“La subversión del cuerpo y las dialécticas queer tienen que ser reivindicadas desde el arte”
Desde la creación, la gestión cultural y el trabajo colectivo, Ariana RAC desarrolla un amplio y reivindicativo proyecto vital y artístico
Desde Filandia hasta Grecia pasando por Chequia. En diferentes países y ciudades ha ido encontrando anclajes –en forma de residencias artísticas, muestras...– para ir avanzando en una trayectoria creativa que ahora despliega desde su ciudad natal, aunque Berlín estuvo cerca de alejarla de la capital alavesa. La palabra subversión es imprescindible para seguir la senda que está construyendo Ariana RAC.
Justo ahora, Ariana RAC tiene entre manos…
–Ahora mismo, estoy en diferentes proyectos. Por un lado, Queerclogénesis explosiva, que estoy llevando a cabo a través de la beca Haziak. Básicamente es promover un colectivo queer a través del arte. Además, estoy desarrollando un proyecto en distintos pueblos de Álava. Básicamente es ir sumando una persona por cada cuadrilla del territorio para recoger su memoria tanto material como inmaterial en relación al euskera. Además estoy en mis propios procesos creativos, trabajando en una serie con metal en torno a la idea de la subversión del objeto. Además estoy dentro de Zas Kultur, que es un proyecto personal y colectivo al mismo tiempo. Bueno, y ahora justo, justo, también en Amárica Elkartea.
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Escultura, instalación, performance… Ariana RAC no se queda en una sola disciplina. ¿Por qué?
–Porque no me quiero centrar en una cosa cuando me gustan más. Asumimos que sí o sí, tienes que ser solo escultora, o solo pintora, o solo performer. No, yo soy artista. No siempre voy a poder expresarme solo desde un medio. Eso lo tengo claro. Es verdad que lo que igual más trabajo es la instalación. Es así porque es un medio que me permite aunar todo, me permite hacer escultura, pintura, dibujo, performance, videoarte… Por eso me considero una artista transdisciplinar. Estamos en un siglo de cambios, en una época en la que asumirte únicamente en un medio es simplista. Además, es que no me apetece (risas).
“Vitoria está como dormida, parada, y a mí eso me da pena. Siento que siempre somos las mismas personas las que estamos haciendo cosas”
Sea siguiendo unos caminos u otros, hay unos intereses en lo que hace Ariana RAC que son claros.
–En los dos últimos años me he dado cuenta de lo que verdaderamente me interesa. En todos los medios, yo trabajo la subversión del cuerpo, la subversión de la identidad, y las dialécticas queer, que es, al final, lo que a mí me atraviesan. Es algo que veo necesario reivindicar desde el arte. Son cuestiones que están ahí, en el aire, pero que parece que nunca se tratan de una forma matérica, que solo se desarrollan de forma discursiva. A mí me apetece hacerlo desde la materia, ya sea desde la escultura, el vídeo, la instalación… Creo desde lo queer, es mi postura política. Quiero crear para activar el cambio. Y también trabajo desde la subversión del objeto. De cualquier objeto tenemos una idea de lo que es, cómo debe ser y de lo que significa. A mí me gusta saltar sobre eso.
Compromiso
Pongamos un ejemplo.
–Una de mis últimas piezas es una barandilla de metal, como cualquiera que se pone en unas escaleras para que te apoyes. Es un objeto que asumimos que tiene que estar sujeto, fijo, que tiene que servir para sujetar a otro cuerpo. ¿Pero qué pasa si es sostenido, si lo sostengo yo, qué pasa si está en el aire, si…? Ahí aparecen preguntas y reflexiones que pueden ser muy interesantes. El cuerpo queer es, al final, un cuerpo subvertido, que niega la hegemonía, que se niega a seguir esos pasos que te dicta la sociedad que tienes que mantener para estar dentro de ella.
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Pues estamos en un momento realmente complicado para este tipo de planteamientos, con gobiernos, partidos y grupos sociales atacando directamente posturas así. ¿Estos tiempos exigen todavía mayor compromiso?
