Pontevedra. Prontito por la tarde, a la hora del orujo y el puro o por ahí, Fredrik Kessiakoff llega a Pontevedra montado en su proyectil y cuando le ve aterrizar, Richie Porte se levanta de la silla y le deja su sitio. El asiento es el trono para el más rápido de la crono. Recostado en esa butaca -cuatro hierros y dos plásticos, cutre-, los pies cruzados y los talones apoyados en el podio, como en casa, ve pasar las horas el sueco en la tarde fresca y nublada de Pontevedra.

Por los cristales oscuros de sus gafas desfila todo el mundo en dirección al hotel, el masaje y el descanso. A él no le mueve ni Dios. Ni siquiera Beñat Intxausti, uno que la hace muy bien, corre sobre la huella de los buenos tiempos que le ha dejado marcados Castroviejo y en la cima del Monte Castrove, kilómetro 23,5, el punto más alto de la crono, el final de una cuesta que se agarraba, marca un registro sensacional. Solo 27 segundos por detrás del sueco. Kessiakoff se inquieta y cambia de postura. Baja los pies del podio y los apoya en el suelo. Sufre. Su crono es la más larga de todas.

Kessiakoff se bebe dos latas de Aquarius y un botellín de agua durante el tiempo que tarda en volver a saber algo del vizcaino. Cuando anuncian su llegada, respira aliviado. Le ha metido un buen palo bajando a Intxausti, que se se sorprende del tiempo que se ha dejado desenredando el descenso pero reconoce que ha dudado en un par de curvas, que ha tirado de freno, que ha bajado agarrado a la precaución porque solo había visto una vez ese tramo y no lo recordaba bien. De todas maneras, se felicita por las sensaciones. Su tiempo es de los mejores, acaba quinto, da un salto en la general hasta el 15º puesto y se conjura para un final de Vuelta apasionante en la montaña. Cuando se marcha para el hotel junto a Cobo, Kessiakoff se ha vuelto a recostar sobre su butaca.

Purito regula Para entonces ya están corriendo los cuatro favoritos. Valverde va abriendo camino y lo cierra Purito. En medio, el duelo contrarrelojista entre Contador y Froome es apasionante. En los primeros 13,5 kilómetros, los más llanos, la batalla es para el madrileño, que se mueve con una cadencia altísima, el molinillo de siempre, mientras el inglés se retuerce sobre la cabra, antiestético y feo. Ambos, sin embargo, sacan rendimiento a sus piernas. Contador es el mejor en ese tercio; Froome, solo cuatro segundos más lento. En medio está Kessiakoff, que lo ve todo desde su silla.

Valverde es el que no convence porque se deja 31 segundos. Purito, más normal, 39. Antón, que tiene como referencia al escalador catalán por eso de las similitudes en sus condiciones físicas, mucho más, 1:16. Es el principio de un palo para el vizcaino, que no encuentra las sensaciones, que no coge el ritmo, vuelve a echar en falta un puntito más de forma, también algo de frescura, y acaba cediendo más de tres minutos con Contador.

La progresión de Purito es bastante diferente a la de Antón, casi opuesta. Liberado de la angustia de otras veces y del recuerdo negro de Peñafiel hace dos años, el líder se sube a la rampa de salida en Cambados y siente una tranquilidad extraña pero que es la primera piedra de las grandes construcciones. Por la mañana, en el hotel de Sanxenxo, ha prestado oídos a Sebastian Weber, su preparador, que le sigue a todos lados con el portátil en la mano y le cuenta dónde tiene que lanzar la bicicleta, cómo debe trazar las curvas, cuándo tiene que apretar los dientes y cuándo levantar el pie para tomar aire.

Durante la crono, el preparador alemán y Valerio Piva, su director, no dejan de hablarle por el transmisor. Weber lleva consigo el mismo aparato que Purito para leer los vatios que va produciendo sobre la bicicleta. Conoce lo que gasta y mide su límite. En el primer tercio, el llano, le dice que dosifique, que no fuerce, que si lo hace, llegará ahogado al puerto, su terreno, en el que no será capaz de remontar. Purito le hace caso. También cuando le ordena comer, beber, sentarse, levantarse, apretar, aflojar. Corre la crono teledirigido.

El método funciona. En el Monte Castrove, Purito pasa a 56'' de Kessiakoff, entrega alguno, 19'', a Valverde, que sube como una moto y recupera lo perdido en el llano, y solo está a 38 de Froome y a 54 de Contador, que lo busca todo, el liderato, la etapa y un vuelco tremendo a la Vuelta.

La espera de Contador. Kessiakoff ya no está cómodo sobre la butaca. Pero los dos segundos de ventaja con Contador en la subida le parecen bien, es Contador, y advierte de que o los favoritos arriesgan bajando o no le levantan de la silla. Él lo ha hecho, ha limado las cunetas, se ha prometido no tocar el freno hasta Pontevedra y ha salido entero de entre los bosques de pinos y eucaliptus. Así baja Contador, en el límite. Alguien recuerda sus descensos a tumba abierta en el pasado Tour. El de Pinerolo y el de Gap bajo la lluvia. Ambos, de poner la piel de gallina. Kessiakoff no lo quiere ver. Está de espaldas a la televisión, ha clavado la mirada en el reloj de meta y ve pasar los segundos a través de los cristales oscuros de sus gafas. Tiene los dos pies bien asentados en el suelo, los codos sobre las piernas y las manos cruzadas delante de la boca. Reza. Luego cruza los brazos. Y finalmente, se libera.

Contador no le crucifica. Al sueco le sobran 17 segundos, ha ganado la etapa, deja de esperar y levanta el culo de la silla. Lo celebra. Su lugar en ese martirio de impaciencia lo ocupa el madrileño, que corre hacia la caravana del equipo en busca de abrigo y soledad, se sube a ella y allí enchufa la radio para saber cuál es el desenlace de la crono, a cuánto asciende su botín. Se entera de que le ha metido 51 segundos a Valverde. Y escucha cómo entra Froome retorcido y cediendo 22 segundos tras bajar del Monte Castrove cuadrado, los pedales planos al entrar en las curvas y el cuerpo descompensado. El inglés está decepcionado. "Quería ganar", lamenta. "Pero no está todo perdido. La Vuelta está abierta. Estamos todos muy juntos". Más que ninguno, Contador y Joaquim Rodríguez. El líder resiste en la crono como nadie pensaba que iba a hacerlo, sella la mejor actuación de su vida en la lucha contra el tiempo y sobrevive a Contador, que se queda a una calada de Purito. A un segundo. "Le tengo en la oreja", bromea el catalán. Froome les sigue a 16'' y Valverde se queda a 59''. "He dado un paso de gigante", se felicita el líder, mientras el murciano advierte de que se siente con fuerza para luchar; Froome, que todo queda muy abierto; y Contador, que la Vuelta empieza ahora, "en la montaña".