las paredes del frontón retumbaban con él en la cancha. Todavía hoy, con 63 años a punto de cumplir, en abril los hace, se le enciende la chispa y atruena la cancha. “He tenido genio y mala hostia”, lo dice en pasado, pretérito perfecto de antes de ayer, pues sigue parecido si no igual, aunque “todo lo arregla una cerveza fría” y algo de conversación. Miguel Ángel Sáez de Cámara Ortiz de Salido apenas se ha salido del guión. Es verdad que ha atemperado en lo posible el carácter, que la moto se ha ido poniendo vieja, pero es verle en la cancha y rivales y compañero entran avisados y guarecidos de antemano. O con tapones. Puede ser agrio, agridulce más bien, y apretar. Un ogro. Un gruñón. Shrek, amo y señor de la ciénaga que terminaría por convertirse en parque de atracciones de la pandilla, empezando por el asno, los siete enanitos, pinocho y la galleta sin pierna. “Lo mejor de la pelota son las amistades y las relaciones que tuve”. Dice que “éramos una familia” y hoy, mira y “no sé si es tan avenida”.

Oier Sáez de Cámara, palista magnífico, es su hijo. El chaval es un gran jugador. Esperanza blanca de la paleta alavesa, a un paso siempre del primer nivel, un campeón, delantero, fuerte, rematador, pero? irregular y “falto de confianza”, nos dice el padre. Un luchador -también en la vida- que no termina de creer que puede dar y ser más y mejor. Con tesón y pelea al que “le acabamos de operar de los ojos e igual ahora mejora”, suelta Miguel Ángel conteniendo la risotada. Tuvo además a Leire, la primogénita, nadadora hasta los 20 años. Y tiene a Arantza, “la paciente Arantza, mi mujer” que, entre 1986 y 1996 aguantó lo que no está en los escritos las idas y venidas de Cámara -así le llamaremos a partir de ahora- como le conocen todos, mientras estuvo de responsable junto a Balta de los chicos de la herramienta de la Federación. Juntos se repartían el grupo, cada fin de semana, entre GRAVN, campeonatos y Copas de España, y viajes por un tercio de la geografía del Estado. Pasó más tiempo con Iturricha, Sergio, Bernedo, Tejada, Urkia y los Arrieta que con sus propios hijos. Cuando Álava le ganó a Rioja la final de la Copa de España en Guadalajara, que enfrente estaba Juan Pablo, ojo, pero en nuestra pareja “Sergio y Tejada o Urkia, no me acuerdo”. Cuando Iturricha casi se cuela en la final de pala corta. Cuando “algunos de los nuestros” se perdía por la noche barcelonesa, “se olvidaba de dormir” y nos llegaba justo para el partido.

Cámara continúa jugando, “nos salva el culo a todos”, reconoce Mario Fernández de las Heras, de suplente y por si los acasos. Como el pasado fin de semana, para ponerse por detrás de Luzuriaga en el Provincial de Trinquete y enfrentarse a Lorena y María, dos leonas, a las que los chicos superaron por un corto 30-27. Motero “ahora mejor, con más edad y más tiempo”, pues acaba de jubilarse de Mercedes. Montañero, “mi gran pasión”. Acaba de volver de Pirineos, donde ha disfrutado de una travesía de más de 1.900 metros de desnivel con piel de foca en los esquíes. Ciclista de caminos -el de Santiago-, montes y travesías -el Danubio-. Cuadrillero, de sociedad gastronómica y sidrerías. Pasó años jugando con Lasa, Alberdi, Ortigosa y Durana, cada domingo de 9 a 10 de la mañana y, luego de almorzar, con el puro en la boca acudir juntos a ver partidos del torneo que fuere. La misma o parecida gente con la que disfruta de un buen partido de la LEP.M con sidrería de postre -el lunes que viene toca Tolosa en carnavales- “que ahora no tengo obligaciones” a no ser que se quede en casa esculpiendo madera, con el silenciador puesto.

Leed bien, que toca palmarés. El pelotari de Adurtza ha ganado unos cuantos provinciales. En el 83, en el 85 y en el 86 de cuero. En 1990 de cuero y pala corta y en el 96 de corta y pala. Con Sergio, con Barambones, Ortigosa, Tina y Lasa. Cedido en Zidorra ganó la txapela de paleta cuero de trinquete. Mezclado aquí, y contra también, con Areitio, Ciaurriz, Igartua, Gebara y Larramendi. Y hasta en un individual de corta contra Tina en el frontón de Adurtza. “Sergio me aguantó un montón. Con él anduve a gusto”, aunque en cierta ocasión le metiera un pelotazo que le rompió el tobillo, de un bote pronto, que le llevó al hospital en plena época de exámenes; “el padre de Sergio casi me mata”. En el Federaciones no anduvo listo, no ganó mucho, pero aún y todo sigue recordando una derrota junto a Iturricha, dura, 13-40 contra Insausti y Araujo, y otra ante Soler de Bizkaia, o contra los guipuzcoanos Otero y Olano y los riojanos Daniel y Garrido. Palabras mayores. En la guerra de clubes se enfrentó a Utge, con igual suerte. Y en pala se batió junto a Garaigordobil. Con la misma fortuna. De todos los éxitos destaca el de la final de pala El Corte Inglés -jugó hasta cuando se llamaba Galerías Preciados- en el 96, con Tomás Lacalle. Era frontón largo, el Gran Premio, la Superliga.

Cámara nació en Zurbano en el 55. A los 10 se fue a los frailes de Algorta junto a su hermano Ramontxu -eran nueve- y algún mocete más del pueblo. “Nos convenció un fraile descubridor de talentos”, me dice, pero no lo debía tener o se esforzó poco pues se dedicó más a la paleta que al estudio. Aquellos frailes le convirtieron en fiero seguidor rojiblanco, eso sí. Estuvo interno hasta los 14, cuando entró en Diocesanas y siguió interno en el palacio Esquivel. En el Udea y junto a Ramontxu -futbolista ante todo- jugó contra Nanclares, Santa Cruz, Labastida, Oion y Cuartango. No había interpueblos sino competición intercentros. Y pudo ganar la final ante Corazonistas por la mínima, 25-24. Se jugaba a goma. Aquel día su hermano no tenía muchas ganas de pelota. Le habían quitado del equipo de fútbol y casi se quitó del partido. Enfrente estaba Baltasar Otxoa y “tuve que pelear casi sólo”, reconoce. “Cuando me venga ya le daré”, le dijo el hermano. Lo hizo tan bien que le dedicaron una página del periódico. En el pueblo estaban locos. En una nebulosa guarda el recuerdo de un premio por ganar un campeonato interno; le regalaron un libro, Ben-Hur. Y se lo leyó. Era más de Mesala que de Hur. Un malote. A los 20 se hizo de Adurtza y Javier Arrizabalaga le metió el veneno del cuero en el cuerpo. Y ahí empezó todo. La historia del fiero Cámara, un viejo con el escape trucado al que la edad mejora en casi todo menos en lo fundamental para la competición: fuerza, potencia, estado de forma y? pero que aún le permite mantener el pulso y el gusto por la práctica por canchas, montes, playas y caminos. Es un dos tiempos con envite.