l Jumbo llegó a los Altos Alpes con ganas de juerga. Recuperados ya de la accidentada etapa inaugural y descansados tras el balneario del lunes, los corredores del conjunto neerlandés querían fiesta. Sin embargo, el resto de favoritos, el grupo de elegidos que ayer desperdiciaron la oportunidad de brillar, no estaban muy por la labor de trasnochar. Desecharon la invitación al convite de Orcières-Merlette, así que el Jumbo se montó la verbena él solo. Porque a poco más de un kilómetro para la primera meta en alto, cuando la goma del pelotón se empezó a estirar, cuando Julian Alaphilippe cabeceaba ya demasiado, Wout van Aert cambió de ritmo. Se levantó del sillín y comenzó a tirar como un animal. Atravesó una zona con un 6% de desnivel a 32 kilómetros por hora. Y con el viento de cara. A lo bestia. Todo para empujar a Roglic hacia su tercera victoria en el Tour de Francia.

Lo cierto es que poco duró Van Aert a ese ritmo, pero a ver quién se atreve a reprochárselo, y enseguida dejó paso a los siguientes. El Ineos asomó por detrás y el Quick-Step miró de reojo, pero la cadencia decreció y eso era algo que el Jumbo no permitió. Era muy pronto para que la fiesta acabara. Quería jarana. Así que se puso a tirar un motorizado Sepp Kuss que llevó a cabo la criba definitiva. Llevó al límite a Egan Bernal, que se agarró a los cuernos de su manillar, agachó la cabeza y apretó los dientes. Y entonces llegó el momento de Roglic, que definió como un grande. Como el virtual líder del Tour. "Ha sido una etapa muy rápida, los chicos han hecho un buen trabajo y he podido esprintar. No he logrado el liderato, pero he ganado la etapa. Que Alaphilippe siga líder es algo que tengo que aceptar", dijo el esloveno tras cruzar meta.

Y es que Roglic no consiguió vestirse de amarillo, de hecho se encuentra tercero en la general a siete segundos de Alaphilippe, pero su victoria sirvió para mostrar las credenciales de su equipo. De hecho, el Jumbo tiene tanta calidad, tanta fe en sus posibilidades, que no tiene problemas en mostrar su estrategia. Ayer, en el primer asalto para los interesados en la general, el equipo neerlandés tomó las riendas de la Grande Boucle y demostró ser el mismo rodillo que pasó por el Tour L'Ain y el Critérium del Dauphiné. Ayer el Jumbo no solo asestó el primer golpe de esta velada, directo al estómago del Ineos, sino que además exhibió equipo, con Van Aert, Kuss y George Bennet, y mostró a Tom Dumoulin, a 17 segundos del líder, como su segunda carta ganadora.

Así pues, el Jumbo comenzó fuerte el Tour, proponiéndose como el claro dominador. Como un equipo unido y estratégicamente intachable. Sin embargo, sus rivales apelan a lo larga que es la Grande Boucle y esperan que la fiesta del conjunto neerlandés termine por desinflarse. Con todo, Roglic sabe que tiene a Alaphilippe a tiro de bonificación y, por eso, avisa: "Estoy volviendo a la competición después de la cáida del Dauphiné y cada día me voy sintiendo mejor. Ya en la segunda etapa tuve ya la sensación de estar listo para esto".

No fue el día de Egan Bernal ni del Ineos, claros perdedores de la batalla ante el Jumbo. El colombiano no fue capaz de seguir el brutal ritmo impuesto por los gregarios de Roglic y por ello su equipo tampoco quiso tirar del carro cuando se le presentó la oportunidad. Con todo, a pesar de que las caras de Bernal presagiaban desastre, finalmente la escuadra británica pudo salvar el día gracias a un Jonathan Castroviejo que se erigió como el salvavidas al que el colombiano se agarró en plena marejada. Ahora toca esperar para ver si la dejadez del Ineos es una estrategia para llegar fresco a la tercera semana, como apuesta Mikel Landa, o simplemente el Jumbo es un rodillo imposible de parar.