Tras poner en marcha el festival de cortometrajes de Gasteiz, Cortada, Paco Valderrama inició hace dos decenios un nuevo proyecto, atrayendo a la capital alavesa la exposición anual con las mejores imágenes del certamen de fotoperiodismo World Press Photo. Se celebran ahora esos 20 años, no solo con la muestra en el antiguo Depósito de Aguas sino también con otras exposiciones y un concurso para autores no profesionales.

¿Por qué llega World Press Photo a Vitoria?

Fue una cuestión de inquietud, como en el caso de Cortada. Yo no soy profesional de esto, soy periodista. Lo que pasa es que tengo cierta inquietud por organizar actividades culturales relacionadas con lo audiovisual. Siempre me ha atraído la fotografía de prensa, aún sin practicarla. También hay directores de festivales de cine que nunca han hecho una película (risas). A mí siempre me había gustado World Press Photo. Cada año conseguía el catálogo. Una vez, estaba de viaje en Ámsterdam y coincidió que esos días inauguraban allí la exposición de WPP, que se abría en una catedral desacralizada que está en el Barrio Rojo. Me quedé fascinado con aquello y pensé que eso tenía que estar en Vitoria. Así que pregunté: ¿oiga, y esto se puede trasladar? ¿cuánto vale? (risas). Me vine con la información y hablé con Caja Vital. Fueron todo facilidades así que hicimos aquel primer año y el éxito fue tremendo. Tanto que al año siguiente el Ayuntamiento de Vitoria quiso implicarse de lleno mirando al largo plazo, además.

¿Ha cambiado el concurso en este tiempo?

Evoluciona de la misma manera que lo hace la sociedad. El fotógrafo de prensa se ha enfrentado a una época doblemente complicada. Por un lado, está el cambio tecnológico. La fotografía ya no es analógica, química, con lo que eso implica. Además, ahora se transmite de otra manera, se manda al segundo en un archivo. Por otro, está el cambio que están viviendo los medios de comunicación con la aparición de internet, las ediciones digitales y todas esas cuestiones. Estas dos variables, como es lógico, han hecho que el concurso haya ido evolucionando. Desde principios de este siglo, casi no hay fotografía analógica a competición, aunque en los últimos años se están viendo algunos trabajos que se hacen en analógico. Son, por así decirlo, caprichos muy especiales de autores que se lo pueden permitir, proyectos a largo plazo. Y también la temática ha variado un tanto, aunque siempre está como eje la actualidad mundial: guerras, migraciones, los grandes desastres, los problemas políticos, el cambio climático... Al fin y al cabo, lo que hace un fotoperiodista es contar con imágenes lo que pasa en el mundo.

Es esta una sociedad audiovisual que parece que no esta muy educada para leer imágenes.

Por eso World Press Photo tiene un apartado, con una misión docente, que se puede descargar. Está pensada para escolares. Ver una fotografía durante unos minutos ya casi es un reto porque parece que todo tiene que ser instantáneo. Es vergonzoso que lo diga yo, pero tengo unas 6.000 fotos en el móvil. ¿Qué hago yo con eso si no las voy a ver nunca? Quiero decir, el pararte, el reflexionar, el ver las distintas capas de cebolla que tiene una fotografía informativa no parece que sea muy habitual. ¿Estamos educados o deseducados para verlo así? Creo que la fuerza que tiene una narrativa visual puede hacerte parar y llevarte a reflexionar. Vitoria es un ejemplo de ello. Aquí cada año pasan unas 10.000 personas por la exposición de World Press Photo y, por lo menos, pienso que cada una de ellas acude para mirar con atención y hacer sus lecturas desde el análisis y la reflexión.

Entre esas miles de personas siempre han acudido, de hecho, centros escolares de otros territorios, no solo de Álava.

Sí, sí, de diferentes sitios, también por ejemplo de Logroño. Y asociaciones fotográficas. Es una exposición que tiene sus muchos fieles, porque es una cita tradicional del otoño cultural. Por eso se ha llegado a estos 20 años, porque las cosas se trabajan y se asientan. Tampoco es muy habitual que en Vitoria se mantengan en el tiempo los eventos para que asienten los cimientos. Lo cierto es que con esta cita anual no ha podido ni la crisis económica, que sí acabó con Periscopio, ni la pandemia. En realidad, en 2020 comenté con el Ayuntamiento de Vitoria la posibilidad de suspender, pero en el Consistorio no quisieron. Todo lo contrario. La gente de Álava, del resto de Euskadi, Cantabria y La Rioja viene porque sabe que cada año tiene aquí este gran acontecimiento fotográfico.

En estos años, la muestra ha tenido varias sedes...

Ha rulado por todas las salas habidas y por haber (risas).

... y, como mencionaba ahora, fue la excusa para hacer nacer Periscopio.

Fue un sueño frustrado. Creo que si se hubiera mantenido durante unos años más, hubiera logrado su objetivo, que era convertirnos en Perpiñán. Allí se realiza el festival de fotografía de prensa más importante de Europa y seguramente del mundo. De hecho, de allí traíamos varias cosas. Y yo, cuando iba, veía una ciudad pequeña llena de gente, con los hoteles al completo, con los restaurantes a rebosar... y pensaba que eso podía pasar aquí. Pero llegó la crisis económica y nos pasó por encima.

