Toca desmontar. La programación que desde el pasado mes de mayo ha estado gestionando la asociación Kultura Bizia en el Iradier Arena ha terminado este fin de semana. Los sonidos de un conocido programa de la televisión pública vasca sirven para bajar el simbólico telón. Detrás quedan muchos momentos que, por suerte, se han podido compartir en plena pandemia, pero también una larga lista de problemas ya conocidos, que se han evidenciado todavía más en un edificio que, todo hay que recordarlo, solo tiene 15 años. En su futuro más inmediato está una posible reforma sin definir y una administración sin aclarar. Todo ello mientras nadie es capaz de vaticinar cuál va a ser la evolución del covid y si va a ser necesario repetir modelo en este 2022, que tampoco es descartable.
Poder contar con un espacio amplio que permitiese aforos mayores que en las salas privadas de la ciudad y en el que cumplir con las restricciones existentes en cada momento. Con esa idea, en septiembre de 2020, diferentes agentes culturales de la capital alavesa empezaron a trabajar con la idea de generar en el parking de Mendizabala un escenario seguro y activo en el que poder trabajar. Para ello buscaron también el apoyo de las instituciones, que pusieron sobre la mesa el uso del Iradier para materializar esta idea. Así se hizo, aunque en principio todo tenía que haberse puesto en marcha en abril de 2021. Las distintas complicaciones, también administrativas, obligaron a esperar hasta mediados de mayo.
Sin toros en los últimos años -la primera corrida tuvo lugar en 2006 cuando las obras en el edificio no habían terminado- y con una programación cultural muy discontinua -fueron Fito & Fitipaldis los primeros en actuar en 2007 tras el fiasco de Elton John-, el espacio mantiene defectos básicos que no se han solucionado en estos años a pesar de que se ha ido gastando dinero en reformas parciales. Problemas que han quedado patentes en estos meses, incluso a pesar del esfuerzo que Kultura Bizia ha hecho para mitigar algunas cuestiones. Deficiencias, sobre todo las relacionadas con la acústica, compartidas con el Buesa Arena, como también ha vuelto a quedar patente en los espectáculos realizados en el pabellón en estos meses. Vitoria, de hecho, tiene carencias importantes para con propuestas de medio y gran formato si tienen que ser bajo techo.
A pesar de todo, Kultura Bizia ha conseguido sus propósitos fundamentales, siendo el primero de ellos poder ofrecer un lugar seguro frente al covid, un espacio cultural que ha ido amoldándose a las distintas normativas aprobadas por las autoridades sanitarias, sobre todo con respecto a las reducciones o ampliaciones de aforo. Crim y los gasteiztarras La Excavadora fueron los primeros en poner a prueba el Iradier. Lo hicieron dejando la taquilla sin entradas -el máximo de asistentes entonces estaba en 600 personas, todas ellas sentadas-, demostrando que había ganas y posibilidades de disfrutar, tanto por parte de los intérpretes como del público.
Desde aquel 15 de mayo hasta ahora, la música en directo ha sido la gran protagonista de todos estos meses. The Baboon Show -que triunfaron a lo grande con tres conciertos en dos días-, The Jayhawks, Gatibu, Iseo & Dodosound o Derby Motoreta's Burrito Kachimb han sido algunos de los protagonistas en un espacio que además ha acogido la edición especial del Azkena Rock Festival -con El Drogas, Loquillo, Los Zigarros y un largo etcétera de artistas-, el Osteguna Rock, Korterraza o el Festival de Jazz. Es verdad que también ha habido otras propuestas, por ejemplo relacionadas con el humor y los monólogos, o que incluso se han realizado veladas de boxeo y pasarelas de moda. Pero han sido los sonidos el fundamento de casi todo.
Aquí, de todas formas, se encuentra el mayor debe en el balance que se puede hacer de la actividad de Kultura Bizia. La asociación no ha conseguido dar vida a su segundo escenario, pensado de manera fundamental para propuestas de carácter teatral. Las razones pueden ser diferentes, pero hay una que muchas voces del sector reconocen en privado: el espacio no inspira ninguna confianza para depende qué cosas. Esa sensación, se quiera o no, también ha estado en buena parte del público, más allá de que haya terminado acudiendo al recinto. Aún así, las cifras son para tener en cuenta. Pero no solo hay que valorar el número de espectadores, que también, sino de manera especial el compromiso mostrado por mucha gente con el sector en unos momentos tan complicados para la sociedad en su conjunto.
Eso es lo mejor que se saca de la experiencia compartida entre los agentes culturales y las instituciones. La cuestión es qué sucede a partir de ahora, más allá de que la pandemia se alargue más o menos. En condiciones normales, el calendario marcado dice que ahora se debería afrontar la reforma del lugar. Pero puede hacerse de muchas maneras. Es decir, es posible llevar a cabo correcciones puntuales o afrontar un proyecto más global, que rondaría los 3 millones de euros. Dinero, sean unas cantidades u otras, que habría que sumar a lo ya invertido en este tiempo en un edificio que, es necesario recordarlo de nuevo, solo tiene 15 años.
Más allá de que para afrontar esta cuestión hay que tener en cuenta otras variantes -como la reforma del Principal-, hay otro dilema que está sobre la mesa y es cómo se gestiona la programación posterior, lo que también puede estar relacionado con la financiación de las obras de mejora. Se puede optar por encargar -mediante concurso público- a un tercero todo el conjunto. Es decir, que el adjudicatario lleve a cabo las reformas y luego, durante un plazo de tiempo a determinar, explote el lugar para sacar un rendimiento económico. O está la posibilidad de que las arcas públicas asuman los trabajos para repetir después la fórmula de cogestión con los agentes culturales locales. Aunque se apuesta más por esta segunda opción, lo cierto es que nadie ha descartado la primera. Toca tomar decisiones.
Aunque la música en directo ha centrado casi toda la agenda de estos meses, también ha habido espacio para otras propuestas
Solo se ha usado el primer escenario, ya que la idea de acoger montajes de artes escénicas en el segundo no ha terminado de calar