Vitoria. ¿Qué hacer contra un ídolo desatado? ¿Cómo combatir la potencia y la pericia en el frontón? ¿Cómo tumbar a Aimar Olaizola? Esa pregunta seguirá repicando en los cerebros de todos los pelotaris profesionales, dada la exhibición de colmillo que dio ayer el goizuetarra custodiado a la perfección por un Alexis Apraiz muy capaz y totalmente centrado en su labor de actor secundario de lujo. Si bien Aimar no sacó a relucir su mejor versión en la faceta más dulce del envite que dirimía el cetro de los Sanantolines de Lekeitio, la penúltima plaza veraniega antes de los Sanmateos logroñeses; el delantero mostró empaque y carácter, amparando su juego en sus pocos errores -dos con la derecha en el primer tramo, una pasa y una cruzada fuera seguidas con el 9-8 a favor- y en una segunda decena en la que levantó un 10-16 que ya ponía clavos en su ataúd. Fue el de Goizueta el máximo valedor de la voltereta, pero también Apraiz, que sacó el látigo y apenas falló con un zaguero como rival que no deja títere con cabeza y disfruta martilleando el frontis. Ocurre que el dominio azul se diluyó entre los fallos de Pablo Berasaluze en un saque-remate clave y de Jon Ander Albisu, que tan pronto manda la pelota hasta el diez y medio, como suma cinco errores en los últimos doce tantos colorados. Ocurre que la velada sinfónica que pretendía Pablo desde el inicio, sumando un gancho brutal a las primeras de cambio, se vio frenada por una contractura en el dorsal derecho. Con una lesión tan dolorosa, Berasaluze VIII no pudo mantener una ventaja de cuatro tantos en las primeras de cambio, porque dos escapadas de Albisu dieron alas a un Olaizola que no parecía destilar chispa, pero al que Apraiz mantenía a flote. Pero Aimar tiene la gran virtud de necesitar muy poco para conseguir el tanto; lo que a los primeros espadas de la delantera les cuesta un mundo a la hora de alcanzar el cartón, para las estrellas como el goizuetarra o Martínez de Irujo es simplemente un cambio de chip, una velocidad más. Así, Olaizola y Apraiz hicieron una tacada de seis tantos para encontrarse con el viento a favor. Pero Pablo, travieso, inició el reparto de golpes. Se abrazaron los marcadores hasta el 10-11, porque Jon Ander encontró su mejor versión, pugnando de manera muy seria con un Alexis en gran momento. Después, el violín de un Pablo desatado destacó. Con el punto de mira afinado por los golpes y los dolores remitidos en caliente, el berriztarra y el de Ataun dominaron hasta el 10-16. Alargaron la brecha colorada los azules, cimentando su camino en la facilidad para el saque-remate del puntillero vizcaino: un as con la pelota cerca del frontis, un diablo con el remate, que disfruta cuando Albisu, que en ese punto sacó su mejor cara, manda atrás con los martillos que tiene por brazos. El fogonazo supuso oxígeno, pero los fallos de Jon Ander en este último tramo ahogaron a los azules, a Pablo en su quinta final y dieron alas a Aimar (con una tacada de seis tantos y un parcial de 12-2), sin excesiva brillantez, pero ¿qué hacer contra Olaizola II en erupción?
Duración: 1h 6 minutos de juego; 22:43 minutos de juego real.
Saques: 2 de Olaizola II y 2 de Berasaluze VIII.
Faltas de saque: 1 de Olaizola II.
Pelotazos: 444 pelotazos a buena.
Tantos en juego: 9 de Olaizola II, 1 de Apraiz, 7 de Berasaluze VIII y 2 de Albisu.
Errores: 3 de Olaizola II, 3 de Apraiz, 2 de Berasaluze VIII y 8 de Albisu.
Marcador: 0-1, 1-4, 6-5, 7-6, 7-7, 8-8, 9-9, 10-11, 10-12, 11-16, 17-17, 18-17, 19-18, 20-18 y 22-18.
Incidencias: 650 espectadores en el Santi Brouard de Lekeitio para presenciar la final de los Sanantolines.