Gorka Ortiz de Urbina vivió ayer su vigesimoprimera y última bajada como Celedón, igualando las encarnadas por su antecesor, Iñaki Landa, y a una del pionero, José Luis Isasi. Resultó por tanto una bajada con un plus de emoción, para el propio protagonista y para la concurrencia de la plaza de la Virgen Blanca, abarrotada como siempre el 4 de agosto de gentes dispuestas a embeberse de 127 horas de fiesta ininterrumpida. Todo apunta a que las fiestas van a recuperar definitivamente el pulso anterior a la pandemia, con la esperanza incluso de un ambiente todavía mejor, si bien es difícil que en unos festejos que en gran medida gravitan sobre los actos religiosos y la actividades lúdicas de calle –que en lo sustancial han cambiado poco– aparezcan novedades que alteren ese viejo orden. Con todo, Vitoria-Gasteiz constituye un foco de atracción hasta entrado el 10 de agosto, una ciudad abierta y acogedora que solo espera de las gentes que la visitan un comportamiento correcto, siendo esencial el ejemplo de urbanidad de la población autóctona. Un civismo que cabe reclamar sobremanera en este fin de semana, el de mayor actividad para la hostelería gasteiztarra, que ojalá cubra sus expectativas y la de los comercios que abran sus puertas. En un año económicamente complicado, en el que la inflación se ha dejado sentir en el aumento de los precios –desde la barra de los bares a los tickets de la feria–, para redundar en un gasto difícilmente soportable para demasiadas familias de modesta economía. En estas horas iniciales de fiesta, se impone una llamada asimismo a la prudencia habida cuenta de que la aglomeración en espacios reducidos da pie a situaciones indeseadas como los hurtos. Y también a mantenerse en guardia contra las agresiones sexistas pero también contra cualquier expresión de acoso de las mujeres que disfruten de la fiesta y ante la que ningún varón debe mantenerse ajeno. El respeto a todas la personas como manifestación de nuestra diversidad y al mobiliario urbano debe prevalecer, también en aras a reforzar la reputación de la propia ciudad como un destino atractivo y seguro. Que esta edición de La Blanca pase a la historia por el relevo de Celedón –eskerrik asko, Gorka– y también porque sean una fiestas estupendas, caracterizadas por la normalidad y el sano divertimento.