En ocasiones hasta unas centésimas parecen la eternidad cuando todo es tan igualado que parece igual, gemelo, un calco, una fotocopia. El tiempo es objeto de debate aunque los relojes sean precisos, exactos, atómicos. Salvador Dalí, el maestro del surrealismo, interpretó los relojes, los recuerdos que se marcan con las manecillas.

Los pintó blandos, derretidos, relativos porque en realidad a cada uno el paso del tiempo le afecta de manera distinta. Son los relojes testigos moldeables de la persistencia de la memoria. Representan la memoria que en algún momento de la vida se acaba. El tiempo es interpretable, su recuerdo aún más.

El esprint eleva esa sensación de fugacidad a categoría porque nada supera el momento de la adrenalina, el instante que separa el todo de la nada. El parpadeo como metro patrón, la cinta métrica que dispersa la nebulosa y que concede gloria y aflige derrotas.

En ese ecosistema se coló huracanada la alegría, electrizante, exultante, puro éxtasis, de Alison Jackson, burbujeante, chispeante, felicísima. La dicha es la canadiense bailando, extravertida, expresiva, expansiva, la sonrisa bailonga abrazada a todas sus compañeras. Un rayo de buen rollo. Fiesta. El mejor recuerdo posible.

Poderoso esprint de Jackson

El baile de Jackson, campeona de la París-Roubaix el pasado curso, fue un festejo enérgico y vigorizante. Una maravilla que contagiaba alegría. Un lugar en el que quedarse al menos a pasar la tarde y reflexionar sobre el significado de la vida. Lo más importante y serio fue pasarlo bien.

El baile inolvidable de los buenos momentos. Una sonrisa radiante que se impuso a Blanka Vas, la nueva líder de la carrera, en un esprint que se armó deprisa y corriendo porque las caídas desordenaron el final sobre el suelo húmedo, el asfalto mojado y el trazado mezquino, complicado para que el pelotón callejeara.

Jackson, protegida por sus compañeras, cumplió punto por punto con el esquema del esprint. Aprovechó el refugio y el carenado de su lanzadora e impuso su potencia sobre Vas y Swinkels, cerca pero demasiado lejos frente al descorche entusiasta de la canadiense, bailando sobre la lluvia.

Despertó al mediodía la Vuelta femenina, que en la crono de la víspera lo prensó todo, apelmazadas las favoritas. Varios equipos sedimentados para conformar el flysch de la carrera, que se abrió hacia Moncofa desde Bunyol después ordenarse, que no separarse, en Valencia. Solo un peñasco alteraba el recorrido, suficiente para seccionar el pelotón.

Idoia Eraso, del Laboral Kutxa, en fuga. La Vuelta / Cxcling

Idoia Eraso, en la fuga

En L’Oronet perdió volumen el grupo, comprimido, reducido tras asistir a una fuga en la se agitó la ilusión de Idoia Eraso. El Laboral Kutxa enarboló el estandarte lila de la esperanza. El equipo de la Fundación Euskadi pilota al ciclismo vasco en el presente y lo encauza hacia el futuro.

El día, castigado por la lluvia, la cúpula de tejas grises mojadas y el suelo de espejo generó inquietud y nerviosismo a medida que se aproximaba el final. Se sucedieron varias caídas en el tramo protegido de los últimos kilómetros.

Una rotonda, un descuido… elevó la tensión en el extrarradio del esprint, que evitó el caos definitivo. Sobre ese escenario, llegó el claqué de la canadiense. El baile pizpireto y espasmódico de la euforia. Pura alegría. La fiesta de Jackson.

La Vuelta femenina


Segunda etapa

1. Alison Jackson (Education First) 2h51:03

2. Blanka Vas (SD Worx) m.t.

3. Karlijn Swinkels (UAE) m.t.

4. Katarzyna Niewiadoma (Canyon) m.t. 

5. Ingvild Gåskjenn (Liv) m.t.


General

1. Blanka Vas (SD Worx) 3h10:14

2. Alison Jackson (Education First) a 8’’

3. Elisa Longo Borghini (Lidl) a 9’’

4. Eva van Agt (Visma) m.t.

5. Sophie von Berswordt (Visma) m.t.