El fotógrafo Gert Voor In’t Holt, siempre interesado en el paisaje, se propuso un buen día capturar con su objetivo distintos espacios exteriores de forma “distinta”, siendo intervenidos y transformados por la presencia de un llamativo aparato luminiscente. Hace ya más de cinco años de eso, cuando la pandemia del covid aún no lo había cambiado todo.
La idea de Voor In’t Holt adquirió la consistencia necesaria y, tras varias pruebas sobre el terreno, el artista comenzó a pensar en paisajes que pudieran ser “interesantes” para el incipiente proyecto y a acudir a ellos de noche. Todos tendrían una característica en común: ser “espacios residuales”, tal como el paisajista Gilles Clément definió esos territorios que han perdido su función inicial y han sido reabsorbidos por su entorno.
Una suerte de trinchera en el monte, una presa que nunca llegó a funcionar, una carretera que ha acabado muriendo en un pantano...
El resultado
El resultado final del camino es Enlighten Landscapes (Paisaiak Argitu / Iluminar Paisajes), una exposición compuesta por 12 trabajos en total que abrirá sus puertas al público mañana jueves 20 (19.30 horas) en el espacio Zas Kultur de Gasteiz y que podrá visitarse hasta el próximo 19 de abril.
Una docena de fotografías, incluidas dos tomadas “más a modo de prueba” –las primeras que realizó–, con las que el artista neerlandés aunque afincado en la capital alavesa ha buscado “saber más del mundo, de la fotografía” e incluso “de uno mismo”.
El proyecto, con todo, ha partido de una premisa sencilla: la que sostiene que el paisaje es una construcción cultural. Lejos de la idea de la naturaleza como un espacio neutral o intacto, Voor In’t Holt ha escogido cuatro enclaves modificados por la acción humana y los ha examinado con una metodología visual que enfatiza su condición ambigua: entre lo natural y lo artificial, entre lo abandonado y lo reclamado.
Lugares que alguna vez tuvieron un uso y que en las imágenes aparecen marcados por una luz blanca que no solo ilumina la escena, sino que la redefine. El aparato empleado por el artista, como curiosidad, tiene dos metros y 72 centímetros de alto, justo la medida estándar de los fondos fotográficos.