“La clave es buscar lo que te hace bien en el día a día dentro de tu realidad. Para ello, intentamos facilitar herramientas que las personas que vienen pueden ir poniendo en práctica para que estén más a gusto”.
Es, en palabras de la sexóloga Lourdes Pérez Jiménez y de forma muy críptica, el objetivo de la terapia sexual y de pareja que presta el centro gasteiztarra Emaize, un acompañamiento “con recursos” y en el que se realiza un recorrido compartido por las vivencias de las personas participantes siempre “confidencial”.
En ocasiones, la resolución del conflicto pasa por aceptar que la pareja tiene que separarse, algo que “no es un fracaso”
“La terapia es el tiempo en el que son capaces de parar y, a través del diálogo, reflexionar sobre qué es lo que quieren y darse cuenta de lo que está pasando. Es difícil poder hacer un cambio si no me doy cuenta de qué me está pasando”, remarca mientras tanto su compañero Eduardo Urzelai.
Ambos profesionales consideran que el mero hecho de acudir a terapia ya supone “un paso fundamental” para las personas o parejas que están atravesando por un momento de dificultad, pues ya denota “un cambio de actitud”.
“Intentamos facilitar herramientas que las personas pueden utilizar para estar más a gusto”
La intervención, a partir de ahí, se desarrolla “dependiendo de cómo estén transcurriendo las cosas” dentro de ese individuo o relación, por lo que puede llevarse a cabo de forma semanal, quincenal o mensual, tanto en pareja como por separado.
“Y en la medida en que el trabajo se basa en la palabra, todo depende en gran parte de lo que consensuemos y hablemos en la terapia”, explica Urzelai.
Según el psicólogo y sexólogo, la intervención consiste en “poner un espejo” para que la gente “reflexione y busque alternativas y soluciones, o acepte también hechos que se están dando”.
“Tienen que asumir cosas y hacer ajustes. Y puede ser un proceso corto, o alargarse”, certifica.
Ambos profesionales aportan a sus pacientes “ideas, sugerencias, lecturas o ejercicios” que les pueden ayudar para resolver sus dificultades, aunque luego “son ellos y ellas las que van buscando y poniendo en práctica lo que les vale”.
En ocasiones, además, la resolución del conflicto “igual consiste en aceptar que la pareja se tiene que separar porque hay una disparidad, un desencuentro y diferencias insalvables”, según apunta Urzelai, para quien la terapia “también es un proceso mediante el que se puede cerrar de una manera mediada, acordada, dialogada, adulta y madura, sin que haya tensiones, una situación que ha durado tiempo y no es viable”.
Una salida, además, que tiene que entenderse igualmente como un éxito. “No es un fracaso y la terapia puede ayudar a entenderlo”, según subraya Pérez.
“Rebajamos exigencias y hacemos que el paciente se dé cuenta de qué es lo que quiere”
Uno de los problemas habituales que Pérez y Urzelai se encuentran en sus consultas es que “la gente no lleva bien que dentro de una relación haya conflictos”, enfrentamientos de una u otra índole “que en todos los casos son necesarios”.
Además, ya en el ámbito erótico y de gestión del deseo, “se siguen manteniendo las expectativas que podían tener antaño nuestros padres”, según Urzelai.
Esquemas antiguos
“Ahora hay más información, se habla más, pero seguimos viendo la exigencia por el cumplir, porque la erección se mantenga, por la consecución del orgasmo... y son esquemas muy antiguos”, subraya el especialista.
Según Pérez, “prima el deber y la obligación sobre lo que la persona siente o quiere, y cuando hay hijos todo tiende a complicarse más”.
“Una de las cosas que hacemos es rebajar exigencias y hacer que el paciente se dé cuenta de qué es lo que quiere, también qué es lo que quiere el otro, y aceptarlo. Y poner el foco no tanto en lo racional, en lo que debo y tengo que hacer, sino en lo que quiero, en lo que me gusta. Y ser capaces de comentarlo, dialogarlo y expresarlo en ese ámbito de relación de pareja”, sintetiza de nuevo Urzelai.