Las vueltas que da la vida. Y no, no lo escribo como figura metafórica. La frase en cuestión es el resultado de una sesuda reflexión que me llevó la friolera del lapso de tiempo en el que se incluyen los anuncios en la película que estaba viendo en una cadena de televisión comercial. En vez de levantarme del sofá y acceder a la nevera a por algo de picoteo, me dio por poner en funcionamiento los engranajes metabólicos responsables de los millones de sinapsis que deberían dotar de contenido a la sesera. Y en esas estaba cuando me vino a la mente el extraño recorrido vital experimentado por algunos de los gestores que, para bien o para mal, han tenido la responsabilidad de gobernar este país, Estado o conglomerado institucional, según las apetencias de cada uno. En general, los citados, al menos, los que no han escuchado la llamada del Señor, han pasado del ordeno y mando, con aplauso generalizado de sus respectivos ejércitos de acólitos, al intento ordenar y me doy cuenta de que no pinto mucho más que un florero, caro y feo como un Demonio, pero un florero a fin de cuentas. Supongo que tiene que hacerse extraño haber llegado al culmen profesional, y tener que apartarse de primera línea cuando se ha cogido gusto a la historia.
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