CATALDO, Dario (Omega)5h 18' 28''

DE GENDT, Thomas (Vacansoleil)a 7''

RODRÍGUEZ, Joaquim (Katusha)a 2:39

GENERAL

RODRÍGUEZ, Joaquim (Katusha)63h 38' 24''

CONTADOR, Alberto (Saxo Bank)a 28''

VALVERDE, Alejandro (Movistar)a 2:04

Brañillín. La imagen es Froome. El segundo del Tour y el cuarto de la Vuelta se retuerce como una anguila en la última pala del Cuitu Negru que desearía escalar con un arnés. O en telesilla. Así suben en invierno los esquiadores hasta la meta plantada donde nunca hubo carretera. Para llegar hasta allí y llenar de gente la montaña, Unipublic cogió un camino de piedras que comenzaba en la estación invernal de Brañillín y lo cubrió de brea. Esa lengua de asfalto brillaba ayer negra bajo el sol. Así de oscura, negra, se le pone la Vuelta a Contador, que volvió a la carga con todo lo que tiene en las piernas y se encontró con la misma respuesta de todos los días, el Purito fresco y seguro, el escalador maduro de la sangre fría que apaga cada ataque de su rival madrileño y le enseña en los últimos metros el dorsal. Ayer, otra arrancada de misil en los últimos 100 metros del 24% o así le dio un botín de seis segundos más (dos más cuatro de bonificación por ser tercero tras Cataldo, que ganó la etapa, y De Gendt) que alejan a su sombra a 28'' de distancia. Contador lo tiene negro.

Peor lo tiene Froome. Cuando logra escalar la rampa final donde hace quiebros para mantenerse en pie, el inglés alcanza la paz de un llano tras la meta, salva la vida, pero se deja el alma en el camino. Más de dos minutos con Valverde, que le echa definitivamente del podio. Froome no piensa en eso. Busca aire, un lugar para sentarse un rato y quitarse el maillot que pesa toneladas. Está ahogado en sudor. Y zombi. A la entrada de una carpa se baja de la bicicleta, se tambalea y es Intxausti el que le agarra del brazo para mantenerle en equilibrio. Luego se desparrama en una silla. Es un rostro pálido. También un inglés.

Las señales de 'Purito' Antes, mucho antes, el que no tiene buena pinta es Joaquim Rodríguez, que en el alto de La Cabruña, el primero del día, un tercera de nada, debe emplearse a fondo, sube a tope y no puede más que coronarlo el cincuenta o por ahí. Junto a él va Valverde y ambos se miran con los ojos que se les salen de las órbitas. La etapa sale enfurecida y Purito tiene las piernas a punto de estallar. Duras. O eso cuenta luego.

También cuenta que la mala cara que pone en La Cobertoria cuando aprieta de lo lindo Mikel Landa pensando en el renacer de Antón no es ninguna postura. Ni un engaño. "Yo no sé jugar al póker". Así que esa angustia es de verdad. En la televisión belga hablan de algo más gordo y preocupante. Dicen que el líder ha pasado mala noche, que tiene fiebre, hasta 38 de temperatura, y que por eso va a cola del grupo que va adelgazando a cada martillazo de Landa. A rueda del escalador alavés va la banda de Contador, que para comprobar lo que ocurre, le mosquea no ver a Purito por ahí, tampoco a Valverde, se aparta a la cuneta y deja pasar un montón de dorsales hasta que encuentra el maillot rojo del catalán. Junto a él se para, mira de arriba abajo su cuerpecito de escalador, radiografía su cara, el gesto de esfuerzo, y se coloca a su rueda. Ahí se queda. "Es bueno tener información de los rivales", justifica luego la maniobra. Valerio Piva, el director italiano de Purito, no necesita más información que la palabra de su chico. Se lo ha preguntado. "¿Qué tal vas?". Y el catalán le ha dicho que bien, que tranquilo, pero que prefiere ir ahí atrás, escondido del viento al abrigo de algún cuerpo más robusto. Él, que es breve, tiene para elegir.

No hay fiebre, no hay dolor de piernas, no llega el día malo que espera Contador de Purito como única fórmula para celebrar su regreso con la chaqueta roja. Cuando el de Pinto le dice "dai, dai, dai" (dale, dale, dale) a su nuevo chico polaco, Majka, y se desmonta Froome, Purito está ahí, montado en su sombra como cada día. Y con ellos Alejandro Valverde, que corre a por el podio. Otro brusco acelerón de Jesús Hernández y la secuencia se repite. También cuando aprieta Contador antes de coronar Pajares, aunque en ese caso a Valverde se le llenan las piernas de dolor y se da una tregua como calmante. Bálsamo.

El más duro de Contador De Pajares a la estación de Brañillín, un pedazo de cielo antes del infierno, todo vuelve a su sitio. A Valverde le echa un cable Nairo Quintana, el escarabajo del Movistar que le lleva de nuevo hasta Contador y Purito. Así, juntos, afrontan el Cuitu Negru. Que les separe la montaña.Eso quiere Contador. Romper la cuerda que le ata a Joaquim Rodríguez. A dos kilómetros de meta, las rampas excesivas, excesivo el sufrimiento, excesivo el esfuerzo, el chico de Pinto lanza su ofensiva. Va a cámara lenta, pero hace daño. Valverde desconecta y se pone a lo suyo. Purito no, Purito estruja las piernas, responde con agilidad y como Contador insiste, no se sienta, alarga el ataque hasta convertirlo en un pulso por ver quién se derrumba sobre el sillín y se rinde al dolor, tiene que abrir los labios y apretar los dientes. El duelo dura unos segundos largos. Varios metros. Al final, es Contador el que se rinde, se sienta y para. El que probablemente ha sido su ataque más duro en la Vuelta no sirve para derribar al líder. Ha perdido la gran batalla de Asturias. Y, quizás, la Vuelta.

De nada le sirven otros tres acelerones tibios, más corazón que piernas, mucho más, que Purito frena sin dificultad. El último es a 500 metros. Luego, llega la rampa que atrapa a Froome mucho más tarde. La del 24%. Ahí contraataca el líder, que ha medido de nuevo la distancia y piensa en el botín de los segundos con los que va acercándose a su triunfo en la Vuelta. Contador responde a ese relevo de Purito, pero se da por vencido cuando esprinta el catalán al golpear la meta con la vista. Le saca dos segundos, que son seis por la bonificación, y aleja al madrileño a 28 en la general. Sobre el Cuitu Negru, Purito lo ve algo más claro. "No puedo decir que he ganado porque quedan etapas complicadas, pero he dado un paso de gigante. Tengo mucho ganado". Y Contador, oscuro. Es lo que pide. Que algo cambie, que las nubes cubran la Vuelta y que llueva, que jarree, que haga frío. "Suele ser mi aliado", dice. "Déjate, déjate, que se deje de rollos que la cosa está bien como está", dice Purito. Negra para Contador.