Mientras se apagan los ecos de la constitución de ayuntamientos y a la espera de gobiernos forales y autonómicos, la precampaña para las elecciones generales del 23-J gana cuerpo. Existe un riesgo objetivo de que las prioridades de Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijó reproduzcan la misma estrategia polarizadora que ya redundó en la desmovilización del electorado el mes pasado, con el agravante de una convocatoria en período vacacional. Sánchez vuelve a ofrecerse como única alternativa al gobierno de la derecha y Núñez Feijóo quiere revalidar el exitoso discurso de que la prioridad es acabar con el sanchismo. Ambos procurarán llevar a segundo plano las carencias propias y exhibir las vergüenzas ajenas. A Sánchez le seguirá persiguiendo la descoordinación con sus socios principales de Unidas Podemos y la fractura sellada a duras penas entre las familias de la izquierda. En primera persona, la tentación de pescar voto útil en ese barreño se verá condicionada por el coste interno en el PSOE, cuyo castigo en la cita de mayo sigue siendo difícil de digerir. En el otro extremo, al PP le interesa minimizar la visibilidad de sus acuerdos con la ultraderecha y tratar de mostrarse como una fuerza de orden y estable, pese a que sus propias entretelas siguen tensionadas y algunos hilvanes del tejido del partido están apenas sujetos entre la figura emergente de Isabel Díaz Ayuso y la poco entusiasmante del perfil bajo de su líder y presidente. Desde la perspectiva más cercana, la ciudadanía de Araba, Bizkaia, Gipuzkoa y Nafarroa tiene que percibir lo que se juega en primera persona. El Parlamento de Madrid no es un foro ajeno y menos aún dada la vocación recentralizadora que las fuerzas de ámbito estatal –todas ellas, desde la extrema izquierda a la extrema derecha– vienen acreditando. La capacidad de influir en esa política desde la sensibilidad periférica es una necesidad que se acrecienta en los ámbitos donde las instituciones propias son reflejo constante de una sociología específica y una cultura política claramente diferenciadas. No basta con cerrar las puertas a la ultraderecha en las instituciones forales si adquiere cuotas de poder allí donde pueden amenazarlas; ni basta con que las fuerzas vasquistas resistan el tirón si no suman influencia suficiente para que su sensibilidad oriente las políticas.