Los miembros de la familia Ruiz de Azúa comparten una misma pasión que Tomás, padre de Irati y David, inculcó a sus hijos años atrás: la pelota.
El mayor de la casa se enamoró de este deporte cuando era un niño, hace ya varias décadas atrás. “Desde que era pequeño me ha gustado la pelota, especialmente la modalidad de mano”, admite Tomás, de 70 años.
No obstante, la infancia del experimentado pelotari no fue sencilla y su temprana orfandad a los 10 años le cerró muchas puertas en aquella época. “No podía mantenerme y nadie me podía llevar a jugar a los sitios, entonces no podía hacer prácticamente nada por desarrollarme en la pelota”, desvela el padre de Irati, una ingeniera electrónica, y David, un ingeniero mecánico.
Las dificultades en su infancia no hicieron que Tomás perdiese su ilusión por la pelota, más bien al contrario. Tiempo después, tras el nacimiento de sus hijos, esa pasión se trasladaría a esta nueva generación de la familia.
Desde que eran niños, Tomás llevó a Irati y David a varios frontones de la zona, hecho que terminó enamorando del arte de la pelota a los pequeños. “Cada vez les iba gustando más, me veían a mi jugar y entonces ellos también querían probar. Desde entonces están muy a gusto con la decisión”, comenta.
Además, Tomás desvela que la madre también es aficionada a la pelota y ha sido un apoyo para ellos: “Siempre se desplaza para verles allá donde jueguen. Les ha acompañado a Pamplona, Donosti y demás sitios de la zona. Cuando no va con la hija va con el hijo, y viceversa”.
David, de 25 años, respalda las palabras de su padre y recuerda sus inicios en la pelota. “Desde pequeños mi hermana y yo íbamos con él a todas partes. Nos llevaba a ver jugar a los profesionales, nos apuntó a pelota y entonces nos fuimos apasionando poco a poco”, rememora.
Mismo recuerdo tiene Irati, quien a sus 27 años asegura tener la pelota presente en su vida desde que tiene uso de razón: “Primero veíamos a mi padre y luego apuntaron a mi hermano a jugar. No sé si fue envidia u otra cosa, pero yo también quería y entonces también empecé a jugar”.
Triplete familiar
Este año, en el torneo Virgen Blanca que se celebra anualmente entre los meses de julio y agosto, la familia Ruiz de Azúa logró un éxito sin precedentes al proclamarse los tres miembros campeones en diferentes categorías.
El primero de ellos fue el propio Tomás, que se hizo con la victoria gracias a una exhibición con la pala en la categoría de veteranos. “No quería ir a jugar, no tenía nada de ganas porque soy un poco vergonzoso y ya no me gusta meterme en estas cosas, pero finalmente fue una bonita experiencia en la que me sentí muy cómodo”, explica un Tomás que a día de hoy lleva una vida más rural trabajando con su tractor en la zona del pequeño pueblo donde residen: Heredia.
Irati y David son ahora mismo su gran motivación dentro del mundo de la pelota. Tomás piensa que como pelotari ya ha dado “todo lo que tenía que dar” y ahora mismo su “principal ilusión” es que sus hijos ganen, hecho que le satisface más que sus propias victorias.
Precisamente, otro de los triunfos para la familia en el torneo Virgen Blanca llegó de la mano de su hija. Irati Ruiz de Azúa venció en la final del Máster de pala junto a Haizea Salanueva. Las campeonas se hicieron con la victoria en tres sets (10-4, 8-10 y 5-1) al derrotar a Nagore Martín e Irati Álava.
Tomás confiesa que la victoria de su hija fue la más especial para él: “El triunfo de Irati fue el que más ilusión me hizo, ella llegaba todos los años a la final pero nunca conseguía ganar. Esta vez lo pudo lograr y fue toda una alegría para mí”.
Para Irati, su éxito fue igual de emocionante a cómo la cuenta su padre: “Fue muy ilusionante. Yo siempre estoy contenta con mi rendimiento porque suelo llegar a los últimos partidos, pero me faltaba siempre la guinda del pastel. Nunca podía poner el broche final a mi participación y esta vez por suerte se dio. Además fue ante Nagore Martín, campeona del mundo y toda una rival a batir, así que fue una satisfacción tremenda”.
El entusiasmo de Tomás en la victoria de Irati también estuvo patente en el subidón de David en la categoría sénior de aficionados. Dicha alegría completó el triplete para los Ruiz de Azúa en un torneo exigente para él.
Una victoria inesperada
David logró proclamarse campeón junto a Rubén Zabaleta en el Virgen Blanca de aficionados. Pese a no estar ni mucho menos entre los favoritos a llevarse el torneo, la pareja completó una sólida participación que les llevó a hacerse con el título.
En la semifinal estuvieron cerca de quedar eliminados después de ir perdiendo por una holgada diferencia frente a Ruiz y Resano, pero lograron remontar y clasificarse para la gran final (22-20).
David recuerda que fue un partido “muy complicado” y por momentos incluso frustrante para él: “Me estaba dando rabia porque las cosas no me salían y fallar ahí en Fueros con tanto público delante era un agobio. Por suerte pudimos remontar y fue una ilusión tremenda para nosotros”.
Sobre el papel David y Rubén volvían a partir con desventaja ante sus rivales, Ander Díaz y Aitor Álava, con más experiencia en las grandes citas. Sin embargo, desde el primer punto del partido que dilucidaba el ganador las tornas se pusieron a favor una vez más para la familia Ruiz de Azúa.
David y Rubén llegaron a liderar hasta por 9-0 el marcador de la final ante los rivales que entraron demasiado tarde al encuentro. Con la puntuación de 22-11 al final del partido, la pareja que vestía de azul logró la inesperada hazaña de llevarse el trofeo en esta categoría sénior de aficionados.
Irati, al igual que su padre hace con el triunfo de ella, le concede a la victoria de su hermano una mayor importancia. “Fue el triunfo que más ilusión me hizo, detrás de la victoria de mi hermano hay mucho sacrificio. No suele tener excesiva fortuna con las lesiones y no era ni mucho menos el favorito para llevarse el torneo, por eso me alegro tanto por él. Eso sí, antes de su partido le dijimos mi padre y yo que él también ganaba o le echábamos de casa”, bromea.
El triunfo de David, sumado al de Tomás e Irati, confirmó lo que en un principio parecía un sueño prácticamente imposible: un triplete familiar en el Virgen Blanca de pelota que será muy difícil de repetir.
“Ha sido una bonita casualidad para la familia y estamos muy contentos por el logro. Muchos nos han bromeado más tarde diciendo que fue un tongo o que deberían de cambiar el nombre al torneo por nuestros apellidos”, concluye entre risas David.