Con el fallecimiento del pintor José Antonio Sistiaga, que murió ayer en Donibane Lohitzune, desaparece el último testigo en primera persona de lo que supuso Gaur, el grupo artístico de vanguardia vasca con notables nombres en su formación y de gran influencia, aún hoy, seis décadas después. Amable Arias, Néstor Basterretxea, Eduardo Chillida, Remigio Mendiburu, Jorge Oteiza, Rafael Ruiz Balerdi, José Luis Zumeta y, por supuesto, Sistiaga, que siempre reivindicó que pese a que Oteiza bautizó al grupo, en origen, la idea para conformar este artefacto cultural, le surgió a él una noche de insomnio. Por lo tanto, Sistiaga fue la primera llama que prendió el colectivo y también ha sido la última en extinguirse.
En un inicio, según relataba el propio Sistiaga, su intención era la de reunir a los citados artistas, a excepción de Balerdi que en aquel momento ya formaba parte de otra exposición, para inaugurar una muestra colectiva abstracta, que se celebrase en paralelo a una muestra figurativa que había organizado el Ayuntamiento donostiarra. Finalmente, Balerdi se sumó al grupo, después de la intervención favorable de Chillida, y así se formó un octeto, del que no existe ninguna foto de equipo en la que no falte uno u otro. “No hay ni una foto de los ocho artistas juntos porque cada uno de nosotros estaba pensando en sus cosas”, confesó Sistiaga, en una entrevista a este periódico en enero de 2022, con motivo de la inauguración de su exposición retrospectiva De rerum natura, en la sala Kubo Kutxa de Donostia.
Gaur surgió con el objetivo de subvertir la escena cultural vasca de mediados de los 60 y, de alguna manera, de hacer frente al sistema, en manos de instituciones franquistas. No en vano, las administraciones en mano de la dictadura escudriñaron con celo y preocupación los movimientos de este colectivo de artistas.
En el proceso de conformación del grupo y de la primera exposición, que se celebró entre abril y mayo de 1966, fue clave el empresario industrial Dionisio Barandiaran, al que Sistiaga ya conocía con anterioridad. Barandiaran le había ayudado a exponer en Zarautz obras infantiles resultantes de su Taller de Libre Expresión, un método pedagógico que conoció durante sus estancias en Francia. El industrial les cedió un local en 1965 y pocos meses después se inauguró la tan emblemática exposición. Los ocho artistas firmaron un contrato novedoso para la época. Todos ejercían como directores artísticos de la galería y, además, más allá del reparto de beneficios entre creadores y galeristas por la venta de las obras, un porcentaje se destinó a una caja de resistencia que tenía como objetivo ayudar a los miembros que estuviesen más necesitados.
Aunque su influencia aún perdura, aunque supuso un antes y un después en el arte vasco y aunque sirvió para conformar lo que luego se denominaría la Escuela Vasca, la realidad es que Gaur apenas duró como colectivo hasta 1967. En muchas ocasiones se ha especulado sobre la enemistad entre Chillida y Oteiza como razón para la disolución del grupo, algo que Sistiaga siempre ha negado en redondo. “Eso son historias”, solía decir. La realidad es menos, en apariencia, morbosa. La gerencia de la galería cambió y fue a parar a manos de Santi Díaz de Yarza, vinculado al PCE. De hecho, Sistiaga siempre arguyó razones políticas en el fin de Gaur. Cuando la gerencia intentó imprimir un segundo catálogo del grupo, Sistiaga y otros miembros se personaron en la en la rotativa para detenerlo. Gaur acabó al poco tiempo, su espíritu perdura.