washington. El G-20 afronta en Seúl su quinta y más difícil cumbre de jefes de Estado, debilitado por las diferencias que separan a los países ricos y los emergentes, y sin expectativas de lograr grandes avances para subsanarlas.
Todos los países, con EEUU a la cabeza, han decidido que el espinoso asunto de la valoración de la divisa china, para muchos germen de los desequilibrios que sufre el crecimiento mundial, no figure explícitamente entre las prioridades de la cumbre, que se desarrollará el 11 y 12 en la capital surcoreana.
"No esperamos que el asunto de la divisa de China o el tema del desequilibrio se resuelva de una vez por todas en Seúl. La cumbre es un paso más en un esfuerzo a largo plazo", dijo recientemente uno de los asesores económicos de la Casa Blanca, Mike Froman, en un intento de quitar importancia al asunto.
El G-20 ha vivido en los dos últimos años una profunda transformación, que le llevó en 2008 a pasar del casi anonimato a convertirse en el grupo estrella que debía lidiar con la crisis financiera mundial, por encima del G-8. En el G-20 están integrados las principales economías desarrolladas junto a las emergentes, como China, India y Brasil. España participa como país invitado.
Este grupo fue capaz en los primeros conatos de la crisis financiera de coordinar una respuesta mundial con el lanzamiento de planes de estímulo para evitar una recesión a escala planetaria.
La medida funcionó, aunque no de manera igual para todos. Dos años después, los países emergentes viven un crecimiento acelerado, basado sobre todo en las exportaciones, con escasa demanda interna y una divisa que, en algunos casos, se mantiene devaluada de manera artificial. Por contra, los países ricos registran crecimientos débiles, y siguen necesitando un estímulo económico. Además, exigen a los emergentes que potencien su demanda interna para venderles sus productos y así poder crecer.
El panorama económico está ahora más polarizado que antes de la crisis, con un bloque de países avanzados que crecen poco y registran grandes déficit por cuenta corriente, y otro bloque emergente con fuertes superávit, como China, que produce y exporta mucho más de lo que consume e invierte.
puntos claves Lo que parece claro es que el comunicado final contendrá un mensaje de que los países no puede devaluar su moneda para hacer más competitivas sus exportaciones, lo que se denomina como "devaluación competitiva".
EEUU y Europa creen que China y su resistencia a apreciar su moneda están detrás de los desequilibrios que sufre el mundo, pues obliga a otros países emergentes a frenar la revaluación de sus divisas para seguir siendo competitivos. Es lo que Brasil llama "una guerra de divisas", un fenómeno que amenaza con extenderse por todo el mundo, y que el G-20 quiere evitar.
La cumbre servirá, en cualquier caso, para hacer un llamamiento a la desaparición de los factores que causan desequilibrios en el mundo, especialmente en materia de balanza comercial y por cuenta corriente. En este sentido, se espera un llamamiento a las naciones emergentes para que potencien su demanda interna.
Otro de los temas importantes del G-20 será la reforma de los órganos de Gobierno del Fondo Monetario Internacional, un tema sobre el que ya se alcanzó un acuerdo en la reunión que mantuvieron los ministros de finanzas hace dos semanas.
Otro punto fuerte de la cumbre es la reforma de las instituciones financieras, un asunto en el que llevan ventaja EEUU, que ya ha aprobado una legislación al respecto, y también Europa con las nuevas normas de capitalización de la banca, conocidas como Basilea III.
Además de estos temas, Corea del Norte ha aportado a la agenda de la cumbre la aprobación de medidas que favorezcan a los países subdesarrollados.