectiva.
Jóvenes, pero también numerosos grupos cuyos integrantes tienen ya muchas fiestas de la Blanca a sus espaldas, se dan cita en la plaza.
Claudia, Vicky, María, Maddi, Naroa y Mikel, Laura, Miren o María Pía, que también son de las habituales en este arranque festivo, pertenecen al primero de estos grupos.
“Para mí esto es una experiencia inolvidable. Soy de Ecuador y en mi país nunca se vive algo así. Ver a la gente disfrutar, alegre, los blusas... estos son días de mucha alegría y mucha emoción”, remarca, con una sonrisa de oreja a oreja, la última.
La plaza, poco a poco, va llenándose de gente a la espera del momento más esperado. En medio de una explosión de color y purpurina se encuentran Patricia, Liher, Cristian, Rodrigo o Pau, parte de Vitoria y parte de Madrid.
“Esta es la primera vez, somos vírgenes. Estamos encantados”, apunta el tercero. Mientras tanto, Patricia se prepara para vivir la bajada por primera vez en compañía de su hija. “La llegada de Celedón es el inicio de las fiestas de mi ciudad querida y amada, así que siempre a tope. Ahora con la cría viviremos la fiesta más de día que de noche, pero igual de bien”, apunta, antes del retrato grupal, esta gasteiztarra.
Emoción cada vez menos contenida, cánticos desenfrenados, abrazos y saltos a cada minuto más numerosos marcan los minutos previos a una bajada de Celedón que, puntualmente, arranca a las 18.00 horas tras la explosión del cohete desde la balconada, bajo la atenta mirada no solo de las decenas de miles de personas reunidas en la Virgen Blanca sino de otros puntos de la ciudad como la vecina Plaza Nueva.
Bajada en familia
Mikel, Oier, Markel, Izaro y Erik, dormido en el coche capota, esperan con sus respectivos aitas en el callejón de La Unión. “Qué, entramos ya”, grita Mikel a lo lejos, y la cuadrilla al completo se adentra en la Plaza Nueva.
Cada año, más y más familias y amigos con hijos asisten a la bajada de Celedón desde los arcos de la plaza de la Casa Consistorial. Están en el meollo de la fiesta, pero sin adentrarse en el mogollón. En la pantalla gigante, la multitud de la Virgen Blanca canta, baila y vitorea a Celedón. En la plaza, el ambiente es prácticamente similar, pero más familiar, y con pistolas de agua en lugar de litronas de kalimotxo.
Los nervios se desatan cuando el muñeco aparece en la torre de San Miguel. Emoción y gritos inundan la plaza, abarrotada de gente situada a la sombra, bajo los arcos de la Plaza Nueva. Frente a la pantalla, los más valientes se decantan por la primera fila, como si del escenario de un concierto se tratara para no perderse ni un pequeño gesto de Iñaki Kerejazu.
“Celedón ha hecho una casa nueva; Celedón, con ventana y balcón”. Móviles y pañuelos al aire, la plaza bota bajo el estruendo de los cohetes. “¿Lo ves?”, sitúa Ana a Iker. “Ahí arriba, donde el paraguas”, señala con el dedo, mientras el pequeño dirige su vista hacia el cielo.
Aitor y Amaia son hermanos. Llevan muchas bajadas de Celedón a sus espaldas, pero desde que tienen niños acuden a la Plaza Nueva. Junto a Raquel, mujer de Aitor, y sus respectivos hijos e hijas pasan la primera jornada de las fiestas en familia. Aitor y Raquel se van de vacaciones, así que han comido todos juntos y asistido a la bajada de Celedón con Noa, Unai e Irati.
“Bien, nos ha gustado mucho”, asienten los tres a una. “A mí cuando bajaba el muñeco”, apunta Unai. Amaia se queda en Vitoria algún día más, así que el plan es callejear todo el día y bailar con gigantes y cabezudos.
Ambos hermanos confiesan que echan de menos estar en el mogollón de la Virgen Blanca, aunque reconocen que “la emoción de la bajada no se pasa nunca”, comenta este blusa de Batasuna, mientras a Amaia le queda la espinita de no haber salido de neska en cuadrilla.
Maialen y Xabi son amigos de la ikastola. Tras refrescarse bajo los cubos de agua que caen desde los balcones de la Plaza Nueva y al cuidado de Rakel, Irune y Joxean, cuentan que en La Blanca correrán el toro de fuego y verán a Celedón Txiki y Edurne.
A unos metros descansan en el suelo Esti y Nazareth, dos amigas, junto a toda su chiquillería: Jon y Ane, por un lado, y Oier y Uxue, por otro. Los cuatro asisten a la bajada de Celedón desde que iban en la tripa de sus amas, y en unos años lo harán desde el meollo de la Virgen Blanca, confiesan entusiasmados.