El campo alavés está sumergido en una situación de crisis desde hace varios años y no levanta cabeza, debido a los pocos ingresos y muchos gastos que dan las explotaciones agrarias. “Lo que el sector espera de este 2024 es muy simple: precios dignos, vida digna, rentabilidad para nuestras explotaciones y que nos dejen trabajar”, enumera la presidenta del sindicato agroganadero alavés UAGA, Edurne Basterra.
“Vivimos inmersos en una situación de crisis desde hace varios años, unos subsectores más que otros y se requieren medidas realistas y eficaces para la continuidad del sector”, reivindica Basterra.
“Somos un sector imprescindible, que producimos alimentos para la sociedad y mantenemos los ecosistemas y nuestros pueblos vivos”
El campo alavés recogió en 2023 la peor cosecha de cereal del siglo, 70.000 toneladas menos de grano por culpa de una sucesión de anomalías climáticas: sequía, heladas, lluvias tardías y torrenciales y granizo. La suma de todas ellas dañó el 72% de la superficie sembrada. “Una campaña para olvidar”, resumió Andrés García, gerente de la cooperativa Garlan en su balance de la campaña cerealista.
Por eso, de cara a 2024, lo primero que anhela el sector primario es que la climatología acompañe, con precipitaciones suficientes y a su hora para recoger una cosecha suficiente para que los agricultores dejen de trabajar a pérdidas.
Evidentemente, es pronto para vaticinar cómo será la cosecha de cereal del próximo año, sobre todo porque el desarrollo del cultivo depende del tiempo.
No obstante, la perspectiva es que los precios del cereal sigan a la baja, porque continúa sin estabilizarse el mercado. Y, aunque los costes de producción se están moderando, los gastos para el agricultor no se abaratan lo suficiente para compensar el descenso de ingresos por la venta del grano. De ahí que el gerente de Garlan, cooperativa que maneja la mayor parte del cereal en Álava, entienda que una buena campaña y abundante cosecha es la única manera de garantizar la rentabilidad de los cultivos.
“¿Qué piden los agricultores? Que acompañe la climatología, sobre todo, que es la principal variable que tenemos en el campo, aunque sea incontrolable, y que no haya siniestros. A partir de ahí, que se estabilice el mercado, que los precios sean más favorables y que se reduzcan los costes de producción”, enumera.
De momento, algo ya han bajado de precio. Por ejemplo, el precio de los fertilizantes se ha reducido un 35-40%, cierto que la subida fue desmesurada. Algo se ha abaratado también el gasoil, en torno al 20%. Sin embargo la compra de maquinaria se ha encarecido de forma importante y no hay señales de que vaya a bajar su precio, el de sembradoras, tractores..., como tampoco el de los talleres de mantenimiento y reparación.
"Pedimos que se estabilice el mercado, que los precios sean más favorables y que se reduzcan los costes de producción”
Mercado inestable
El problema es que el precio del trigo, cebada y avena también se ha reducido. Por eso, es necesario que se estabilice el valor del producto final, el precio que se paga al agricultor para ganar en rentabilidad.
“Los costes no bajan en la misma proporción que los precios finales del producto y va a seguir esa tendencia negativa, ya que el mercado va a seguir corrigiéndose a la baja. ¿Por qué? Porque hay mucha importación, mucho producto almacenado en los puertos y más que va a llegar; así que, a más oferta, menos precio”, detalla el gerente de Garlan. Ya está ocurriendo con la cosecha de 2023, la que se está vendiendo ahora. “No sé qué pasará con la cosecha de 2024, pero a día de hoy, la tendencia es bajista. La clave va a estar en recolectar una buena cosecha la próxima campaña”, añade.
¿Y qué considera Garlan una buena cosecha? “Pues la mayor cantidad posible de kilos por hectárea, seis toneladas por hectárea porque, al final, los costes de producción son más o menos los mismos para producir tres mil kilos que siete mil y que no haya episodios climáticos extremos”, insiste. Álava siembra unas 50.000 hectáreas de cereal.
Similares perspectivas que para el cereal (trigo, cebada y avena) ve Garlan para el resto de cultivos, es decir, oleaginosas (colza y girasol) y proteaginosas (guisantes y habines), al margen quedan los de regadío, caso de la patata y remolacha.
“La corrección de precios es la misma en las tres familias, quizá la bajada de precio haya sido algo mayor en el girasol, también porque partía de un precio más alto. Probablemente, los precios van a seguir bajando hasta que finalice la venta de toda la cosecha de 2023”, insiste Andrés García.
En cuanto a la política agraria comunitaria, con novedades en la PAC para este 2024, Garlan ve acertado el reparto de superficie de cultivos. No así ejercer tanta presión a la hora de limitar el uso de los productos fitosanitarios que son efectivos para proteger los cultivos de plagas y enfermedades porque dejan al agricultor sin herramientas, explica. Y sobre los conflictos bélicos que tanto repercuten en los mercados internacionales, el gerente de Garlan no cree que el desatado por Israel vaya a afectar al negocio del cereal como sí lo ha hecho el de Ucrania, puesto que las importancias de grano llegan, sobre todo, de Europa del Este.
“Acoso” al sector
Finalmente, UAGA considera que es hora de cambiar la percepción que la sociedad tiene de los profesionales de la agricultura y la ganadería, respecto del pasado. “Somos un sector imprescindible, que producimos alimentos para la sociedad y mantenemos los ecosistemas y nuestros pueblos vivos”, valora.
Además, lamenta el “acoso” que sufre el sector primario con respecto a la tierra agraria, amenazada por infraestructuras como el TAV y los macro parques fotovoltaicos que “tendrán una repercusión directa en el futuro del territorio”, avanza la presidenta del sindicato agroganadero.
Y, entonces, “¿dónde vamos a producir alimentos? ¿Qué vais a comer?”, pregunta Basterra. “Es una reflexión que no sólo tiene que hacer el sector primario sino el conjunto de la sociedad”, considera.