Conviven estos días en paralelo dos realidades que no deben perderse de vista si se busca una visión realista del momento político y el eje de la ideología que lo define. Está por un lado la dificultad del PP de acordar gobiernos con un Vox más exigente y consciente de lo necesario que se ha vuelto el partido de Abascal para Núñez Feijóo; pero, en paralelo, este sabe que debe modular la imagen que conlleva su acuerdo con la ultraderecha y tratar de apaciguar al electorado de centro al que podría espantarle asumir que la sustitución de Sánchez pase por el encumbramiento de Abascal. En ese marco se maneja con dos estrategias. La primera consiste en mantener fuera del gobierno a Vox allí donde pueda, aunque esté dispuesto a sustentarse con pactos orientados a implementar las políticas que caracterizan a la extrema derecha, como ocurrió en Andalucía o Castilla y León. Por ese camino, pretende el Partido Popular restar impacto a la apertura de la representación institucional que, sin embargo, está dispuesto a ofrecer allí donde no quede más remedio, como ha hecho en Valencia con la vicepresidencia de la comunidad para Vox. La jugada de consolar a los de Abascal con la presidencia de los parlamentos autonómicos no convence a este. En Extremadura no ha sido posible y, si el PP no quiere repetir elecciones, tendrá que elevar su oferta al partido ultraderechista; en Baleares, en cambio, Vox sí ostentará la presidencia del parlamento, que cae en manos de un polemista que practica el negacionismo de la violencia de género. Y llegamos al debate de la igualdad. Núñez Feijóo sabe que es su flanco más débil y trata de defender a la vez con cabriolas dialécticas sus acuerdos con Vox y su discurso contra el machismo. Ante la instrumentalización que amenaza con el manoseo de un problema que exigiría un compromiso ético público, constante y contundente, es oportuno medir los hechos y no el postureo con el que barnizar estrategias para alcanzar y retener poder. Y estos hechos son claros: allí donde se han sustentado acuerdos municipales entre PP y Vox, la primera víctima han sido las concejalías de igualdad, que han sido barridas de los consistorios. Por ese camino, el PP homologa el discurso ideológico que equipara feminismo con extremismo y pretende disfrazar de centro político el negacionismo de la desigualdad.