La victoria incontestable en Galicia anima a la euforia al PP y su entorno mediático mientras empuja a la depresión al PSOE y el suyo. El aparato socialista tendrá que empeñarse en minimizar daños porque, si bien el descalabro gallego tiene claves locales, el año apunta a dos citas electorales sustanciales para el futuro de Pedro Sánchez como son las autonómicas vascas y las europeas, que deberá manejar con parámetros radicalmente diferentes. La renovación del Parlamento Vasco se aleja del pulso socialistas-populares sobre la base de la política española. Los discursos con los que se desempeñan en el día a día ambos partidos resultarán secundarios –que no prescindibles– en la polarización previsible entre PNV y EH Bildu. Sin embargo, el horizonte de las elecciones europeas de junio sí anticipa una competición directa a la que el PP va con en ventaja nítida. La circunscripción única y la desmovilización jugarán a favor de su estrategia de utilizarlas para debilitar a Sánchez. Feijóo está recuperando voto de la ultraderecha mientras la división de voto entre opciones de izquierda y soberanistas será persistente. Así lo siente y el alivio de haber despejado nubes sobre su liderazgo interno se deja notar en su actitud y su tono. El presidente español necesita revertir la impresión de derrota sin paliativos en Galicia y el camino pasa por ofrecer resultados tangibles en materia social y económica de su gobernanza apoyada en la diversidad de fuerzas que la sostienen. No le ayuda en el corto plazo la pulsión cainita de las fuerzas a su izquierda, con Sumar y Podemos abrazadas al hundimiento del otro. Sánchez sale de la cita gallega con la imperiosa necesidad de cerrar el flanco territorial: ley de amnistía para Catalunya y transferencias para Euskadi. La dilación en ese camino atascará sus presupuestos en una farragosa tramitación obstaculizada por la mayoría del PP en el Senado. El peor escenario para el Gobierno español sería llegar a la cita de las europeas sin identidad, sometido al tensionamiento constante de la derecha, dividido y sin un proyecto de gobierno claro. Galicia ha sido el shock de una derrota previsible que refuerza a Feijóo pero no le acerca a gobernar en tanto no crece por el centro. La habilidad de Sánchez de disputarle ese espacio no ha sido su característica principal hasta la fecha pero tendrá que serlo para consolidarse.