La periodista y escritora Ebbaba Hameida presentará su libro Flores de papel este lunes a las 18.30 horas en el Museo Artium. Hameida entrelaza su historia personal con la memoria colectiva a través de las voces y relatos de las mujeres que la rodean. La obra es un testimonio íntimo y valiente sobre el colonialismo, el exilio, la guerra y la búsqueda de la identidad propia. Un relato que, en palabras de la autora en su entrevista con DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA, le ha permitido sentirse “libre, volar” y contar la historia del Sáhara Occidental tras casi cinco años de trabajo.

¿Qué le impulsó a escribir Flores de papel?

Tenía la necesidad de contar el Sáhara y, como periodista, lo estaba ignorando, o más bien evitaba hacerlo porque hay un componente emocional que me remueve. Es un conflicto que me ha marcado muchísimo y no conseguía abordarlo desde una tercera persona, ni en forma de crónica ni de reportaje. Sabía que podía hablar del Sáhara, pero necesitaba hacerlo desde otro punto de vista, con la honestidad de que quienes me leen, escuchan o ven supieran que soy saharaui. Todo lo que he escrito hasta ahora ha sido en primera persona. Y de pronto me encontré con que herramientas como la literatura y la ficción me ayudaban muchísimo a plasmar algo que llevaba mucho tiempo queriendo contar. Quizás también ese fue uno de los motivos que me empujaron a contar historias y a ser periodista: vivir atravesada por ese conflicto y contar historias sepultadas por el olvido, romper un poco ese bloqueo informativo que sufre el Sáhara. Empecé a escribir después de un proceso de terapia. De hecho, el personaje de Aisha está escrito en segunda persona, en un intento de contarme a mí misma lo que viví. Luego me di cuenta de que no podía hablar solo de mi generación; que, para poder entender quién soy, necesitaba saber también de dónde vengo. Y ahí me reencontré con mi madre y con mi abuela.

Flores de papel

Flores de papel Cedida

¿Qué importancia tiene el hecho de que sea una novela autobiográfica? 

Podríamos decir que Aisha, la nieta, es un personaje que podría ser mi hermana gemela o mi alter ego. Comencé a escribirla intentando recordar el lugar donde nací, qué pasó conmigo a los cinco años, explicar cómo fue para mí aquel momento en que nací en un campo de refugiados. Por motivos de salud, tuve que marcharme y llegué a Italia, donde a partir de entonces viví entre dos culturas, dos mundos, dos tradiciones, dos familias, dos madres. Viví muchos choques culturales, pero sobre todo, muchas preguntas. Y una de las que más me ha pesado ha sido: ¿quién soy? Aisha se ve obligada a vivir en dos contextos que son muy distintos, que no se entienden ni se comprenden. Creo que esto lo hemos vivido muchas niñas saharauis que nos hemos quedado en Europa, pero también podría haberlo vivido cualquier persona migrante. Así que sí, Aisha tiene mucho de mí, de cómo viví ciertos momentos de mi vida y de cómo me sentí en determinadas situaciones. También intento contar la historia de todo un pueblo.

¿Qué reacción le gustaría despertar en su público? 

Quiero que la gente entienda cómo los conflictos marcan, y cómo han marcado a las mujeres saharauis. Se ha hablado mucho de ellas desde un punto de vista político, incluso se ha llegado a instrumentalizar su papel en la lucha. Pero yo he intentado profundizar, tocar fondo, llegar a lo más profundo de nuestra herida. El pueblo saharaui es un pueblo traumatizado, y sus mujeres se han visto envueltas en una realidad muy compleja. Me gustaría despertar empatía y comprensión. Cuando un conflicto lleva tantos años estancado y olvidado, el Sáhara suena lejano. Yo he tratado de humanizar a las mujeres saharauis y hablar, sobre todo, de ese desgarro provocado por el conflicto.

"Es muy importante que empecemos las mujeres a narrarnos a nosotras mismas y al mundo nuestra propia historia"

¿Siente que su voz y sus testimonios pueden abrir puertas a más mujeres? 

Me encantaría, porque todas las mujeres tenemos nuestra propia voz. Pero es verdad que a veces necesitamos un pequeño altavoz. Yo lo he encontrado en la literatura y en los medios de comunicación, pero estoy segura de que aún hay muchas historias por contar. Además, es muy importante que empecemos las mujeres a narrarnos a nosotras mismas y al mundo nuestra propia historia. Es un ejercicio de empoderamiento y de fortaleza, que nos permite vernos reflejadas unas en otras.

¿Qué importancia cree que tiene la literatura para recuperar la memoria? 

No era consciente del poder que tiene la literatura. Lo he descubierto durante el proceso de creación. No sabía que era una forma tan profunda de contar y de comprender las cosas. Estoy muy impresionada con la acogida del libro. Es una herramienta que te permite volar, expresar, respetar tus propios silencios. Hay unos tiempos, hay unos espacios a los que se puede viajar. Es el ejercicio de encontrar la palabra exacta para poder definir cada cosa.

"El libro aporta una visión histórica del conflicto, pero también genera un vínculo entre el lector y al menos uno de los personajes"

¿Cómo ha sido el proceso de escribir su obra?

He estado casi cinco años escribiendo el libro. Ha sido un proceso de búsqueda de claridad sobre lo que quería contar, algo que me parece valiosísimo en estos tiempos tan convulsos, donde los medios nos enfrentamos a la inmediatez. Desde esa óptica, me parece una herramienta que ayuda a contar la realidad. En la literatura hay muchas formas de narrar una historia compleja. El libro aporta una visión histórica del conflicto, pero también genera un vínculo entre el lector y al menos uno de los personajes. Es un viaje a través de los ojos de las mujeres. Y es un viaje por la historia y por la memoria que nos une y que nos ha hecho llegar hasta aquí.

Por último, ¿qué representan esas flores o esa metáfora de flores de papel en el título? 

Es un nexo entre estas dos culturas que, además, marcan la vida de Aisha y también, por supuesto, la de Naima. El personaje de la abuela se encuentra, de pronto, condenada a una vida sedentaria en la que hay hombres y mujeres blancos con una existencia que a ella le resulta desconcertante. La comida plastificada, vivir entre cuatro paredes, muy lejos de la libertad del desierto, de la vida nómada, de ese arraigo al movimiento. Entonces tiene que dar a luz y se encuentra con una soledad que la desborda. Cuando consigue tener a su hija, el marido de una amiga española le trae un jarrón de flores de papel y le dice que su mujer ha estado toda la noche haciéndolas. Ella se ríe, pensando: “¿para qué os inventáis hasta la leche debajo de las piedras?” Para ella era impactante ver cómo se puede construir lo que no existe, cómo se puede reinventar y ficcionar la vida. Su forma de vivir y estar en el mundo era completamente diferente a la de los españoles, porque ella vivía acorde con la naturaleza. Si no había flores, no había flores. Me pareció una imagen muy simbólica.