Garbiñe Muguruza y su equipo técnico se toman estos día un reposo que les debe servir para desconectar de las emociones vividas en los primeros días de julio y para recargar baterías ante la nueva situación que se presenta en la carrera de la tenista vasco-venezolana quien, después de su brillante actuación en Wimbledon, es la novena jugadora del mundo, lo que ya le otorga otro estatus dentro del circuito femenino de la WTA. “Ahora va a ser una de esas jugadoras a batir. Ganar a una Top 10 siempre da prestigio”, apunta Igor del Busto, presidente de la Federación Vasca que sigue con atención la carrera de una tenista que en 2010, con apenas 16 años y siendo la 523 del mundo, jugó el torneo de Getxo.

Las pistas de Jolaseta fueron una estación más en el camino de esta jugadora a una sonrisa pegada. Han pasado apenas cuatro años desde que acabó el aprendizaje en los torneos del ITF Futures. En marzo de 2012, Garbiñe Muguruza se estrenó en el cuadro final de un torneo de la WTA en Miami donde logró su primer triunfo ante una jugadora del Top 10, la rusa Vera Zvonareva. A finales de ese año, llegó el debut en un Grand Slam con derrota ante la italiana Sara Errani en el US Open. En 2013, una lesión en el tobillo obligó a la de Caracas a parar seis meses tras caer en segunda ronda en Wimbledon y en 2014 llegó, al fin, la continuidad y el asentamiento en el circuito de élite: el primer título en Hobart, el triunfo ante Serena Williams en Roland Garros y la progresión en el ranking, mientras se le planteaba la necesidad de elegir entre España y Venezuela para disputar la Copa Federación.

Resuelta esa disyuntiva, Garbiñe Muguruza ha ido madurando como jugadora al lado de Alejo Mancisidor, que ha ido puliendo su tenis hasta hacerlo competitivo en todas las superficies, pese a que por sus 1,82 metros podrían limitar su movilidad. Así, hasta que la explosión de Muguruza en Wimbledon, que no ha cogido por sorpresa a los especialistas. “Aunque en los torneos previos no tuvo buenos resultados y ella no parecía cómoda, el juego de Garbiñe es ideal para la hierba”, reseña Del Busto, que considera que el estilo de juego de Garbiñe puede darle muchas alegrías. “Se parece mucho al de Sharapova. Dicen que falla con la derecha, pero es porque toma muchos riesgos y siempre quiere llevar la iniciativa”, matiza.

Tranquilidad y confianza La final en el Grand Slam londinense coloca a la tenista de Caracas en un puesto del ranking que le va a permitir eludir a las rivales más fuertes hasta las estancias finales de los torneos e, incluso, salvar la primera ronda en los que más puntos reparten, lo que puede darle tranquilidad, confianza y la posibilidad de asentarse entre las mejores. Sin embargo, ahora va a ser también “una jugadora más estudiada, a la que van a vigilar mucho más en busca de sus debilidades. Garbiñe sabe que no podrá relajarse, pero con su capacidad de trabajo podrá mejorar su juego”.

Es momento, por tanto, de “tener los pies en el suelo” y afrontar los nuevos retos con el mismo talante que hasta ahora. “Los que le conocen dicen que es una chica muy madura y sensata, con la cabeza bien amueblada, y no creo que se asuste”, comenta el presidente de la Federación Vasca. Es posible, incluso, que Garbiñe Muguruza pueda subir algún puesto más en el ranking de la WTA ya que a partir del mes que viene, cuando se inicia la gira americana previa al Abierto de Estados Unidos, podrá sumar muchos puntos a poco que avance rondas. Al margen de lo puramente tenístico, la jugadora vasco-venezolana tendrá que enfrentarse a las elevadas expectativas y a la mayor repercusión mediática que puede generar a partir de ahora con sus actuaciones. “A ella le gustan los grandes retos, disfruta y se crece en los grandes escenarios. Después de lo de Wimbledon, su confianza habrá crecido porque sabe que puede ganar a las más grandes”, recuerda Igor del Busto.

Otra cuestión de fondo es que, quizás, Muguruza tenga que cargar en los próximos años con el peso del tenis estatal, necesitado de una referente femenina después de muchos años de vacío y justo cuando parece empezar el declive de la gran generación masculina y no volverá a haber otro Rafa Nadal que acapare la atención. Garbiñe y Carla Suárez, como hace veinte años hicieron Arantxa Sánchez Vicario y Conchita Martínez, “pueden elevar el nivel y ayudarse mutuamente para estar arriba”, apunta Del Busto. Con el horizonte en los Juegos Olímpicos de Río, ambas han formado una sólida pareja de dobles y las dos se han metido por separado entre las diez primeras del mundo, “algo que es impresionante”, por más que el circuito femenino, al contrario que el masculino, se caracterice por la igualdad y por la gran movilidad en los puestos punteros. De hecho, la mayoría de las treinta primeras jugadoras del mundo han estado los últimos años en el Top 10.

Efecto llamada El objetivo de Muguruza, que tiene una buena imagen desde el punto de vista comercial que ella misma se encarga de alimentar y que le hace muy atractiva desde el punto de vista publicitario, tiene que ser, por tanto, “lograr esa regularidad” y evitar las distracciones que han frenado la progresión de otras jugadoras llamadas al estrellato. Sí cree Igor del Busto que Garbiñe, de mantener estos buenos resultados, puede provocar “un efecto llamada y hacer que más chicas se animen a jugar al tenis”. Por eso, el presidente de la Federación Vasca sigue también con atención y cariño las evoluciones de Lara Arruabarrena que, tras llegar a la semifinal esta semana en Bastad, puede acercarse a las 70 mejores.

La tolosarra bautizó a su amiga como Grassbiñe para retratar su gran resultado en Wimbledon. La tenista vasco-venezolana tiene previsto regresar al circuito en el torneo de Stanford, que empezará el 3 de agosto. Cuando se mire al espejo, verá a la niña que quería cruzar bolas con sus hermanos en el Club Mansión Mampote cercano a su casa de Caracas y también a una jugadora cercana a cumplir 22 años a la que se le abre un futuro espléndido, aunque también tendrá que afrontar nuevas responsabilidades ya que, por ejemplo, puede que ahora la empiecen a reconocer por la calle cuando pasee por Barcelona. La sonrisa ha hecho camino hasta llegar al número 9 del mundo. Pero todos piensan que ese no es el techo de Garbiñe Muguruza. Wimbledon solo fue una parada.