Justo dentro de una semana, Artium se despedirá de la artista gasteiztarra Txaro Arrazola -metafóricamente hablando- y de Una magnífica explotación, muestra que permanece abierta en el museo desde el pasado mes de octubre. Antes de que eso suceda, la creadora acepta la invitación de DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA -rodeada de sus obras- de mirar al pasado, al presente y al futuro, y reflexionar sobre todo ello.

Ni es ni pretende ser esta exposición en Artium una retrospectiva, pero es verdad que atraviesa diferentes años de su trayectoria. Hay, por así decirlo, distintas Txaro Arrazola aquí.

-Creo que aquí, al menos, hay dos maneras o hilos conductores del trabajo a lo largo de los años. Por un lado, el más privado, el más intimista, el del textil. Por otro, el lado social, el público. Esta exposición corresponde más a esta última parte a través de la línea de los paisajes sociales. Es algo igual más fácil para el público en general. Cuando estábamos montando, no sé quién fue pero era una persona que, en principio, no era del arte, y dijo algo que me llamó la atención: ¡ostras, una exposición de pintura! Lo decía entendiendo que, ya por lo general, en un museo de arte contemporáneo se expone poca pintura.

Pero en esa otra línea aparece la artista tal vez más experimental.

-Sí. He hecho más instalaciones, de más tipos, he realizado vídeos e incluso en los últimos tiempos he llevado a cabo algunas esculturas. Es una línea que no está tan presente aquí como decía antes.

Expone en Vitoria y en Artium. Es decir, en su ciudad y en un museo en el que ha trabajado y que conoce a la perfección. Seguro que hay mucha gente que, desde esa doble cercanía, ha comentado con usted uno y mil aspectos de ‘Una magnífica explotación’. ¿Cómo ha vivido estos meses?

-En realidad, como si hubiera estado trabajando aquí. Hace poco, por ejemplo, estuve un día a la mañana con un grupo del máster de pintura de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad del País Vasco, y a la tarde con un grupo de la Escuela de Artes y después con unas amigas. Así que ha habido muchas jornadas en las que he pensado que trabajaba en el museo (risas). Hola, que vengo con 20; hola, que vengo con 10; hola que vengo con otros 20. Y así cuatro meses. Ya comenté en la presentación que me emocionaba mucho exponer aquí porque he nacido aquí, vi hacer este museo, y cuando se abrió en 2002 trabajé en él como guía. Y me he visto todas las exposiciones y me he venido a todo lo que he podido porque me interesa. Ya solo me quedaba una manera de venir, que era exponiendo y eso también lo he podido realizar ahora. Además, un lugar así es muy interesante porque el espacio te sirve para ver mejor el trabajo. Y estamos hablando de poder abarcar 30 años.

¿De cuándo es la obra más antigua?

-Es una pieza de 1991, el año de la guerra del Golfo Pérsico. Por eso lo hice. Es otra forma de paisaje porque en la televisión vimos otra forma de paisaje también, aquellas imágenes que emitían con luz verde como de escenas nocturnas. Los paisajes que vinieron después son bastante distintos. Son expresionistas y un poco abstractos. Aunque todo en esta exposición puede parecer que sigue una línea coherente, en realidad es el resultado de hacer muchas pruebas, de no parar de experimentar.

El trabajo con los paisajes lo comenzo en Nueva York, ¿verdad?

-Sí. A través de las ventanas de la fábrica en la que vivía, bueno, se veía lo que se veía. De todas formas, es algo que, en cierto modo, me venía de antes. Me acuerdo que en la primera exposición que hice en Dendaraba era algo que ya estaba presente. Aquella muestra, la verdad, fue algo bestial. Vino hasta Oteiza.

¿Y eso?

-Acaba de morir Itziar Carreño y vino. Claro, en la Facultad de Bellas Artes todo el mundo se había leído el Quousque tandem! porque estaba en todas las bibliografías de todas las asignaturas. Y yo le escribí una carta diciendo: ¿por qué en el País Vasco solo se hace caso a los escultores hombres? ¿qué pasa si eres mujer y además pintora?. Me contestó en una carta muy bonita diciéndome que todos somos escultores. Él hablaba de la experiencia. La experiencia que tenemos todos es una en tres dimensiones. Él decía que lo que experimentatos todos es el espacio, que con un corte descubre el plano, con otro corte descubre la línea y con el último corte descubre el punto. Y no al revés como enseñan en la escuela. Por eso, él sostenía que todos nos teníamos que declarar escultores. Eso me contestó. Pero es que además vino a la exposición y me compró una obra. Ahí dije: después de esto, me puedo morir tranquila (risas).