–No. El arte tiene que ser político. Si no, no nos lleva a ningún lado. Obviamente es una postura personal. No digo que el arte cuando se centra en lo estético no esté bien. Solo digo que desde lo personal y desde mi individualidad, necesito que mi arte sea político, que tenga algo más, que lo que yo hago sirva como activador. Si hago una obra y la gente no la entiende, me va a preguntar. Y ya solo con cuestionarme, ya estoy generando que esa persona tenga un interés hacia algo tan importante como una conversación. ¿Por qué está haciendo esta persona esto? ¿Por qué está usando estos materiales? ¿Por qué…? Si nos paramos a pensar, ya estamos activándonos. El arte lo veo como un mecanismo de autodefensa. No podemos ver el arte contemporáneo como algo elitista y capitalista. Si hacemos arte es para todo lo contrario. La cultura es lo que mueve a la gente, es imprescindible. Y eso, decir, hacer y pensar eso, es un comportamiento político.
Pero no solo hace. También está implicada de lleno en cuestión de gestión cultural. Incluso acaba de hacer de periodista, de entrevistadora de otros artistas, en una serie de charlas en Montehermoso.
–(Risas) Realmente es lo mismo. Es, de alguna manera, democratizar el arte. Es hacer que el arte sea escuchado y percibido como algo más de lo que quieres escuchar y saber más. En las entrevistas que hicimos a finales del año pasado, la idea era coger a artistas muy diferentes entre sí y tener conversaciones. Muchas veces nos pasa que cuando tenemos entrevistas como esta, quien nos pregunta, no es artista. Y eso hace que sea más complicado llegar a ciertos puntos o cuestiones de las que nos gustaría hablar. Es lo que quisimos crear allí, espacios en los que yo como artista pudiera hablar con otra persona artista, contando con que la gente podía preguntar y participar. Eso nos ayuda a hacer humana la figura del artista, de acercarla a la gente en general. Y también deja claro que el arte sin colectivo no es nada. La gente que estuvo en las entrevistas pudo ver que el arte no es solo cuestión de una persona, que no es algo que está ahí y que no les puede llegar.
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Ser joven y querer que la cultura sea una profesión parece una misión imposible. Teniendo en cuenta cómo está este mundo laboral, ¿por qué adentrarse en él?
–(Risas) Creo que es porque siempre he sido un poco loca. Siempre me ha gustado ir en contra de todo o, por lo menos, de lo que nos dictan que tenemos que hacer. Me acuerdo que, de pequeña, en el colegio yo siempre era muy rápida a la hora de hacer las tareas. Me gustaba hacerlo todo muy rápido para tener tiempo para dibujar. Era muy gracioso porque en la escuela me quitaban los cuadernos para que no pudiera hacerlo. Yo no entendía que no me dejasen dibujar si ya había terminado todo lo que me habían mandado. Ese punto de subversión ya estaba ahí. Me gusta desarrollarlo desde el arte. Lo necesito. Si no tuviese la capacidad de expresar a través del arte igual me metería en política, pero es que no me apetece (risas). Creando el tiempo se me pasa volando. Es la forma en la que me siento bien, llena. Asumimos que cualquier trabajo tiene que ser visto desde el capitalismo. Por supuesto, es necesario que la labor, también de los artistas, se desarrolle en unas condiciones. Por eso estamos reivindicando las buenas prácticas, que todas las exposiciones que se hagan, se paguen, que tiene que haber unos honorarios mínimos… Si alguien acepta que no se así, está haciendo mal a todo el resto. Hay opciones de hacer las cosas de otra manera. Es verdad que la mayoría fuera de Vitoria, pero bueno. También te digo que a veces se asume el trabajo artístico como algo que no tiene salida. Vale, pero en realidad vivimos en una sociedad y en un momento en el que casi ningún trabajo tiene salida. Puedes decir que la cultura no da para comer, pero es que casi nada lo hace.
“Se asume el trabajo artístico como algo que no tiene salida. Vale, pero en realidad vivimos en una sociedad en la que casi ningún trabajo tiene salida”
Volver a Vitoria
El futuro ya dirá, pero en el pasado reciente de Ariana RAC hay otras ciudades y otros países. ¿Por qué volver a Vitoria?
