Adurza está viviendo un 2025 difícil de olvidar. Tal y como ocurrió a partir de los años 60 del pasado siglo, cuando el barrio se llenó de vida al calor de la industrialización de Vitoria, la celebración del 1.000 aniversario de la primera mención escrita de la antigua aldea de Adurzaha sobre la que se asentó, y de la que heredó topónimo, ha sido ahora la mejor excusa para revitalizar un sentimiento de comunidad único en la capital alavesa.
Para reivindicar esa identidad propia que siempre le ha caracterizado, forjada al otro lado de las vías del tren y por moradores de muy distintas procedencias.
Adurza se ha hecho mayor y tiene múltiples necesidades, empezando por la de una vivienda digna para todas las personas que desean residir aquí. Y no es ajeno a otros problemas también generalizados como la pérdida de pequeño comercio.
Pero entre su vecindario hay una “esperanza” compartida por el presente y por lo que deparará el futuro, impulsada por una juventud cada vez más organizada y proactiva.
Uno de los primeros barrios obreros
Adurzaha ya no existe físicamente, porque a partir del siglo XV, a medida que Gasteiz se fortaleció como ciudad, el núcleo perdió derechos y poder y terminó por quedarse vacío.
Pero no desapareció del todo y casi un milenio después revivió convertido en uno de los primeros distritos obreros de la ciudad. Un legado que ha sido, precisamente, el que ha contribuido a este nuevo despertar. Al de la recuperación de su “orgullo de barrio”, según subraya Juan Sánchez, vecino y miembro de Ikasberri, la asociación de madres y padres (Ampa) de la ikastola Adurza.
“Hay gente, ganas y buenas relaciones”, apostilla Juan. “A diferencia de otros barrios antiguos, en los que se ha perdido un poco, aquí hay mucho movimiento. Y está resurgiendo gracias al cambio generacional”, corrobora Nerea Gallastegi, también residente en Adurza y responsable de su centro social, uno de los principales elementos cohesionadores del barrio.
La reciente celebración en el marco de la dinámica Adurzaha de otro cumpleaños redondo, el 40 de Ikasberri, llenó de “emoción” a Pablo Borinaga, vecino de la calle Iturritxu y partícipe de los primeros pasos de la ikastola.
“Adurza siempre ha tenido mucho meneo social. En los últimos años menos, pero parece que ahora empieza a resurgir. Y después del ambiente de ese día... esto va a seguir 40 años como mínimo”, celebra este pensionista, quien sí echa en falta una “convivencia más cercana” entre vecinos, en este caso dentro de las propias comunidades.
“Ver que hay gente joven con ganas de hacer cosas es sobre todo ilusionante”, apunta por su parte Garbiñe Fernández de Landa, unida a Adurza desde niña –ahora reside “a caballo” entre el barrio y Zabalgana– e integrante del colectivo vecinal Adurtzakoak.
Araceli Gonzalez de Langarika, que siempre ha participado de forma activa en los movimientos sociales de Adurza, suscribe estas palabras y pone igualmente en valor la progresiva euskaldunización del distrito, una realidad muy diferente a la que ella vivió cuando llegó al barrio –primero a San Cristóbal– desde Araia, con apenas 11 años.
“Cuando vine aquí nos llamaban los vascos, porque hablábamos euskera. Pero ahora las bileras de Adurzaha son en euskera y hay mucha gente joven. Yo estoy muy esperanzada porque hay un movimiento juvenil muy majo”, celebra.
Eneko Méndez es parte activa de él. También vecino de Adurza, donde sus abuelos –él extremeño, ella de Labastida– echaron raíces, y miembro de la renovada Gazte Asanblada, pone voz a esa nueva generación que tanto se está implicando en construir un barrio vivo.
Este joven lo tiene claro: “Lo fundamental es mantener lo que tenemos, la identidad de barrio, todo lo que nos hace nuestro”.