Esto es algo más que una anécdota. ¿Qué forma de empezar, no?

-Sí, sí, fue bestial. Me dijo: ¿te parecen bien 60.000 pesetas? Me dio un cheque y me pidió que le llevase la obra a Alzuza. Yo era muy amiga de Kino Gamarra y él me ayudó con su Land Rover. Tengo fotos que sacó Kino. Yo estaba diciéndome: ¿esto está pasando de verdad? Sí tenía claro, eso sí, que aquello era algo excepcional, que no me iba a suceder muchas veces más. Es que de esa exposición también me compró obra Juan Ignacio Lasagabaster, que luego dirigió la Fundación Catedral Santa María, y Santxotena, el de El Portalón. Aquellos eran mis inicios y se trataba de una muestra muy abstracta que no se parecía a lo que está en Artium ahora, salvo en que era en blanco y negro. Ahí hablaba, en el catálogo, de que tenía una motivación más allá de la forma.

¿En qué sentido?

-Más allá de buscar formas innovadoras o de que estuviera bien o no construida la obra, lo que me motivaban eran otras cosas. En lo que me habían enseñado en la universidad me parecía que se censuraba cualquier narrativa y emoción. Pero a mí me parecía que eso era un fraude. Las obras que me funcionaban eran en las que había otras cosas que no solo eran forma. En aquel catálogo ya decía que me importaban temáticas relacionadas con cómo estaba el mundo distribuido, por ejemplo. Hay muchas cosas externas al arte que ejercen de motivación para que luego tú hagas y, entonces sí, te pelees con la forma.

¿En 2022 firmaría eso otra vez?

-Sí. Lo que hago nace de una necesidad que tengo. Hay muchos tipos de artistas pero a mí me pasa eso. Hay otra serie que llevo haciendo desde 2017, y que no está presente en esta exposición, que es una que he hecho sobre la maternidad. Es lo que expuse en su momento en Zuhatzu Kuartango. Eso es obra que tiene que ver con mi autobiografía y con mi lugar como artista mujer en donde estamos. En 2017 me cogí un año sabático y volví a Estados Unidos. Regresé a Nueva York, al barrio de Bushwick, que ahora es un sitio donde se puede vivir, donde hoy se alquilan las casas a hipsters y hay muchas tiendas de segunda mano que son caras. Ahí volví a las tramas de los años 90, a las mujeres red, que había hecho en un principio centrándome en el torso, que es donde alojamos los sentimientos, en la zona del corazón. Cuando salí de la universidad, hice aquello como riéndome de todo lo que nos habían censurado. En 2017 volví a eso, también por una cuestión personal, porque ya me di cuenta que no iba a ser madre. Necesitaba elaborarlo a nivel psicológico. Parece que estás como programada desde que naces para eso. Hubo una época en mi vida en que sí que quería. No salió bien. Luego he hecho muchos artículos sobre ese tema y he realizado diferentes investigaciones en torno a artistas que hablan sobre la maternidad. Tracey Emin triunfó joven, tuvo algunos abortos y ha relatado que ha llevado muy mal no ser madre. Pero ella dice que cree que no se puede ser las dos cosas a la vez. Explica que conoce a artistas que tienen hijos. Son hombres. Esta serie de la que hablaba va sobre esto, estas mujeres que creo que son como esferas por abajo, que son una metáfora de una mujer que es madre, que sufre embates pero que siempre mantiene el centro, que es algo que me parece muy complicado de hacer. En mi caso, pues mira, no ha salido esto de ser madre, pero bueno, tienes otros tipos de hijos.

¿Las obras de arte?

-Sí, pero también me refiero al trabajo que desarrollo desde la Facultad de Bellas Artes de la UPV. Son generaciones de chicos y chicas que, de alguna forma, son también como pequeños yo. Me da mucha ternura estar ahí enseñándoles y viendo que se pelean con las mismas cosas con las que, en su día, me peleé yo.

