Cuando ayer me llamó el presidente del Ateneo Guipuzcoano, el navarro Javier Mina, para darme la noticia del fallecimiento de Raúl Guerra Garrido sentí que Donostia entera y su Cantábrico se cernía sobre mí de repente como el recuerdo de su persona, tan presente siempre. He rememorado la última conversación telefónica llena de complicidades y de ese respeto tan preciso y tierno que solo los grandes despliegan hacia el resto.

Raúl Guerra Garrido ha sido uno de los escritores más importantes de este país, a sus innumerables galardones (Premio Fernando Quiñones, Premio Nadal, Premio Ciudad de Oviedo, Premio Nacional de las Letras…etc.) se une la faceta, igual no tan conocida, de excelente mentor y maestro de otros escritores y escritoras pertenecientes a diferentes generaciones. Tuve el honor de presentar junto a él mi primer libro en la librería LAGUN de Donostia, pero también en mi última novela sobre Ignacio Ellacuría, a quien Raúl Guerra conoció y trató personalmente, hizo una reseña llena de cariño y generosidad. En LAGUN nos conocimos y en LAGUN nos despedimos. Ahí fue donde le vi por última vez y ahí fue donde le dejé dedicado un libro para que se lo llevaran a casa. Sabíamos que estaba muy delicado de salud y que la edad era avanzada, pero la rotundidad de su apuesta por la vida y por la creación literaria nos hacía albergar la esperanza de tenerle más años entre nosotros.

Su mano tendida al talento que se iba forjando era de una amplitud extraordinaria. Siempre respetó la diversidad de artes e ideas

Mucho se ha hablado del compromiso social, político, literario y humano de Raúl Guerra Garrido, pero basta decir que su mano tendida al talento que se iba forjando era de una amplitud extraordinaria. Siempre respetó la diversidad de artes e ideas. Sus obras Lectura insólita de El Capital o La soledad del ángel de la guarda nos hablan de un autor apegado a su tierra, berciana y vasca, ambas. Tertulia de rebotica o Mis más bellas derrotas nos exponen un pensamiento humanista y universal con afán de llegar a la mente y al corazón de las personas a través de sus ensayos.

Una vez le dije en broma “siempre te veo desde el púlpito”, pues se subía a la parte alta de LAGUN para presentar los libros. Así le recuerdo ahora, en la presentación de su último libro en LAGUN, Demolición era el título. En lo alto, en lo alto de la Literatura y de nuestra memoria.

Descanse en paz Raúl Guerra Garrido. Además de tus libros también me llevo tus abrazos de donostiarra universal, de amigo del alma.

Te echamos ya de menos. Te añoraremos sin fin. LAGUN sin ti se queda huérfana. Todos hoy estamos huérfanos de ti. Que la tierra te sea leve, querido Raúl.

* Fátima Frutos (Donostia, 1971) es escritora