¿Cómo es la relación con la organización?

Siempre ha sido buena. Claro, es una estructura que va cambiando y no siempre tratas con las mismas personas. Y, como en todo, hay gente con la que se conecta más. Nosotros tenemos, además, una peculiaridad que al concurso siempre le ha llamado mucho la atención. World Press Photo llega con sus paneles en inglés y castellano. Aquí también los tenemos en euskera y esa es una parte de la producción que se desarrolla aquí y solo para Vitoria. Al principio, teníamos que pagar la realización de los paneles nuevos, que es un dinero, no creas. Después de llevar unos cuantos años, conseguimos que eso fuera gratis para nosotros. Y para este vigésimo aniversario, les pedimos algún guiño y nos han facilitado el gran panel que está a la entrada con todas las imágenes ganadoras desde la primera edición.

Más allá de la exposición en el Depósito, este aniversario se está celebrando con una muestra en Amárica de Miguel Trillo y, haciendo un claro guiño a Periscopio, con un concurso para fotógrafos no profesionales, para que compartan sus proyectos en locales comerciales. ¿Están recibiendo ya propuestas?

El plazo está abierto hasta el 3 de noviembre, pero sí, ya vamos recibiendo. Claro que no puedo decir más porque hay un jurado y es él el que tiene que ver.

Lo recordaba porque gente que hoy se está ganando la vida con la fotografía, como Jon Gorospe, ganó el certamen de Periscopio.

Dejamos semillas. Pero también en acostumbrar a establecimientos, sobre todo de hostelería, a exhibir. Eso es algo que nos han comentado más de una vez. Era lo que buscábamos, aportar un granito de arena. Y sí, hubo gente muy, muy buena que participó en aquello.

Pero eso ya es pasado. En el hoy, ¿cómo ve la situación de la cultura alavesa, de ese sector del que ha informado cada día durante tantos años, qué fotografía le hace?

La del entusiasmo del francotirador. En Vitoria sigue sin considerarse la cultura como algo esencial y fundamental en la ciudad, sobre todo a gran nivel. Eso no pasa en otros sitios de alrededor. Egoístamente habría que pensar que la cultura también es un negocio para la ciudad. Hay ciudades pequeñas que se lo toman mucho más en serio y que hacen cosas poderosas para atraer públicos y para formar. El peligro de no apostar a fondo y a largo plazo por la cultura es que los propios ciudadanos se desacostumbran. Es decir, ¿para qué voy a ir a un museo? ¿a una galería de arte, pero si eso es muy raro?... Se pierden dinámicas que son casi imposibles de recuperar luego. Cuesta mucho. Igual la siguiente generación ya no concibe ir a eventos culturales. Yo, por ejemplo, voy al Principal y muchas veces te fijas y todos los del público somos canosos. Y eso que las instituciones apuestan invirtiendo, pero algo está pasando. Hay espacios casi vacíos, museos que pueden presentar algunos datos que, bueno, están lejos de ser lo óptimo. O igual todo esto es solo una preocupación mía. Lo que sí veo es que hay mucho voluntarismo y entusiasmo. Ves muchas iniciativas que no paran de intentarlo. Pero también muchas que duran poco tiempo y no pueden seguir. Eso me entristece. Y una cuestión que podría sonar irreal pero que me gustaría es que Gasteiz se convirtiese en la sede de un Centro Vasco de la Fotografía. Un centro público donde investigar, recuperar, conservar y mostrar el patrimonio fotográfico vasco pasado y futuro. Euskadi carece de un organismo de estas características, habitual en otros países y comunidades y Gasteiz ha demostrado un interés especial por la fotografía. Además San Sebastián ya cuenta con la Filmoteca y Bilbao con ingentes recursos culturales. Sería estupendo que el Gobierno Vasco se lo plantease.

Por cierto, ¿ha habido alguna celebración a nivel interno por estos 20 años?

Ya habrá tiempo (risas). Además, todavía tiene que venir Cristina García Rodero, de la que vamos a poner una exposición fantástica.

¿Alguna vez, se toma un tiempo para ver la exposición de WPP como espectador?

Sí. Traer la muestra conlleva cada año un proceso que tiene lo suyo. Por eso, me gusta ir a la sala en algún momento que sé que igual no va a haber mucha gente, y me hago mi visita. Además, es que el espacio es fantástico. Antes hablábamos de que hemos recorrido muchos espacios en estos años, algunos bastante precarios como el Escoriaza-Esquivel, pero es indudable que el Depósito, ya de por sí, es un lugar especial. Ver allí una fotografía tiene algo distinto. Me gusta ver la exposición con tranquilidad. Me pasa lo mismo con el cine. Y en lo que hemos traído este año, me gusta pararme en ese panel inicial con todas las imágenes ganadoras del certamen. Te da una visión conjunta del mundo que me parece importante. Ves mucho sufrimiento, pero sobre todo, quiénes suelen ser los que sufren. Casi siempre son mujeres y niños. Da para muchas reflexiones.