Llegar a ser profesional y mantenerse es de todo menos fácil. ¿Cómo se les dice: a pesar de todo, persevera?

-Yo les digo que si es lo que les gusta de verdad y les hace felices, tienen que perseverar. Pero soy también muy práctica y les apunto: eso sí, buscaros un trabajo. El ser mujer en esto también es curioso. Al principio, varios de mis compañeros de generación estaban dando clases en Bellas Artes al año de salir de la universidad. En cambio, yo estuve de residencia artística en Granada, Almería, en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, tres años en Estados Unidos y más. Claro, eso me dio mucho rodaje. Y, además, muchos palos. En Estados Unidos te veías sola a sobrevivir con tu arte. Por eso allí trabajé en todo, menos en la prostitución.

Seguro que exagera.

-Una vez hasta trabajé de modelo para acupuntura.

¿Perdón?

-Sí, en un examen para ser acupuntor. Me puse el bañador y ellos me distribuyeron pegatinas por todo el cuerpo marcando los puntos que tenían que cumplir en la prueba. En Estados Unidos fueron tres años en los que iba a clase. El primero, de inglés. Los otros dos para el máster de la Universidad del Estado de Nueva York. El año del medio fue el mejor porque tuve la beca Fulbright. Pero solo fue ese curso. En el último, que había que pagar 11.000 dólares de matrícula, no me llegaba. No sé ni de cuántas cosas trabajé. Aún así, en un momento dado tuve que ir donde el decano para decirle que no tenía más dinero, ni siquiera para volver a casa y que si me podía prestar algo para comprar un billete de avión. Él me dijo: prefiero dejarte dinero para que te quedes que para que te vayas. Y me prestó dinero y me dieron trabajo atendiendo el teléfono, mandando cartas y esas cosas. Allí me espabilé mucho y cuando regresé tenía claro que debía buscar un trabajo. Comprendí que hace falta tener la economía lo suficientemente saneada para poder seguir haciendo tu camino artístico.

¿Hoy las mujeres artistas son tal vez algo más visibles en las programaciones de los museos o en los medios de comunicación, pero no tengo claro que eso, necesariamente, signifique que su situación sea mejor?

-Tienes toda la razón. A nivel de mercado, por ejemplo, hay estudios que son muy significativos. Por citar un caso. Hay análisis de la presencia de las mujeres en las ferias en las artes visuales. Siempre, las obras de mujeres suelen suponer el 20, tal vez el 25%. En subastas, nunca ves determinados precios relacionados con artistas mujeres. Cuando hay más oportunidades de igualdad es cuando se está en lo que se denomina la etapa máster. Pero a partir de ahí, cuando se acaba esa formación, que es más o menos con 22 años, las galerías solo cogen a un 13% de mujeres. Si pasamos de ese mercado al secundario, al de las grandes subastas y demás, el porcentaje cae casi del todo. Además, la figura de artista genio sigue asociada al hombre. Si vamos a la calle y preguntamos, nos hablarán de Dalí, Picasso y los que quieras. Pero no se nombrará a una mujer. Bueno, tal vez a Frida Kahlo, pero sobre todo porque es una especie de mártir. Es la excepción. Y mientras sea una excepción significará que algo no está bien.

Hace justo dos años a la sociedad en su conjunto le cambió la vida con la aparición de la pandemia. ¿Cree que lo vivido a nivel individual y colectivo dejará algún tipo de huella en su trabajo?

-Sí. Los seres humanos solemos creer que no somos parte de la naturaleza. Pero esto que hemos vivido nos va a dejar huella. Va a ser como los anillos de los troncos de los árboles. No sabemos qué cicatriz va a dejar, pero la va a dejar. Todo tiene influencia y más una experiencia traumática como ésta. Va a suceder en lo individual y en lo social. Y para la cultura, imagina.

¿Planes para este 2022?

-Con estas obras que te decía que empecé en 2017 he seguido hasta 2020. Con esta exposición, he vuelto también al tema de los paisajes, con piezas que ya no son tan negras ni hablan tanto del tercer mundo. Además, ahora estoy con algo muy pragmático que es buscar o un pabellón o un estudio nuevo.