Desde Evaristo Páramos hasta Kutxi Romero pasando por Albert Plá y Fernando Madina. Son muchos los nombres que sirven para componer el documental Manolo Kabezabolo (Si todavía te kedan dientes es ke no estuviste ahí), de José Alberto Andrés Lacasta. Por supuesto, el fundamental es el de Manuel Méndez.
Manolo Kabezabolo, Evaristo Páramos, Kutxi Romero... ¿Ve en las nuevas generaciones creadores como ellos?
–Ellos han formado parte y han liderado, cada uno con su estilo, una manera de hacer la música y de acompañar un activismo muy particular. No solo hablamos de artistas, también lo hacemos de una manera de ubicarse en el mundo y de estar comprometido. Ahora podemos tener la sensación de que eso no es así. Pero yo sigo creyendo mucho en la juventud y en los nuevos artistas que están apareciendo. Siguen apareciendo bandas que son capaces de aglutinar a gente que protesta, a gente que no está de acuerdo con determinado tipo de cosas. Tenemos que seguir confiando. Además, en los conciertos de Manolo o de Evaristo ves gente joven.
"El documental se abre con Manolo contando que está enfermo y que está en un psiquiátrico"
Cuando se hacen acercamientos de este tipo a determinados artistas hay cada vez más tendencia a hacer retratos blancos, homenajes en los que no mancharse. Pero es que un tipo como Manolo Kabezabolo no es, precisamente, un personaje de Walt Disney.
–No, no lo es (risas). Ni el documental es tampoco un homenaje. Es evidente que voy a favor del personaje, no lo dejo en evidencia. Pero es que Manolo no es un narciso, no es un egocéntrico. Ni necesita ningún elogio gratuito. Cuando decides hacer un personaje tan carismático, estás en el límite de querer dejar bien a tu amigo. No soy Julian Temple haciendo un documental de Shane MacGowan para mandarnos después mútuamente a la mierda. Pero es que Manolo pone en evidencia él solo sus contradicciones, sus miserias, todas sus diatribas. Te cuenta sin problema que fue militar y que ha estado cerca de reengancharse a la vida militar. O te cuenta otras cosas que son muy duras y que, en realidad, le ponen en evidencia. Ante eso, a mí solo me ha tocado quedarme a un lado y escucharle. Es lo que hemos querido, que sea él el que vaya delatando su propia vida con la crudeza y la autenticidad que a él le definen.
Quien tenga vagas referencias de Manolo Kabezabolo, tal vez haya ido a alguno de sus conciertos o haya escuchado alguna vez una de sus supuestas aventuras, ¿qué va a descubrir aquí?
–Lo primero que va a descubrir es un artista íntegro. Con una forma y una ubicación en la industria musical muy concreta, muy de él. Es un anarquista total y absoluto, pero con método. Él es consciente de dónde se mueve, cómo se tiene que ganar el pan y qué es lo que quiere transmitir. Luego va a descubrir una persona íntegra que ha afrontado, de una manera llana y natural, algo tan peliagudo como es la enfermedad mental. Eso forma parte de su leyenda, la asociación de su figura a los psiquiátricos, a la enfermedad mental y a los supuestos desmanes. Él habla de ello y no solo en su nombre. También lo hace en nombre de una generación de enfermos mentales, de una gente que literalmente se pudrió en centros de internamiento. Eso creo que da un plus al producto cinematográfico. La gente está saliendo conmovida de ver el documental precisamente por esto. Claro, es que el documental se abre con Manolo contando que está enfermo y que está en un psiquiátrico.
Por cierto, ¿y usted, qué ha aprendido o sacado en claro sobre la figura de Manolo?
–Lo primero, un amigo. Es un tío con el que he compartido cuatro años, con el que he aprendido cosas de la vida y de la música. Él relativiza, vive al día y le da importancia a lo que se la tiene que dar. Estar con él es una lección de vida que te ayuda a aprender, a tener los pies en el suelo, a reconsiderar muchas cosas, y a contar con una cultura musical. Y no me refiero solo a la suya. También a la de sus contemporáneos, a la de sus influencias e incluso la que se refiere a la música que detesta, porque también la escucha. Eso es lo que yo me llevo de toda esta experiencia, aunque sobre todo es que he ganado un amigo.