–En la única ciudad en la que de verdad estuve dudando de si quedarse allí o volver fue en Berlín. Estuve allí unos ocho meses a través de una beca. Estuve de asistente de Nuria Fuster García, que es una artista maravillosa a la que quiero con todo mi corazón. Es evidente que allí había más oportunidades. Las había entonces, porque ahora la situación en Alemania es distinta. Es una pena. De hecho, conozco a bastante gente que estaba haciendo vida y carrera allí que se está marchando porque no pueden más. Yo volví porque no tenía un espacio económico para sostenerme para poder quedarme. Mi idea era regresar a Vitoria, ahorra lo posible y volver a Berlín. Pero cuando volví empcé con Zas Kultur, con tal, con cual… y siento que no puedo alejarme. Cuando tomé la decisión de volver, el primer pensamiento fue tener tiempo para producir yo pero también hacer lo posible para conseguir becas para artistas emergentes en Vitoria. Me lo planteé como un reto. Estamos en ello y lo estamos haciendo. La idea al venir era crear nuevas redes y en ello estamos. Es decir, que cuando vine lo hice con unos intereses muy concretos que se están cumpliendo. Por eso sigo aquí. Es verdad que allí todos los días tenías exposiciones, presentaciones de artistas, performances… De alguna manera, quería y quiero que eso pase en Vitoria.
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Volver a su ciudad y…
–Encontré la única residencia artística para jóvenes, que es la que tiene Zas Kultur. Fue una oportunidad muy interesante. Cuando terminó, me propusieron seguir en el proyecto porque me dijeron que pensaban que yo podía aportar algo. Me pareció genial el ofrecimiento. A raíz de ahí fui creciendo. A eso se unió que empecé a acudir a todas las actividades culturales y empecé a conocer gente y a tejer mis vínculos. Eso me ha ayudado a contar con gente muy bonita alrededor que me ayuda mucho.
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¿Cómo ve a la ciudad, culturalmente hablando?
–Terrorífica (risas). Intentamos despertar inquietudes y hacer cosas pero es verdad que es una ciudad muy parada. Es una ciudad que exige pero que no se activa para conseguirlo. Es: quiero esto, pero no me voy a implicar demasiado. La ciudad está como dormida, parada, y a mí eso me da mucha pena. Siento que siempre somos las mismas personas las que estamos haciendo cosas. Y es una mierda. Si a eso le sumas que desde instituciones como Diputación no nos ofrecen ninguna confianza porque básicamente nos dicen a la cara que la cultura no importa, pues claro. Se cierra Amárica, se quitan subvenciones, , se retira dinero a las ayudas que hacen que esto subsista… es que es terrorífico. Si quien debería hacer para cambiar las cosas, no se mueve, la ciudadanía piensa que es lo que tiene que ser, que la cultura no importa. Así que tendremos que hacer todavía más fuerza para cambiar las cosas.
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¿En qué momento Ariana RAC vio que podía haber un camino vital en la creación artística?
–En realidad, cuando estaba en el colegio y me quitaban los cuadernos para que no pintara, pensé que tenía que tirar por las artes porque era lo que más les molestaba (risas). Mis padres siempre me han apoyado muchísimo. Ahí tengo mucha suerte. Pero al resto parecía molestarle que yo tuviera tan buenas notas y pensase en hacer algo relacionado con el arte. Era evidente que escoger ese camino era el que más molestaba y a mí eso me hacía mucha gracia. Ese punto subversivo, irreverente, siempre me ha gustado.
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Y si miramos al futuro, ¿por dónde tiene que seguir esa senda?
–Voy cambiando cada día en lo que me gustaría (risas). Así que hoy digo que me gustaría, en un futuro no muy lejano, tener tiempo para producir, ser consciente de que el arte va para delante y de que lo que hago vale para algo., Sí, querría visitar más sitios y hacer más residencias, pero quiero saber que lo que hago vale para que la gente se active. Eso pasa por poder tener espacios que quieran exponer a gente emergente, tener becas que ayuden a gente emergente, y hacer, desde mi posición, a que eso pase, no solo para mí. Me veo en ese camino de hacer colectivo.