Siete años después de Huyendo conmigo de mí y tres después de su último concierto, Fito y Fitipaldis publican hoy su nuevo disco, Cada vez cadáver (Warner), una decena de canciones nuevamente producidas por el guitarrista Carlos Raya. En él incluye una versión de Jorge Drexler aunque confiese que le debe las ganas de su regreso a Quique González. "Reivindico mi papel de bufón porque entretengo. El contexto es muy importante, así que en Bilbao y Euskadi no hay estrellas; está antes el vecino que el músico", indica. Espera poder salir de gira en marzo de 2022.
Ha tardado en volver, como siempre. Siete años desde su último disco.
—Esta vez tengo la disculpa de la pandemia. Pero solo retrasó la salida del disco. Cuando llegó el confinamiento solo faltaban los coros, mezclas y masterización. Y lo retomamos un año y dos meses después. En esto no hay fórmulas, cada uno compone y graba según múltiples factores. Algunos somos más torpes y necesito ese silencio entre disco y disco, que considero parte de la composición. Así sé dónde estoy. Yo no he dejado de tocar estos últimos años, ya que la música forma parte de mi vida. Me alimenta, es una necesidad vital, incluso diversión. Escribo menos, me da miedo. Me resulta más fácil empezar con las melodías y juego con ellas y los instrumentos. El día que no haya ese juego será una puta mierda, seré una cadena de montaje... y se acabó.
Por fin ha tenido las canciones, suficientes y buenas, de esas que le emocionan. ¿Cómo lo advierte?
—No es fácil, me ha resultado más complicado que nunca (risas). Es cuestión de piel, de intuición. Eso sí, cuando miro la libreta y oigo lo grabado, aunque no haya ninguna canción como tal, si decido que voy a ordenar todo y ponerme con las canciones al pensar que ese trabajo me define, se acaba el mundo. Sé que quiero dedicarme 24 horas a la música, pero no puedo. Tengo vida, hijos... Por eso me da pánico renunciar a todo. Igual te estoy usando de psicólogo... (risas). En este punto, no sé desconectar. A veces, empiezo por una o dos frases; el resto van llegando.
Le canta a ese vértigo de la composición, al temor de la página en blanco, "a no saber decirlo".
—Exacto, por eso escribo. Por demostrarme que puedo hacerlo.
¿Qué tiene que ver Quique González con 'Cada vez cadáver'?
—Hace mogollón de años estaba de bajón, pensando que nunca más haría una canción y si merecería la pena. Ocurre mucho, aunque algunos se lo callan (risas). Yo quiero expresar cosas que sean yo. Y oí el disco de Quique Delantera mítica, me disparó la cabeza y volví a pensar que no había nada mejor que esto. Me revolvió con solo dos canciones y le escribí una carta. Ahí estaba parte de la letra de la canción titular y fue lo primeros que escribí de él. Sí, le debo el disco a él, al menos las ganas.
Comenta que se lo ha pasado muy bien grabando. A ver, cuente...
—Lo grabamos en Estudio 1, en Colmenar Viejo, excepto los coros, ya en casa de Carlos y con mascarilla. He ido aprendiendo con los años que soy responsable de disfrutar mientras lo hago. Luego, si va bien o no, eso no está en mis manos. Con 20 años iba al estudio y estaba deseando irme.
Lo hicieron al viejo estilo, como los clásicos, tocando juntos. Buscarían el grano, el sonido real del escenario, no la perfección sonora.
—Sí, grabamos en una sala gigantesca. Ahora me doy cuenta del valor que tiene grabar en esas condiciones y con gente pendiente de nuestro trabajo. Además, parte del grupo íbamos siempre a un gimnasio antes de ir al estudio. La gente alucinaba con nosotros. Imagínate qué poco rock (risas). Todavía salen anécdotas. Y siempre grabamos así, juntos, aunque hay muchas formas de hacerlo. Tantas como de jugar al fútbol, pero si tuviera que grabar por pistas y separados sería más aburrido. En colaboraciones, en el homenaje a Boni y con Fetén Fetén, lo he hecho así. Nosotros componemos orientados a como queremos que suene, como tocamos y sin apenas recordings posteriores, más allá de los coros. Hacemos dos canciones al día, tocándola 25 veces, y cogemos la toma buena.
¿Qué papel tiene ahí Carlos, quien vuelve a producir el álbum?
—Ya había grabado una maqueta con él previamente. Ahí te das cuenta de detalles de las canciones o de cuestiones técnicas. Nos orienta. Carlos es el productor y es increíble lo que sabe. Además, es el guitarrista de mi banda. ¿Qué voy a explicarle? ¿Y quién va a exprimir mejor a los Fitipaldis? Nadie nos conoce mejor. El entorno es muy importante en el trabajo. Y pasarlo bien.
Musicalmente, dentro de un estilo identificable, hay diversidad: bajo más negro y coros stonianos en 'Cada vez cadáver', guitarras a los J. J. Cale, tempos rock como 'A quemarropa' y 'En el barro', boogie a lo ZZ Top en 'Quiero gritar', las habituales baladas, alguna de aliento blues, una ranchera...
—Es fruto de mis limitaciones, que son parte del estilo, tanto como las virtudes. Quizás para el oyente no cambien muchas cosas, pero sí para mí. Me he vuelto loco con los tonos y registros nuevos, con los muchos coros, algún bajo negro, la entrada de Coki Giménez a la batería, que tiene otro ritmo y contagia al bajista... Se ha llevado al extremo la sencillez, que el oyente oiga a una banda tocando.
