Segunda doble sesión la que este jueves por la noche se vivió en un Mendizorroza con media entrada, un cartel marcado por el regreso del pianista Brad Mehldau (que una vez más impidió a los fotógrafos de prensa hacer su trabajo), aunque la noche dio para más gracias al estreno en el certamen de Immanuel Wilkins, que fue el encargado de poner el broche. Eso sí, la granizada caída sobre la ciudad obligó a empezar con unos quince minutos de retraso. De hecho, algunas piedras llegaron a caer sobre el escenario de un Mendizorroza que, por momentos, quedó atrapado en un ruido ensordecedor y apabullante.

Después de las buenas sensaciones vividas el miércoles por la noche, todo hacía presagiar que, como mínimo, el nivel iba a ser parecido en este segundo encuentro con el escenario de referencia del certamen. Le tocó poner los primeros sonidos al pianista norteamericano, escoltado como de costumbre por Larry Grenadier al contrabajo y Jeff Ballard a la batería.

Público en Mendizorroza Paulino Oribe Gutiérrez

Los tres se conocen a la perfección y tantos años y conciertos unidos se notan. Cuando la máquina está bien engrasada, solo hay que dejarse llevar. Hablar a estas alturas de la película de la calidad y capacidad interpretativa de Mehldau es una redundancia que no va a ningún lado. Incluso en una mala noche, si es que alguna vez la ha tenido, es una garantía.

Cierto es que lo imprevisible de su carácter se transmite también a sus actuaciones, siempre una caja de sorpresas en la que se puede esperar de todo. Así lo volvió a demostrar en un polideportivo que siguió atento a cada detalle. De hecho, tras el final del concierto, el personal se puso en pie y se empeñó tanto que a los músicos no les quedó otro remedio que tocar un bis, que también terminó en gran ovación.

Tarjeta de presentación

Tras Mehldau y su trío, y el descanso habitual para reponer fuerzas y líquidos, fue el momento de Wilkins, otro joven saxofonista sobre el que muchos tienen la mirada fijada a pesar de que, como a tantos otros colegas, la pandemia le trastocó los planes justo. Aún así, consiguió que su disco Omega, publicado en 2020, sumara casi tantas alabanzas como su última creación, The 7th Hand, que vio la luz el año pasado.

Immanuel Wilkins Paulino Oribe Gutiérrez

Desde el conocimiento y el respeto a lo que le ha precedido, sin perder de vista a saxofonistas referenciales del género, el también compositor está destacando porque no se limita a mirar a sus influencias y abordarlas desde distintos puntos de vista. Wilkins ha encontrado, a pesar de su juventud, su voz. Bien acompañado por una formación que supo en todo momento estar en segundo plano para tomar protagonismo en determinados momentos pero sin pasarse, el músico dejó sobre el escenario de Mendizorroza una tarjeta de presentación que hay que guardar bien para llamarle en próximas ocasiones.

Virtuosismo, sí. Pero sin alma, no es suficiente. Wilkins así lo demostró ante un público que supo ser curioso y dejarse atrapar por la propuesta, aunque el retraso acumulado por la granizada hizo que una parte de los presentes fuera abandonando el lugar poco a poco.

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