“Puede que necesitemos hacer nuevos parques, o reinventar instalaciones que tengamos. Pero la clave es apoyar a nuestros bares, al pequeño comercio... hacer todo lo que podamos dentro del barrio”, sintetiza Eneko.
Una amplia sala del centro social de Adurza, en plena calle Heraclio Fournier, sirve de escenario para el encuentro con NOTICIAS DE ÁLAVA, donde las anécdotas pasadas y los anhelos futuros se entremezclan en la conversación.
Tanto Juan como Nerea, que han sido los últimos en instalarse en el barrio, coinciden en apuntar a ese “carácter” único de Adurza al ser cuestionados sobre qué les atrajo a él.
“Al llegar me llamaba mucho la atención que la gente se conocía por su nombre. Es el hijo de tal, como en los pueblos”, apunta ella. “Siempre me ha atraído el ambiente de aquí, esa relación mucho más cercana que yo dejaba de percibir en otros barrios”, añade Juan.
Pese a todo lo bueno, las necesidades del barrio no tardan demasiado en salir a la palestra. Adurza fue el año pasado uno de los distritos de la ciudad que más habitantes sumó –326, hasta los 7.024–, pero lo hizo principalmente impulsado por las promociones de vivienda nueva en torno al parque de Olarizu, no tanto por un plan de rehabilitación integral como el que ya se está desarrollando en Zaramaga y que sigue esperando como agua de mayo.
El acceso a la vivienda es, precisamente, una de las grandes dificultades a las que se enfrentan jóvenes y no tanto.
“Tenemos mucha demanda y muy poca oferta. Hay muchos pisos que se han ido quedando vacíos, de gente mayor, que están en muy malas condiciones. Deteriorados, sin accesibilidad, y además caros. Así que ya sabemos a quién van dirigidos: a gente con menos poder adquisitivo que no puede acceder a una vivienda mejor y que cuando pueda se marchará y no se arraigará en el barrio”, expone Nerea, quien critica la práctica ausencia de ayudas para reformar vivienda antigua mientras sigue inyectándose dinero público en la construcción de VPO en las afueras.
La pérdida de comercios también “preocupa mucho” a la responsable del centro social, pues son un elemento clave en la vertebración del barrio. “Dan vida y ayudan a tejer redes y relaciones”, sintetiza. No es baladí que el Mercado de Hebillas sea todavía uno de los que mejor salud goza en la ciudad, donde en los años recientes se han sucedido los cierres.
Salud y educación
Y hablando de salud, Garbiñe y Araceli ponen voz a la demanda de un nuevo recurso sanitario que dé respuesta a un barrio cada vez más envejecido. “Hay que construir un centro de salud nuevo que dé cobertura a todo el mundo, y con especialidades. Al que pueda venir toda la gente del barrio y los vecinos de Goikolarra. A veces se olvida también que los estudiantes universitarios reciben aquí atención durante el curso”, apunta la segunda.
Adurza ha crecido hasta las 7.024 personas censadas, 326 más que hace un año, pero sigue aguardando un plan integral de rehabilitación
“Es un centro –el de Olarizu– con una falta de espacio físico evidente”, añade Nerea, quien pone el foco en la ausencia de especialistas en Ginecología y en la carencia de pediatras.
Otro de los asuntos que más preocupan al barrio y que seguramente dará mucho que hablar en los próximos meses va a ser la pretendida fusión de la ikastola Adurza con el colegio San Ignacio, un proceso que en palabras de Juan se está caracterizando por la “falta de concreción” y las “palabras vacías” por parte del Departamento de Educación.
“Un reto muy importante es hacer una ikastola que sea el referente de la educación pública en el barrio”, apunta.
Por de pronto, tanto Ikasberri como el Ampa de San Ignacio –Olaitu– ya han comenzado a coordinarse para exigir de forma conjunta “un plan y participación” por parte de las familias.