El artista experimental José Antonio Sistiaga falleció ayer en Donibane Lohitzune, a la edad de 91 años. Conocido por ser pionero del cine pintado gracias a su largometraje de 75 minutos Ere erera baleibu izik subua aruaren, este donostiarra que residía en Iparralde perteneció al Grupo Gaur, movimiento artístico de vanguardia que tuvo entre sus filas a Eduardo Chillida, Jorge Oteiza, Néstor Basterretxea, Amable Arias, Remigio Mendiburu y Rafael Ruíz Balerdi, y del que Sistiaga era el último superviviente tras el fallecimiento de José Luis Zumeta en el año 2020. Sistiaga padecía problemas cardíacos y un severo infarto producido durante el fin de semana precipitó su final. Si bien es cierto que llevaba tiempo con una salud frágil, a muchas personas cercanas les sorprendió la noticia. No en vano, el jueves pasado, Sistiaga asistió a la inauguración de That time, exposición de Tabakalera con fondos procedentes del Bellas Artes.
Nacido en Donostia en mayo de 1932, visitante habitual del Museo San Telmo, se interesó desde joven en la pintura, disciplina que marcó su vida y con la que forzó más de una costura. Entre 1955 y 1961 vivió a caballo entre Donostia y París, donde desarrolló su interés por el estilo impresionista. Fue en la capital de las luces, en 1958, cuando en un cine de Montparnasse descubrió un cortometraje pintado de Norman McClaren y fue entonces cuando decidió hacer lo mismo, aunque no se enfrentó a lo que acabaría siendo una tarea monumental hasta algo más de una década después.
Convencido de que las manos son fuente de poder, comenzó a pintar uno a uno los 108.000 fotogramas de Ere erera... en 1968: trabajando doce horas al día culminó la película en 17 meses, dando a luz una obra que le convertiría en un referente indiscutible del cine experimental a nivel internacional y loado por instituciones como el Reina Sofía de Madrid, el MoMa de Nueva York o el Centro Pompidou de París. La última vez que esta película muda, enmarcada en la tradición del cine sin cámara, se proyectó en Donostia fue en 2022, con una versión restaurada en 4K, dentro de una exhibición especial de las Sesiones Lumiére que acoge Tabakalera y que organiza la Filmoteca Vasca, y con la presencia del autor, que al término de la proyección se quedó charlando con los espectadores sobre el proceso creativo de la obra.
Ere erera... tuvo su origen en un cortometraje, De Euskadi a la luna, una crítica mordaz a las instituciones culturales del franquismo, que se presentó en el Festival de Cine de Bilbao en 1968. Aún tratándose de una obra inconclusa, Juan Huarte de X Films quiso comprar los derechos de la pieza, algo a lo que Sistiaga se negó, a menos que Huarte le garantizase poder concluir su película, la primera de la historia pintada directamente sobre el celuloide. El donostiarra abandonó la idea inicial y descartó el metraje de De Euskadi a la luna –es una pieza que se encuentra perdida– y durante casi dos años se dedicó en exclusiva al desarrollo de este filme que, además de no tener ningún tipo de sonido –a Sistiaga no le interesaba–, tampoco tiene guion. Se trata de una sucesión de imágenes abstractas, extremadamente coloristas que impactan con fuerza en el espectador. En cuanto a lo ininteligible de su título, se lo debe a otro compañero de Gaur, a Rafael Ruíz Balerdi. Aunque su director se negase a ello, la censura le exigió bautizar la película de alguna manera y es entonces cuando Sistiaga recurrió a Balerdi y de allí surgió Ere erera baleibu izik subua aruaren, un título que recuerda a un idioma, pero que, en puridad, no significa nada. Pese a todo, la censura de Madrid le requirió una traducción, una nueva petición que hizo que Sistiaga, siempre con gran carácter, se levantase y se marchase de la reunión.
Este largometraje supuso un antes y un después en su trayectoria, y aunque con posterioridad jamás volvió a enfrentarse a un trabajo tan monumental, sí que retornó a los cortometrajes. Impresiones en la Alta Atmósfera (1989), Paisaje inquietante nocturno (1991), un homenaje a Remigio Mendiburu, y En un jardín imaginado, en el que rinde tributo a Amable Arias, componen una especie de tríptico espiritual, aunque es cierto que para cada una utilizó una técnica distinta. En Impresiones volvió a recurrir a la pintura sobre celuloide, aunque en este caso lo sobre una película de 70 milímetros y en formato Imax. Para Paisajes, en cambio, pintó sobre placas con las que se rotulaban los intertítulos en el cine mudo. Proyectando la misma imagen 48 veces en un segundo, siempre con un alma experimental, quiso romper, de alguna manera, con su obra cinematográfica previa. Si con Paisajes reflejó lo nocturno, con Impresiones se centro en lo diurno.
Y lo diurno tiene mucho peso también en su último trabajo para cine, Han, una película sobre el sol que comenzó a elaborar en 1992 y que durante años estuvo paralizada. Finalmente, se exhibió en la gran muestra retrospectiva que la sala Kubo le dedicó a comienzos del año pasado. Con esta trayectoria, ¿Sistiaga era pintor o cineasta? Él mismo respondió a la pregunta en la entrevista que concedió a Noticias de Gipuzkoa en 2019, en una afirmación que fue elevada a titular: “Soy pintor. Hay muchas maneras de hacer pintura, pero creo que es lógico que a un pintor le interese el cine. Lo que pasa es que ahora han traducido el cine a la nada, es un mero negocio”.
Pintura gestual
A su llegada a París a mediados de los 50, Sistiaga, notablemente influenciado por artistas como Kandinski, abrazó el impresionismo, el postimpresionismo y la figuración, si bien es cierto que su práctica derivó en lo que se conoce como pintura gestual y abstracción informal –o informalismo–, tras conocer el trabajo del pintor, grabador y escultor francés Pierre Soulage, y siempre en consonancia con el también pintor Manuel Duque, al que Sistiaga conoció en la capital gala.
Abandonada la figuración, práctica que centró sus primeras exposiciones en Donostia y París a finales de los 50 y comienzos de los 60, el donostiarra se enfocó en la pedagogía artística, otro de sus intereses. Mantuvo relación con el pedagogo francés Celestín Freinet y en 1963, junto a Esther Ferrer, Sistiaga abrió el primer Taller de Libre Expresión en un sótano de la capital guipuzcoana, un taller por el que pasaron futuros artistas como la también donostiarra Rosa Valverde.
Tras la disolución del Grupo Gaur (1965-1967), Sistiaga participó entre los 70 y los 90 en varias exposiciones colectivas e individuales, no sólo en el País Vasco, sino también en otros países como Estados Unidos, Italia o México. En 1981 Durango le dedicó su primera gran retrospectiva, a la que le siguió 30 años después una que se organizó en el donostiarra Koldo Mitxelena. Aquella estuvo comisariada por su amigo, Jean-Michel Bouhours, el mismo que se encargó de su más reciente muestra antológica de pintura hasta la fecha, De rerum natura, que se inauguró en la sala Kubo Kutxa en enero de 2022.