"Menos mal que somos diferentes porque es una gran ventaja que nos enriquece a todos"
Con ‘Un Lugar Perfecto’ bajo el brazo, Depedro regresa este viernes a la sala Jimmy Jazz
De nuevo en la carretera, el madrileño Jairo Zavala vuelve a encontrarse con el público de la capital alavesa esta semana. Han pasado ya tres años desde su última visita a la sala Jimmy Jazz y es hora de verse de nuevo las caras, además contando con un nuevo disco como magnífica excusa. Un Lugar Perfecto ha visto la luz este mismo año, un trabajo con el que Depedro está volviendo a conquistar al público una vez más y ya van... En el espacio de la calle Coronación, las puertas este viernes se abrirán a las 20.30 horas, quedando todavía alguna entrada disponible.
De nuevo en Jimmy Jazz...
–Siempre es un lujo tocar en un sitio como la Jimmy. Es una pedazo de sala en el corazón de Vitoria que tiene una tradición de siempre apoyar a muchísimas bandas independientemente de si se llenan o no el aforo. A mí me dieron la oportunidad al principio y siempre es un placer volver.
Ahora regresa con un disco que, más allá de otras cuestiones, llama, incluso desde el título, a sentimientos y estados de ánimo que chocan bastante con lo que estamos viviendo.
–Hay una canción que dice Ojalá el amor nos salve pero por favor en calma. Nos falta serenidad, lo que pasa es que los medios de comunicación no se apoyan en ella para contar las noticias (risas).
" Yo no soy de zona de confort ni me hago un tributo a mí mismo. Ni mucho menos"
Con ‘Un Lugar Perfecto’ en el público busca...
–Uff... Lo primero, espero que la gente le pueda dar una oportunidad más porque no es un disco de una sola escucha. Es un trabajo que va a contracorriente de los carteles de neón de la inmediatez. Si le das esa oportunidad, creo que tiene muchas sorpresas emocionales en su interior.
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La labor del compositor
Ha costado un tiempo sacar este trabajo.
–Todo me cuesta. Me encantaría mentir y decir que soy fabuloso y que no tengo ningún obstáculo a la hora de crear nuevas canciones. Pero no es así. Encontrar algo que realmente te emocione a ti para que luego lo puedas trasmitir en un escenario es algo que me cuesta. Pero es que tiene que ser de esa manera. Las cosas que te cuestan un esfuerzo y desarrollan eso que se llama responsabilidad –que para algunos es una obligación y para mí un derecho–, me parece muy interesante. El tópico universal de lo importante que es el camino, ahora tiene más relevancia que nunca.
Pero este ya es el séptimo álbum de estudio, así que la fórmula la tiene más que aprendida, ¿no?
–Para nada. Al revés, cada vez es más complicado. Además, yo no soy de zona de confort ni me hago un tributo a mí mismo. Ni mucho menos. Es más, en este disco lo que he hecho ha sido llamar a alguien para que me ponga en una situación extrema y me apriete para llegar a sitios a los que no había ido. Él ha sido Gustavo Guerrero, que es quien me ha ayudado a producir el álbum.
¿Qué le ha exigido?
–Sobre todo, abrir cajones diferentes. A nivel lírico también me ha apretado mucho. ¡Menos mal que hay muchas maneras diferentes de hacer las cosas! Hay una canción que habla de la diferencia y dice que menos mal que somos diferentes porque es una gran ventaja que nos enriquece a todos, no un problema.
El público
Ahora toca giras en salas y teatros, que supone tener al público más cerca y en otro ambiente con respecto a los festivales.
–Sobre todo, supone tener el tiempo para poder desarrollar un concierto más largo y contar con tranquilidad el viaje que llevamos. También tienes la oportunidad de que el equipo que llevo tan fantástico pueda desarrollar su trabajo en plenitud a nivel escenográfico, luces... No obstante, siempre he sido muy agradecido con todos los foros que me han llamado para tocar, ya sea para un camarero o para lo que fuera. No están las cosas para ponerte exquisito (risas).
Son conciertos en los que se presenta lo nuevo pero en los que Depedro sabe que o toca determinados temas o igual no sale de la sala vivo.
–Yo tengo mucho respeto al pilón y, por supuesto, voy a tocar temas del disco nuevo porque tengo ganas de que esas canciones crezcan, pero no me olvido de los clásicos que emocionalmente me han puesto en la posición, por ejemplo, de poder hablar contigo.
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Con el disco nuevo, a buen seguro los planes pasarán por tocar todo lo que se pueda y volver a actuar al otro lado del Atlántico, ¿verdad?
–Yo, si me dejan, tengo mucho peligro (risas). Tengo mucha suerte de que el discurso de este proyecto haya tenido abrazos fuera de nuestras fronteras. Aunque no sea de una manera tan numerosa como lo es aquí, sí que hay una gente que me espera, que me escribe y que hace que tenga que ir una vez al año a saludar, a tocar y a seguir llenándome la maleta de historias.
Hace nada ha estado en México y Argentina. ¿Cómo es ese público?
–Al público latinoamericano le tengo mucho cariño. Es gente que escucha mucho, que disfruta y del que soy muy deudor. Es una fuente de inspiración muy importante en mi trabajo y me devuelven ese cariño que yo le pongo a las canciones adornándolas con colores y aires de ritmos latinoamericanos.
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Pero ahora le tocan tres fechas en Euskadi, donde somos un poco más fríos, me temo...
–¡Para nada! Euskadi siempre me ha abierto los brazos. De hecho, grabé Máquina de piedad allí y aquello fue de todo menos frío (risas).