Un firmamento a brochazos de colores cálidos, como los cielos de los pintores flamencos, contrasta con el negro frontón Bizkaia de Bilbao. Crepúsculo en Miribilla. Amanecer en la cancha. Suena a leyenda. Huele a leyenda. Sabe a leyenda. ¿Qué es? Es leyenda. En el medio: Jokin Altuna, que ya está en la historia de la pelota a mano. Logró este domingo la Triple Corona; es decir, los títulos de las tres competiciones: Manomanista, Cuatro y Medio y Parejas.

El amezketarra comparte club con Julián Retegi, Fernando Arretxe, Juan Martínez de Irujo, Aimar Olaizola, Abel Barriola, Mikel Urrutikoetxea y Oinatz Bengoetxea. Directo al Olimpo. Acaba de cumplir 26 años. ¡Y lo que le queda!

También Julen Martija posa su nombre en las páginas de la enciclopedia pelotazale. Se erige como el bicampeón del Parejas más joven de la historia, con apenas 24 años, tras el cetro conquistado en 2020 junto a Joseba Ezkurdia. El destino les guarda un hueco. Sus nombres se enredan entre los grandes. Sus nombres son gigantes.

UNA FINAL DURA

Más todavía por cómo se desarrollaron los acontecimientos: 22-20 en 822 pelotazos y 102 minutos de juego. Durísimo. Emocionante. Picante. Un dato: Martija tuvo que parar el partido en el 20-17, cuando se le subieron los gemelos de las dos piernas a la vez. "Era como tener dos hierros clavados", analiza el de Etxeberri entre bambalinas, quien remacha: "Iba a salir aunque estuviera cojo". Declaración de intenciones.

No vio el final del tanto, un error de Unai Laso; él, entretanto, golpeaba el suelo con el cuerpo quebrado de dolor. Como el junco, que se dobla pero nunca se rompe. Otro detalle más: los de Aspe se encontraron con un 11-17 en contra, con las sensaciones tremendamente desequilibradas a favor de Unai Laso y Ander Imaz. Spoiler: remontada hacia la historia. Entretanto, 3.000 gargantas en erupción en el Bizkaia. La final fue también un regalo para la pelota.

Se llenó de épica el cierre del Parejas con un parpadeo. Altuna III, que no tuvo buenas sensaciones en la primera mitad pero que se destapó a contrapelo, y Martija, el pelotari más prolífico del partido con 222 pelotazos, se repusieron cuando pintaban bastos. Laso, contestatario Laso, seguro Laso, se convirtió en el amo y señor del meollo del partido hasta el 11-17. Hasta el 22 no se acaba la tarea. El errotarra tiró un gancho y Jokin abrió la espita.

Julen había sujetado hasta el tramo final y se abrazó a su seguridad. Viaje al diván. Pensar en sí mismos. Olvidar la diferencia. Pelota nueva. Resistir. Abandonar las sensaciones, que no eran buenas. Psicología. Enfocar. Los de Baiko Pilota, merced al brillo de Unai y la seguridad de Ander, dominaban. Revolución. Fuertes de cabeza. Pura supervivencia. Un par de escapadas de Imaz dieron pie a Altuna.

EL ASPECTO PSICOLÓGICO

Se buscó en el espejo. El reflejo le mostraba que él era el que tenía que resolver. No se había encontrado cómodo en el inicio. La sombra de los resultados, de la presión y de tener que aprovechar su primera final del Parejas pesan mucho. Una sombra alargada. Le dio la vuelta. Jokin no se hunde. Es el factor diferencial. ¡Están vivos! Tacada de diez tantos. Un firmamento pintado de colores, un frontón negro. Dos imágenes, un resultado. Del infierno al cielo. Unai acabó con las piernas llenas de clavos: acalambradas. La tensión es una gota china.

Sucede que Laso se viste de Leviatán porque huye del miedo. Es un tipo arrebolado, arrebatado, sonriente. Se la iba a jugar. Y lo hizo. Hay que reconocer que el de Bizkarreta-Gerendiain e Imaz completaron un gran partido. Clavaron su patrón de juego. Castigaron a Martija, provocando tortícolis a Jokin, y endurecieron el compromiso. Laso se llenó de electricidad y aprovechó su fogosidad rematadora. Se la juega. Y punto.

LA LABOR DE LOS PICAPEDREROS

Desde el inicio, un saque que no pudo responder Ander, se alumbró una final de picapedreros. Martija e Imaz no son grandes pegadores, pero asumen su condición con el espíritu irreductible de los fajadores. ¡A trabajar! ¡A bailar! Y a Altuna, mágico, inteligente, le costó arrimar el ascua a su sardina. No comenzó cómodo. Estaba agarrotado. Luego, se desquitó.

Se registraron empates en el segundo y tercer cartón. El sosiego de los zagueros atravesó la carnívora condición del puntillero de Bizkarreta-Gerendiain. Aprovechó un par de fallos de Altuna III y clavó un gancho espectacular. Los de Baiko Pilota se pusieron 3-7.

Pero Martija resistió. Es duro. Mandíbula de cemento. El 5-7 fue un derechazo al nueve. Laso mostró brillo en la derecha para alargar el pelotazo y ambición a la hora de terminar. No obstante, los de Aspe se acercaron 7-7, al que se llegó con una defensa espectacular de Jokin.

DISTANCIAS AZULES

Se registraron otros dos empates más (en el cartón ocho y el diez) y llegó el tirón de los de Baiko. Laso era un hatajo de cables pelados con su material. Monólogo azul hasta el 11-17. Imaz, perfecto, dio dirección y cemento a la propuesta.

Jokin estaba tocado. Nunca hundido. A veces hay que tirar de sufrimiento. Un gancho abajo del errotarra cambió la dinámica. Y la final. Altuna III se creció. Era lo que había que hacer. Era su momento. Su sello. ¡Sé tú mismo! Et voilá! Ander tuvo unos fallos y Altuna III terminó. Igualaron a 17. Otra historia. Camino al Olimpo.

Jokin sumó una dejadita y un buen gancho. El 20-17 fulminó a Martija, que se merece un monumento, en el suelo, contraído. Se tuvo que retirar a vestuarios. Minutos de tensión. Julen regresó dolorido, cojo. Laso se la jugó: 21-17. Un error de Altuna dio oxígeno a los de Baiko. Se acercaron al 20. Julen, caliente, estaba mejor. Y Unai se topó con la chapa. Fin. Txapelas. Leyendas. Altuna III y Martija asaltan el cielo. Ven las estrellas.