Puede que el simple hecho de pensar en una abeja cause rechazo en algunas personas. Y más, cuando ese pensamiento se focaliza detalladamente en la introducción del aguijón sobre la piel. Pero, lo cierto es que el veneno de estos pequeños seres puede resultar beneficioso para la salud humana.

Así lo advierte la técnica conocida como apipuntura, donde el veneno de las abejas —apitoxina en términos de medicina— es utilizado como terapia para tratar enfermedades autoinmunes además de otras como artrosis o artritis.

"La apiterapia consiste en mantener la salud a base de los productos de la colmena y el veneno de la abeja"

Precisamente en todo este colmenar, denominado como apiterapia, lleva diez años sumergido Angelo Jiménez, Técnico Superior en Apiterapia que cuenta con una pequeña consulta en Vitoria, ubicada en la plaza de la Provincia y abierta solamente los jueves, además de un centro de apiterapia más amplio en la capital guipuzcoana. “La apiterapia consiste en mantener la salud a base de los productos de la colmena y el veneno de la abeja. Usamos las abejas vivas e inoculamos con su aguijón”, explica el técnico.

Los inicios

"Mi madre empezó a picarse con abejas en manos de un profesional y en dos meses los cambios fueron brutales"

Tal y como narra a este periódico, sus inicios en el mundo apícola enfocados hacia el bienestar humano se dieron por su madre, quien padecía problemas osteoarticulares derivados de la artrosis. Sin ninguna solución médica a la vista y tras escuchar hablar de esta técnica, comenzó a explorar todo sobre ella, contando con la base de estudios previos en quiromasaje. “Mi madre empezó a picarse con abejas en manos de un profesional y en dos meses los cambios fueron brutales”, cuenta Jiménez.

Y es que, según expone el técnico, el aguijón de la abeja contiene componentes favorables para la salud; como las fosfolipasas, la histamina, la pamina, el péptido 401 o la quitina. “Algunos de ellos son antiinflamatorios, otros analgésicos y también los hay que regeneran tejidos”, apostilla.

"Lo más común que solemos tratar en el día a día y donde mejores resultados solemos ver es en la artrosis"

En este sentido, el aguijón funciona con “tipo de inflamación, prácticamente”. Aunque, remarca que “lo más común que solemos tratar en el día a día y donde mejores resultados solemos ver es en la artrosis”. Y, con los picotazos, los resultados empiezan a hacerse visibles “a las cuatro semanas”. Principalmente se disminuye el dolor y la inflamación articular.

Perfil del paciente

Con quien Angelo y su equipo más trabajan a diario es con pacientes de entre 45 y 50 años en adelante, por motivos de la artrosis. Aún y todo, asegura que también se acercan jóvenes 20, 25 y 30 años que llegan a la consulta con problemas de tendinitis, lumbalgias o hernias, entre otros.

Por otro lado, el proceso tiene sus partes. Todo empieza con una primera cita al paciente, donde se descartan la “posibles contradicciones” contiene la apiterapia. A partir de ahí, si la persona es válida para someterse a la técnica de las abejas— porque reúne las condiciones— se le realiza una analítica de inmunoglobulinas (anticuerpos) para descartar cualquier proceso alérgico.

“Cuando tenemos la prueba alérgica el paciente viene a terapia y las sesiones van graduales, semanalmente un mínimo de ocho sesiones, porque el cuerpo se tiene que acostumbrar a la abeja. Al final estamos introduciendo un antígeno”, indica el experto. 

En este sentido, advierte de que, durante la primera semana de inyección, el cuerpo no va a actuar de forma “brusca” porque se tiene que acostumbrar a la abeja. 

En la segunda semana, en cambio, sí, cuando se produce un prurito; un pequeño hinchazón, que se trata de un “proceso del organismo de defensa”. Asimismo, a partir de la tercera o cuarta semana, ese hinchazón desaparece y la terapia ya es prácticamente indolora. “No en el momento de aplicar las abejas pero sí, posteriormente. De hecho ya no se produce ni prurito ni inflamación, por lo que el paciente se va a casa sin picores y sin nada. Ahí es cuando empieza a funcionar la apiterapia”, explica.

Supervisión

"Exigimos siempre un informe médico de lo que hay que tratar. No diagnosticamos nunca"

Asimismo, añade que todos los tratamientos tienen que estar supervisados por el médico. “Exigimos siempre un informe médico de lo que hay que tratar. No diagnosticamos nunca”, explica. Aunque todavía queda camino en temas de visibilización, Jiménez asegura que el boca a boca funciona. “La gran mayoría encuentra buenos resultados y sigue probando”, sostiene.

“Mientras no se sienta agredida o amenazada, puedes jugar con ella tranquilamente"

En este sentido, señala que, lejos de lo que se tiende a pensar, las abejas no son seres agresivos. “Mientras no se sienta agredida o amenazada, puedes jugar con ella tranquilamente”, comenta.

Ángelo Jiménez jugando con algunas de sus abejas Cedida

Productos derivados

Además de la apipuntura, también forma parte de la apiterapia la apifarmacopea, lo que denominan como terapia de la célula feliz. Sin ir más lejos, son todos aquellos productos derivados de la colmena; como la miel, el polen, la jalea, el propóleo o el pan de abejas. “Si tenemos que tratar una esclerosis múltiple, un párkinson o una artrosis, siempre recomendamos tomar jalea, polen para estar bien nutridos. Al final los productos de la abeja son altamente nutricionales”, señala el técnico.