Ayer cerró una pollería en el mercado de la Avenida de Gasteiz para sorpresa de clientes y tenderos. Una tristeza ver la persiana bajada. Otro negocio cerrado y una veintena menos de trabajadores, cuatro en tienda y el resto en el pabellón, cuentan los comerciantes. Sin embargo, casualidad, ayer también abrió una carnicería en este mismo centro de tiendas de alimentación. Un halo de esperanza en mitad de este declive progresivo que desde hace años arrastran los mercados de barrio de Vitoria.
En tres décadas son muchas las carnicerías, pescaderías, charcuterías y fruterías que han echado la persiana de forma definitiva. Puestos que, tras jubilarse las personas que atienden habitualmente al público, nunca más se reabren. Mercados enteros desaparecidos, como los de Zaramaga y Adurza. O Gorbea, en la plaza Zaldiaran, uno de los más grandes, con dos plantas repletas de puestos abiertos, más de un centenar, de los que apenas queda un puñado. Otro tanto ocurrió en Coronación, barrio que se quedó sin mercado y al lado surgió otro, pero con apenas dos o tres puestos. A día de hoy siguen activos éste de la Avenida, con siete puestos abiertos y el de Hebillas, en San Cristóbal, con otros tantos.
De psicosis en psicosis
¿Están, por tanto, abocados al cierre los mercados de barrio en Gasteiz? El futuro pinta negro desde hace años, según manifiestan los tenderos que todavía sobreviven a las sucesivas crisis.
La clave está en la falta de profesionales, en la falta de mano de obra cualificada y en la falta de relevo generacional, de trabajadores formados para hacerse cargo de este tipo de negocios cuando se jubilan los actuales regentes. “Vas a buscar un empleado y no hay personal cualificado, te las ves y te las deseas para encontrar a alguien que sepa manejar el machete y el cuchillo”, corrobora Lourdes, que atiende junto a Olga el mostrador de pescadería Paula.
“¿Qué pensamos de cara al futuro? Aquí, todos pensamos en sobrevivir hasta que nos jubilemos porque sabemos que nadie va a volver a abrir estos puestos, así que se acabarán cerrando a medida que nos vayamos jubilando y, más o menos, somos todos de la misma edad, rondamos los sesenta”, señala.
Clientela fiel
Y eso, a pesar de reconocer que el mercado de la Avenida funciona y goza de una clientela fiel, que mantiene cierto poder adquisitivo, un perfil de cliente de entre 40 y 60 o más años. “Compradores de mediana edad y mayores, pero también notamos que entra un tipo de cliente más joven, sobre todo, parejas con niños que se preocupan por la buena alimentación de sus hijos e hijas, de 37-38 años”, describe.
Muchas de estas parejas más jóvenes eligen comprar en este mercado porque sus padres lo han hecho toda la vida y, aunque quizá no son tanto de comprar a diario porque trabajan, se acercan los viernes o sábado y hacen pedido para toda la semana.
No recuerdan una crisis tan profunda
En su larga trayectoria como pescadera, Lourdes no recuerda una crisis tan profunda como la actual. “Acaba una psicosis y empieza otra, siempre hay alguna piedra en el camino”, lamenta. Lo achaca al miedo de la población por todas las noticias negativas que escucha.
La falta de personal cualificado es clave, por tanto, en la buena o mala marcha de los mercados de barrio. Y la desbaratada subida de precios, fundamental en el cambio de hábitos de compra. “Se miran más los precios, se compara y buscan ofertas entre una tienda y otra; o se compra menos cantidad porque, al final, todos hemos perdido poder adquisitivo, aunque nuestros clientes no se preocupan demasiado por los precios, saben perfectamente lo que quieren y, normalmente, lo compran”, observa Lourdes. “A primeros de mes se compra más por kilos y a finales, por unidades”, puntualiza.
Nueva carnicería
En el puesto de al lado, Marimar atiende tras el mostrador de la nueva carnicería Conchi, que también despacha en tiendas de Salburua, Zabalgana, Abastos y en el pabellón de Bekolarra. Sólo lleva dos días con la persiana subida, pero le gusta la clientela que tiene, la ubicación del mercado y el ajetreo que ha tenido después del puente de San Prudencio.
“Muy bien, muy bien, hay mercado, hay mercado”, repite esperanzada. No obstante, coincide en que la clientela opta ahora más por la carne de pollo y cerdo porque son más baratas. También que compra más a menudo y en menor cantidad. “Pero eso es bueno, si puedes llevarte producto en el día a día, mejor”, recomienda esta carnicera con 23 años de experiencia en un negocio de los Pintores.
A Visi también le ha sorprendió el repentino cierre del puesto de pollos y huevos. Indica que tenía producto de calidad, buenos precios y clientela. “Siempre tenía mucha gente comprando”, indica. “Que un puesto cierre es malo para todos porque aquí nos complementamos, entre unos puestos y otros ofrecemos mejor servicio y el cliente, si ve una persiana abierta, se acerca y ojea los puestos de al lado”, explica. “Pero no hay profesionales; cuando nos jubilemos, pues..., la mayoría de los negocios cerrados no se reabren porque no hay gente interesada en este trabajo, que es mucho trabajo”, reconoce tras el mostrador de la charcutería Ioar, que en el mismo mercado tiene carnicería.
Pone en valor la cliente fiel que entra por la puerta y está convencida de que se debe a la confianza. “La confianza lo es todo y los clientes saben que nuestro producto es de calidad; claro que preguntan el precio, pero también funciona mucho el boca a boca”, aprecia. “Es una lucha diaria”, sostiene.