También hay mucho saxofón y desarrollos instrumentales.
—Tenía claro que quería más presencia de saxo. La razón de ser de Fitipaldis era tener una banda con saxo. Antes se sorprendían más y yo les recordaba a rockeros como Little Richards o Springsteen con saxo. Y Javi Alzola ha tocado de la hostia. Las guitarras son guay, pero si la melodía se alterna con un saxo la lleva a otro lado, le da color. La expresión de un saxo es humana, como un tío cantando.
Sigue fiel a los juegos de palabras y a la contraposición de ideas en las letras.
—Tengo esa forma de escribir. Me sale y lo busco, solo sé escribir así. Lo poco que escribo sin métrica, no para canciones, mola. A veces, elijo letras por su fonética o a partir de una frase concreta. No soy Rubén Blades en Pedro Navaja. Él hace literatura, un libro de una canción en solo cuatro minutos.
'No sé si quiero confesarme...', canta. ¿Toda canción no deja de ser una confesión?
—Viene de mis dudas sobre la canción y la escritura. No sé si así me confieso.
¿Quién es Fito, un bufón aunque muchos le vean como un rey? Sigue con la idea de desacralizar el oficio de la estrella de rock. 'Todo se hizo tan grande, y yo soy tan pequeño', dice en un verso.
—Totalmente, lo digo de verdad en En el barro, la canción más rockera. Es que tú, que me conoces desde Platero, ves lo grande que se ha hecho esto. Éramos una banda, al tocar y fuera del escenario. El entorno es importante y en Bilbao y Euskadi no hay estrellas. No digo que quien se sienta como tal sea peor que yo, pero aquí es inconcebible. E incluyo a los jugadores del Athletic también. Somos antes el vecino que el músico o el futbolista. Y bufón sí me siento; de siempre. Y lo reivindico. Hay gente que nos quiere dar mucha importancia, pero no somos intelectuales, estamos aquí porque entretenemos. Y a eso tampoco le quito importancia.
A quien vende, le llueven las críticas a quemarropa. ¿Le resbalan ya las balas?
—Pues sí, la verdad. Es parte del trabajo, sobre todo artísticamente. Si es crítica musical, cómo no voy a aceptarlo. No estoy en posición de quejarme, ni llegué a soñar con mi situación actual. Algunos dicen que debemos tener cuidado porque influimos en mucha gente. Los cojones, influimos. Cuando reivindicamos ciertas cosas relacionadas con la cultura no nos hacen ni puto caso. Si meo fuera de tiesto en una declaración, me ponen a parir en redes sociales. Yo puedo opinar sobre cualquier cosa y meter la pata. ¿Influencer yo? (Risas).
En el anterior disco incluyó algún guiño político. En este canta 'hay sinvergüenzas con una estricta moral', en 'Solo quiero gritar'.
—En el anterior era porque recuperamos un tema de Platero. ¿Lo de ahora? Ese verso que citas es de toda la vida (risas). Los más estrictos son los que solo ven siempre el pecado. Luchan contra sí mismos. A mí no plantea un problema ver tetas o culos, una letra sobre un negro... A veces, reivindicamos cosas y derechos sobre igualdad, ecología o el euskera y en ese esfuerzo necesario y tan grande nos pasamos de frenada, lo que da la razón a los otros.
¿Entiende que no nos pongamos de acuerdo ni cuando corren peligro nuestras vidas?
—(Risas). A veces digo que no hablo de política porque siempre he tenido en la pared a Rory Gallagher y Hendrix. Esos han sido mis santos, no el Che ni la Virgen de Begoña. De los políticos no me creo nada. Si hablamos de pandemia, ecología, la factura de la luz... Fatal, todo está mal. No es su negociado, su leit motiv. La política es de partido, de empresa.
No falta la versión habitual. De Los Secretos a Leño pasando por La Cabra, Rebeldes, Extremoduro y Krahe antes, a Jorge Drexler ahora con su tema 'Transporte'?
—Tengo muchas canciones en el cargador de mi cabeza, y esta estaba desde hace tiempo. Estoy enamorado de ella y la cantaba imaginándomela mexicana. La he llevado al terreno de la ranchera. Jorge está a años luz de la música, es un ser superior. Me ha dado miedo versionarle y llevar su tema a una cantina. Le llamé y le dije que no se preocupara, que Transporte es tan buena que puede soportar cualquier ataque. Él se partía el culo.
'La vida se nos va tan rápido... a veces duele más que un látigo', canta. Y el álbum se cierra con 'A morir cantando'. ¿Cuando se superan los 50 se va temiendo al paso del tiempo?
—Así es. Empiezas a hablar de cosas y te das cuentan que han pasado décadas de ellas. La vida va muy rápido y la sensación es que los años se contraen y pasan rápido, juntándose las estaciones. Eso sí, me ha revitalizado mi hija, Coyote, que tiene casi siete años, lo mejor que me ha pasado. La edad te espabila, pero no sé si tengo el tiempo para sentir el vértigo. Para lo que nos queda... ya se irán solucionando los problemas.
"El contexto es muy importante, así que en Bilbao y Euskadi no hay estrellas; está antes el vecino que el músico"
"Algunos somos más torpes y necesitamos ese silencio entre disco y disco; es parte de la composición"
"Tenía claro que quería más presencia de saxo. La razón de ser de Fitipaldis era tener una banda con saxo"
"Rory Gallagher y Hendrix han sido mis santos, no el Che ni la Virgen de Begoña. De los políticos no me creo nada"