Asun se baja de autobús al final de la Zumaquera y enfila el camino hacia Olarizu; pese a discurrir entre árboles, el bochorno se hace insoportable. “Encima, se me ha roto una tira de la sandalia, menos mal que me sujeta la otra porque si no, ni andar puedo”, se queja. Y es que la tarde se presenta larga; primero ración de alubias y luego lo que se tercie. “Vengo todos los años menos los dos últimos por la pandemia, vengo sola, pero da igual porque allí siempre me encuentro con alguna persona conocida”, se anima.

A Asun le gusta la romería a Olarizu, igual que a las decenas y decenas de gasteiztarras que solos, en pareja o grupos caminan o avanzan en bici hasta la entrada del parque; un paseo que hoy se hace más largo de lo habitual al mediodía debido a las altas temperaturas. “Peor sería que nos cayera una tormenta porque lo chafa todo y nos tenemos que ir corriendo”, responde Joaquín, que camina a la par que Asun, bastón en mano y gorro para protegerse la cabeza del sol que lo mismo sale que se esconde.

Olarizu es la última fiesta de verano en Vitoria; marca el final de las vacaciones y la vuelta al cole y al trabajo, lo que ya se nota en las calles de Gasteiz que comienzan a tomar el pulso al cercano otoño; la mayoría de quienes se escaparon unos días de la ciudad ya han vuelto, aunque por la tarde se han dado un respiro para disfrutar con familia y amigos de la romería que pone el broche a los últimos coletazos del verano.

En el camino a las campas, hileras e hileras de puestos de venta, pero también huecos vacíos: helados, hortalizas, verduras, repostería, cestería, morcillas, rosquillas, churros, algodón de azúcar, chocolate, barquillos, productos garrapiñados; todo puestos delicatesen que alguno aprovechan en el paseo de vuelta para endulzar sus mesas. Sin embargo, la mayoría camina hacia Olarizu pensando en la ración de alubias con vino, sidra, txakoli o agua que va a degustar.

Una larga cola de gente espera el reparto junto a la Casa de la Dehesa. Miembros de las sociedades gastronómicas llevan desde casi las seis de la mañana cargando cajas y trasladando las provisiones. Bernabé soporta el calor de los fogones desde las nueve y media de la mañana: Prepara las 1.200-1.400 raciones de pinta alavesa que se guisan a fuego lento. En una cazuela el guiso de alubias con el chorizo y la panceta; en otra las verduras, desde cebolla, zanahorias y calabacín hasta pimientos rojos y verdes para aderezar los cien kilos de alubias de Álava que los vitorianos se van a comer apoyados en el muro o sentados en las amarillentas campas. “Saben tan ricas porque las sociedades gastronómicas las preparamos con todo el cariño”, cuentan los cocineros, convencidos de que no va a sobrar nada. “Si sobra, se reparte; además, algunos se ponen de nuevo en la fila para repetir plato; es gratis”.

Un día especial entre amigas

Marisol, Lola, Juani, Jose y Loli se traen la juega padre mientras esperan su turno. “Venimos todos los años, somos clientas fijas”, ríen. “Todas amigas, viudas; estamos solas, qué vamos a hacer”, dicen. Su cita con Olarizu si está marcada en rojo en el calendario de sus casas. “venía mi nieto a comer a casa, pero le he dejado la paella y le he dicho que me iba a Olarizu”, apunta una. “Para nosotras es un día especial, no por las alubias sino porque pasamos un día entre amigas, y ya que estamos aquí, pues nos apuntamos a la alubiada y luego a bailar para bajar las alubias”, comenta otra. Unas han venido a pie, otras en coche, pero todas dispuestas a montar la fiesta madre y en ello están.

A unos metros, Pilar espera sentada bajo un árbol a su marido Elías, encargado de hacer cola para recoger las dos raciones de alubias. Pañuelo de cuadros en la cabeza al estilo baturro, Pilar descansa. “Menuda matada, desde la calle San Antonio hemos venido andando y ya somos muy mayores; creo que éste será el último año”, cuenta.

Le apena ver las campas “secas, todo amarillo, menos los árboles; pero si no ha llovido nada”, se queja. No es lo único que lamenta; en su trayecto a Olarizu ha visto Vitoria “más descuidada”, dice. Recuerda hace años cuando trasladó su residencia desde la localidad turolense de Peracense para casarse con “un vasco”, apunta. “Entonces Vitoria era una tacita de plata”. Se refiere a lo bonita y cuidada que le pareció la ciudad, aunque no pierde la oportunidad de echar flores a su Albarracín del alma. “tenéis que ir a ver el castillo”, invita.

Los mojones no se mueven

Quienes también llegan con hambre son los miembros de la Corporación municipal de Vitoria después de recorrer los lindes del municipio para comprobar que los mojones que delimitan los concejos siguen en su sitio sin desplazarse ni unos metros. Alcalde, concejales y representantes de los pueblos de Gasteiz han realizado la tradicional visita; en total, diez kilómetros entre Arrazua Ubarrundia y Lubiano; unas tierras en las que Gasteiz posee derechos y aprovechamientos de pastos, hierbas y aguas en todos los montes y terrenos públicos, en unión de los pueblos a ella agregados. Se trata de un recorrido que se celebra desde hace más de cinco siglos. Además, se cumple el rito campesino de la acción de gracias por la recogida de las cosechas.

“Es un día fantástico para todos los gasteiztarras en una ciudad que es puntera en muchos aspectos, pero que también sabe mantener las tradiciones, especialmente las buenas tradiciones y la romería de Olarizu es una buena tradición que todos los vitorianos mantenemos con mucho cariño y con mucha emoción”, declara el alcalde, Gorka Urtaran. “Ha sido un verano para recuperar nuestras tradiciones y fiestas, además de muy seco y caluroso, ha sido un verano lleno de espectáculos y actividades festivas y que hoy, día de Olarizu, ponemos el broche de oro a un verano que acabamos de recuperar”, añade.

Amenaza tormenta a ratos, pero por ahora sólo han caído cuatro gotas gordas, así que las cuadrillas de jóvenes comienza a ocupar espacio en las campas tras pasar por las txosnas para degustar algún talo que otro. también se animan a la iniciativa La solidaridad no está en crisis a favor de Cáritas en la que participa DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA. Y es que, in pinchito de ternera asada para merendar ayuda a seguir moviendo la cadera y prolongar las fiesta montada en Olarizu.