“Sabemos que el trabajo que hacemos es de cocinar a fuego lento”, de ir poco a poco sembrando tanto en campo propio como ajeno, contando además con terceras personas y sin ceñirse nunca a un solo área artística. Ya “vamos recogiendo frutos”, apuntan Zuriñe Benavente e Ignacio Monterrubio. Bailarina y músico, aunque tanto una etiqueta como la otra se les quedan cortas, son la base del Altraste Danza, compañía alavesa que cumple ahora diez años de andadura.

Lo hace tras estrenar Lutinier, un montaje que les está dejando más que satisfechos, tanto por la respuesta del público como por el reflejo que supone del momento actual del grupo. “Nuestro sello es la multidisciplinariedad, esa mezcla entre la música, la danza, el texto… que se da en esta pieza. Es algo que nos define muy bien”, apunta Benavente.

“En todas las obras hemos pensado en que el público esté muy presente, que pueda vivir lo que hacemos de una forma más activa”

“Hemos intentado buscar un lenguaje propio desde el principio. No hemos intentado hacer piezas para venderlas sabiendo lo que funciona. Eso nos ha permitido crecer en nuestra forma de crear. Hemos encontrado nuestra propia línea más allá de lo que es o no vendible, de lo que la gente va a consumir más fácilmente, de lo que los programadores van a contratar de manera más segura y habitual”, añade Monterrubio. 

De todas formas, el décimo aniversario trae más regalos en forma de estreno. Tras la presentación en la capital alavesa de Lutinier, la compañía tiene una nueva cita con Gasteiz el próximo mes de junio. En el marco de la próxima edición de KaldeArte se podrá ver El bolero. Se trata, en este caso, de un solo de danza pensado para la calle y contando con los espectadores alrededor de la escena.

La importancia del otro

En ese ir sembrando que Altraste lleva practicando desde su puesta en marcha en 2014, en esa labor de ir poco a poco, juegan un papel esencial quienes están fuera del dúo, ya sean espectadores o colaboradores. La mirada a ambos es fundamental. 

Así, desde el origen de la propuesta “siempre ha estado muy presente la búsqueda de una cercanía con el público. En todas las obras y en todo momento hemos pensado en que el público esté muy presente, que pueda vivir lo que hacemos de una forma más activa”, describe Benavente. “Eso también nos ha llevado a buscar la frescura del momento. Así, aunque las obras sean cerradas, en cada una dejamos una puerta abierta a la improvisación, a lo que surge en el momento”.

Esa mirada hacia afuera se ejemplifica también en la constante búsqueda de colaboraciones con terceras personas, con intérpretes y artistas de otras disciplinas artísticas, pero también de diferentes procedencias y, por tanto, experiencias, culturas y conocimientos. “La riqueza que eso te da es muy importante; permite que nuestro lenguaje siga evolucionando”.

La apuesta formativa

De hecho, al mirar al futuro próximo, Altraste mantiene esa esencia colaborativa como elemento básico para su desarrollo. Más allá de poder seguir dando vida a Lutinier, donde se encuentran con artistas de otros países y disciplinas, la intención es abrir todavía más las puertas a creadores e intérpretes que puedan venir de cualquier lugar. 

Esa máxima de compartir, de establecer un puente de constante intercambio, se visibiliza en la otra gran apuesta que la compañía ha hecho en estos años y que tiene en el programa danzÁlava su máxima expresión. La formación y el encuentro son el sustrato de esta idea ya más que consolidada y referencial.

“Hemos encontrado nuestra propia línea más allá de lo que es o no vendible, de lo que los programadores van a contratar seguro”

El segundo año de danzÁlava apostamos por ir a por una línea de profesorado más centrada en la investigación, en la composición, en la improvisación con talleres de cuatro y cinco días. Y nos dimos un tortazo bastante grande”, recuerda Monterrubio. Hubo que hacer mucho trabajo a pie de calle, llamando “a las personas a las que pensábamos que les podía interesar la gente que traíamos y hacerlo una a una para que viniesen”. Hoy el escenario es muy diferente.

“Después de siete ediciones, los cursos se llenan solos. Viene gente no solo del País Vasco y de España, sino también de otros países. Es el resultado del convencimiento de que estamos haciendo algo que merece la pena”, apunta el músico.

No en vano, este fin de semana está arrancando la programación prevista para este 2024 y la respuesta está siendo, de nuevo, inmejorable a una idea que no solo ofrece talleres con destacados nombres de la escena internacional, sino también encuentros abiertos del público con estos artistas.

Un nacimiento “natural”

El futuro de Altraste Danza espera. El presente no para. El pasado, en este décimo aniversario, hace volver la vista a 2014. “Ignacio ya venía haciendo su trabajo artístico como músico contemporáneo y yo estaba terminando mis estudios de danza. Los dos empezamos de forma muy natural a hacer cosas juntos”, recuerda Benavente. 

Ahí jugó un papel importante Ensemble Sinkro. “En aquel momento, Alfonso García de la Torre nos propuso hacer una pieza conjunta. A Alfonso siempre le gustó introducir otras disciplinas junto a la música contemporánea”, recuerda Monterrubio. Ejemplos de ello hay muchos, como las colaboraciones con la bailarina Michelle Man o el pintor Juan Luis Goenaga. En ese marco llegó la propuesta de hacer algo para acudir a la Mostra Sonora Sueca. Dicho y hecho.

Aquello “nos dio la oportunidad de ver que ahí había un camino que nos interesaba. A mí, personalmente, me apetecía mucho porque yo venía de la danza clásica y me costaba encontrar mi hueco en ese mundo. Trabajando juntos encontré mi camino”, apunta la bailarina. “Empezamos muy despacito, creando y componiendo piezas para sitios y encargos puntuales”, por ejemplo a iniciativa de la pintora Inés Medina. Fue el punto de partida de una relación profesional que también es personal, y viceversa. “A veces es un poco Tetrix, máxime con los hijos” sonríen.