Se ha cumplido estos días un mes desde que ocurrió el fatal derrumbamiento del vertedero de Zaldibar, atrapando en su caída a los trabajadores Alberto Sololuze y Joaquín Beltrán. La búqueda de sus cuerpos sigue siendo el objetivo prioritario de la administración y de los servicios de emergencia, un deber que mantiene en un segundo plano el análisis de las causas de lo ocurrido en este gigantesco almacén de residuos, que en el último año había acogido más de 500.000 toneladas de desperdicios, mayoritariamente industriales. A la espera de lo que ocurra con esta búsqueda, el desastre de Zaldibar ha aflorado el problema de los residuos industriales, grave por su magnitud y urgente por la necesidad que tienen las empresas de darles salida. Euskadi es un país en el que la industria ocupa un lugar central en su sistema económico, representando en torno al 30% de su PIB. El total de los residuos generados en Euskadi es de 6,3 millones de toneladas. El 60% son residuos industriales, 3.448.313 toneladas ; el 21% de la construcción y el 19%, urbanos. En Álava la solución va a pasar, en principio, por Gardelegi, que abrirá sus puertas a partir de la próxima semana a los desechos no peligrosos de las industrias del territorio que hasta ahora acababan en el vertedero derrumbado. Y en principio los recibirá durante un año. Quedan fuera de la solución todos aquellos resiudos que puedan considerarse peligrosos -ni siquiera fibrocemento con fibras de amianto-, ya que la planta vitoriana no tiene autorización para recepcionarlos. La solución global es en cualquier caso complicada porque al desastre de Zaldibar le ha seguido el cierre del vertedero de Mutiloa en Gipuzkoa: ambos asumían 700.000 toneladas de residuos al año. La patronal vasca, Confebask, ha lanzado un SOS para que el Gobierno Vasco atienda la urgencia que tienen las empresas para encontrar alternativas de vertido que alivien la acumulación de basura en las plantas industriales. En esta tesitura, la sociedad vasca se ha dado de bruces con un realidad que obligará a adoptar una estrategia de eliminación que ya no puede pasar exclusivamente por el vertido. Más allá de la necesidad de encontrar una solución a corto plazo, el futuro tiene que pasar por alternativas sostenibles, acordes con las buenas prácticas medioambientales.