Su agenda parece no tener huecos. De hecho, en nada emprende dos viajes importantes. El primero a Roma, donde Elisa Rueda va a recibir un premio internacional a la excelencia cultural. No habrá mucho tiempo para deshacer la maleta porque en nada tocará volver a coger el avión para acudir a Chile y tomar parte en un encuentro de mujeres escritoras. De ahí, que estos días sean tan intensos ante la publicación de su nuevo poemario, Las últimas cerezas (Palabras al límite).

Hoy mismo, se producirá la primera presentación del libro en la biblioteca municipal de Amurrio (18.30 horas). Mañana, el encuentro con el público se llevará a cabo en la gasteiztarra Casa de Cultura Ignacio Aldecoa (19.00), donde a la palabra se unirá la música en directo con una propuesta muy especial. Pero ahí no quedará la cosa. El sábado llegará la penúltima cita en Maeztu (a las 18.30 horas en el ayuntamiento viejo), mientras que el recorrido se cerrará el lunes 2 de octubre en el parador de Argómaniz (19.00).

Todo ello para acompañar el lanzamiento de un poemario prologado por Nieves Muriel en el que la autora se sirve del fruto del cerezo como excusa para lanzar una mirada que viaja desde el interior de la propia creadora hasta esa plaza común que comparte con la sociedad en la que vive. “Espero que la gente pueda encontrar aquí poemas que sienta como propios; me gustaría que encuentre alguno que pueda hacer suyo, con el que se identifique”, apunta quien para completar esta agenda sin espacios, acaba de recibir su Celedón de Oro. Otro fruto más.

Sonríe la escritora cuando piensa en qué tipo de cereza es. “Creo que sabrosa”. Pero más allá de la broma, hay una madurez a la hora de afrontar esta nueva referencia de su trayectoria literaria que “se nota en lo que hago”. Entre estas páginas “hay una escritura diferente”, que también tiene que ver con los fondos, con el hecho de tratar temas hasta ahora no presentes en su hacer, siendo el ejemplo más claro la muerte.

La naturaleza como eje

Son cinco los bloques en los que se estructura el poemario, partes temáticas en las que Rueda habla del paso del tiempo y del deterioro, del amor y de cuando este ya no está, de la sociedad actual con sus contradicciones y debes, de la mujer y su puesta en valor, de esa mirada al mar que siempre está presente en su obra (esta vez con especial mención a la localidad de Ea), de la cultura... Eso sí, sin perder de vista que es la naturaleza el “hilo conductor” de todo lo que acontece en el libro.

Así se presenta en un poemario en el que se incluyen además algunas traducciones al castellano de poemas presentes en Zenbat denbora, un guiño a la petición de algunos lectores. Además, Las últimas cerezas se cierra con una singular propuesta, una creación de 2012 nacida a partir de titulares de periódico (La cultura alza la voz, Desviación entre el déficit exterior y el crédito...) y la propia voz de la autora (Mi padre trabajaba en una fábrica de compresores y mi madre desgastó sus manos cosiendo).

Cada cual hará sus lecturas. De este y de otros poemas como Regla y compás, Definitivamente, ¿Dónde está el viento del norte? o el propio Las últimas cerezas. Algunos ya han sido protagonistas de recitales recientes de Rueda. Otros se citan desde hoy por primera vez con el público. Se completa así el camino que se inició hace ya un tiempo, tras la vuelta a casa después de unas vacaciones. Como ahora, no era tiempo de cerezas, pero unas pocas resistieron en uno de los cerezos que la autora tiene en su casa del pueblo. “Habían sobrevivido incluso a los pájaros. Me produjo tal emoción encontrar las últimas cerezas y poderlas degustar, que de ahí surgió un poema, el que da título al libro”.

Ahora es el turno de quien se asome a estas páginas y quiera compartir estos frutos. No todos sabrán igual. Incluso puede que haya alguno que no guste. Pero solo hay una forma de saberlo. La cosecha de versos espera al público.