Irlanda, Francia, Alemania, por supuesto, Euskal Herria, y ahora Quebec. La bailarina y coreógrafa Amaia Elizaran (Tolosa, 1992) no tiene fronteras a la hora de abordar proyectos dancísticos. Desde hace tres semanas se encuentra en Montreal gracias a una beca de residencia del Instituto Etxepare dentro del programa de colaboración Québec-Pays Basque, que tiene como objetivo promover la cooperación entre agentes culturales de Quebec y Euskadi y las relaciones entre sus artistas, personas creadoras e industrias culturales. La residencia artística cuenta con la colaboración de Dantzaz, Tabakalera e instituciones quebequesas. Se trata de una iniciativa, que en el caso de Quebec, se repite cada año. Es decir, cada curso invitan a un coreógrafo para que acompañe durante dos meses a parte de los estudiantes locales.
En este caso, Elizaran se encuentra trabajando en la École de Danse Contemporaine de Montreal, donde tutoriza el trabajo de catorce alumnos de unos 20 años –se encuentran en segundo curso– en la creación de una coreografía titulada In the loop, es decir, en En el bucle, un bautismo que tiene mucho que ver con la propia forma de trabajar de la tolosarra y con el contenido de la pieza, que parte de las distintas versiones posibles de una repetición constante. Los estudiantes estrenarán la obra el 6, 7, 8 y 9 de diciembre en el Édifice Wilder de Montreal, aunque no está previsto que la pieza cruce el charco y acabe en teatros o espacios no convencionales de Euskal Herria. “Tengo un grupo de bailarines muy potente. He tenido mucha suerte. Son muy creativos. En un inicio, tenía algo de temor porque es la primera vez que coreografío con tanta gente una pieza de media hora”, confiesa la bailarina, para después añadir que la experiencia es muy gratificante, dado que es muy difícil que una compañía de danza disponga de tantos cuerpos para desarrollar un trabajo y llevarlo a escena: “Es algo surrealista, algo así no suele ocurrir”.
Esta experiencia también presenta una nueva particularidad para la joven guipuzcoana. No en vano, ella actúa exclusivamente de coreógrafa, no de bailarina. “Estoy disfrutando de esta situación. Es la primera vez, de hecho, que me siento coreógrafa, al trabajar desde fuera, sin bailar”, ríe.
Esta nueva experiencia también le ayuda en su aprendizaje profesional, dado que le está permitiendo darse cuenta de que desde fuera se es mucho más consciente de lo que está ocurriendo en escena, “más efectivo”, lo que le permite dar directrices a los bailarines: “Cuando estás dentro del cuerpo de baile tienes una idea que no es real del todo, porque no sabes cómo se está percibiendo desde fuera”.
La pieza en cuestión no parte de cero. Elizaran ha llevado consigo la experiencia y los modos de su trabajo Mar, que sobre las tablas interpretó junto a Leire Otamendi y uno de sus estrechos colaboradores, el músico Xabier Zeberio. “Todas las ideas que traía las ejecutan mejor de lo que yo tenía en la cabeza”, alaba así Elizaran el trabajo de su cuerpo de baile.
Para esta residencia, la tolosarra no quería partir de cero, quería estudiar una posible evolución de la citada pieza, Mar, estrenada en 2019 antes de la pandemia y que quedó en tierra de nadie, precisamente por las complicaciones derivadas de las restricciones del covid a las artes en directo. Así, ha optado por recuperar el “método creativo de Mar” y aplicarlo a la enseñanza, porque tenía claro que, en un contexto diferente, el resultado, inevitablemente, iba a ser distinto al de Mar: “Al disponer de catorce cuerpos, el resultado no puede ser el mismo aunque estemos utilizando el mismo método creativo. Al ser un grupo grande, las opciones se multiplican”. “Para ellos supone un reto. Cuando comienzas a armar la coreografía puede resultarles confuso, porque todo es parecido pero, realmente, cada frase es diferente”, explica.
El trabajo de origen, precisamente, partía de un “bucle que se repetía”, concepto que rescata para Into the loop. En Mar, cada vez que se repetía un ciclo lo hacía de una diferente manera, de una forma evolucionada.
De esta manera, ha apostado por entregar a sus alumnos un material coreográfico y explorar cuántas versiones pueden sacar a partir de dicho material.
Las condiciones en las que trabajan, diez horas a la semana, le obligan, por otro lado, a ser “muy efectiva”, por lo que debe tener las ideas muy claras y no partir, al menos en un inicio, de la improvisación, algo que es marca de la casa, si bien es cierto, cuenta, que siempre hay margen para ello. Así, Elizaran en soledad y, desde la improvisación, trabaja por su cuenta el material que finalmente transfiere a los estudiantes de la escuela de una manera mucho más dirigida. Es la única manera de poder cumplir los plazos con el tiempo del que dispone.
Música pregrabada
Otra de las marcas de la casa de los trabajos de Amaia Elizaran, que además de colaborar en proyectos de terceros –Oreka TX, Alos Quartet o Rouge Elea, entre otros– lleva años con el desarrollo de la compañía que lleva su nombre, es que suele apostar por música en directo, creada ex profeso para ella y para sus piezas. El caso más reciente de colaboración es el que ha mantenido con el músico dublinés Liam O’Maonlai –con el que comenzó a tener relación gracias a otra iniciativa del Instituto Etxepare que la llevó a Galway en el marco de unas jornadas de la Capital Cultural de aquella localidad–, conocido por ser el líder y fundador de la banda irlandesa Hothouse Flowers.
En esta ocasión, aunque le “encantaría”, no cuenta con nadie que pueda escribir una partitura de 30 minutos para el grupo de alumnos. “Estoy mal acostumbrada”, vuelve a reír, para después añadir que, en este momento, se encuentra seleccionando los temas que acompañarán a este grupo en su bucle infinito de danza y danza.