Cuando lo barato sale caro: la trampa del bajo coste o low cost
Cada vez más personas apuestan por una filosofía de consumo consciente que consiste en hacer compras 'para toda la vida'
En el mundo imaginario de Mundodisco, que sirve de escenario a la serie homónima de novelas de fantasía satírica escrita por Terry Pratchett, encontramos una de las reflexiones más claras sobre ladesigualdad económica moderna: la teoría de las botasde Sam Vimes, uno de los protagonistas de la saga.
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Aunque se trata de un mundo de fantasía, sus enseñanzas traspasan la ficción y tienen un eco profundo en la realidad que viven cada día millones de personas.
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'La trampa de la pobreza'
Sam Vimes, el capitán de la Guardia de la ciudad ficticia de Ankh-Morpork, expone esta teoría en la novela Hombres de armas, escrita por Pratchett en 1993. Su razonamiento es tan simple como contundente: los ricos pueden permitirse gastar más al principio y, por lo tanto, gastarán menos a largo plazo.
"La razón por la que los ricos eran tan ricos", razona el personaje, era "porque se las arreglaban para gastar menos dinero". Toma por ejemplo las botas. "Un hombre que podía gastarse cincuenta dólares tenía un par de botas que todavía mantendrían los pies secos a los diez años, mientras que un hombre pobre que solo podía permitirse botas baratas [de diez dólares, que tenía que tirar al cabo de un año] habría gastado cien dólares en botas durante ese mismo tiempo, y aún tendría los pies mojados".
Este ejemplo sirve para ilustrar una trampa en la que muchas personas caen sin querer: gastar más precisamente porque no pueden permitirse gastar mucho de una sola vez. Es un círculo vicioso conocido en economía como la trampa de la pobreza, y tiene implicaciones en muchos más aspectos que en un simple par de botas.
Comprar barato es gastar dos veces
Desde la moda rápida que dura una temporada hasta los electrodomésticos diseñados para fallar tras unos pocos años (obsolescencia), vivimos en una economía de usar y tirar. El aparente buen precio de estos productos tiene un coste oculto: no solo hay que reemplazarlos más a menudo obligando a gastar más dinero a largo plazo, sino que también generan más residuos y contaminan más.
La teoría de Vimes, además, no se limita solo a objetos físicos. Se aplica también a la energía, el transporte y la vivienda. Una familia con bajos ingresos probablemente tenga que calentar su casa con un calefactor eléctrico barato, que consume mucha energía, en lugar de instalar un sistema eficiente que, aunque más caro al principio, reduciría su factura energética. Lo mismo ocurre con los coches: un vehículo viejo y barato puede consumir más combustible y requerir más reparaciones que uno nuevo y eficiente, pero no todo el mundo puede afrontar ese gasto inicial.
Comprar para toda la vida
Frente a este modelo insostenible, cada vez más personas apuestan por una filosofía de consumo consciente: comprar para toda la vida. Se trata de invertir en productos duraderos, de buena calidad, que no necesiten ser reemplazados con frecuencia. Aunque la inversión inicial sea mayor, el ahorro a medio y largo plazo es significativo, y también lo es el beneficio para el medio ambiente.
Como ejemplos de esta filosofía podemos encontrar botas de cuero de calidad, botellas reutilizables de acero, paraguas reforzados, cuchillos de cocina forjados, sartenes de hierro colado o muebles de madera maciza. Incluso objetos como un buen bolígrafo metálico o una bicicleta, que bien cuidados pueden durar décadas o toda la vida.
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Una realidad dolorosa
La reflexión de Pratchett no pasó desapercibida fuera de la literatura. En Reino Unido, la activista y periodista Jack Monroe desarrolló en 2022 el Índice de las Botas de Vimes para medir cómo la inflación afecta de forma más dura a los hogares con menos recursos. La lógica es la misma: si solo puedes comprar lo más barato, y eso sube más rápido de precio que otros bienes, acabas pagando más proporcionalmente.
Como recuerda el refrán "el dinero del pobre, dos veces se gasta", la teoría de Vimes le pone nombre a la injusticia estructural que provoca esa desigualdad porque muchas veces ser pobre no es solo tener menos, sino verse obligado a gastar más.
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